El arzobispo emérito de Corrientes aseguró que es el gran desafío en "un clima muy bullicioso, en el que no se distingue una voz de otra". "Nadie escucha a nadie, tampoco a Dios".
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, compartió sus sugerencias para el cuarto domingo de Pascua, y recordó que es necesario “hacer oír la voz del verdadero pastor de las ovejas, es el gran desafío del momento, es la misión que la Iglesia, por sus principales ministros, debe cumplir”.
El prelado señaló que esa misión deberá cumplirse en el mundo, “en un clima muy bullicioso, en el que no se distingue una voz de otra”. “Se producen altisonancias, capaces de introducir la mentira como si fuera verdad, y de manipular la verdad hasta convertirla en mentira. Basta que observemos con mirada sanamente crítica, para llegar a una conclusión desalentadora de lo que se expone en destacados medios de comunicación”, agregó.
Asimismo, señaló: “La verdad está oculta o disimulada y se excluyó el diálogo como instrumento válido para intercomunicarse. Nadie escucha a nadie, tampoco a Dios, en una permanente actitud autorreferencial que inevitablemente cierra el corazón a la verdad”.
“Como Buen Pastor, Jesús viene a conducir a los hombres y mujeres hacia el espacio donde está el mejor alimento y, ciertamente, las condiciones para la vida que Él ofrece de parte de su Padre. El mundo no quiere oír lo que no conviene a sus pretensiones. El pecado provocó una contaminación que incapacita para que su historia sea auténticamente humana”, manifestó.
Texto completo de las sugerencias
1. El auténtico Pastor. Las comparaciones que Jesús crea son de un realismo impresionante. Él es el Pastor legítimo de las ovejas. Hasta que no llegue a identificarse ante ellas por el sonido de su voz, todos los seres humanos padecerán la desorientación y el desencuentro. Existen falsos pastores que dominan ocasionalmente el pensamiento y los comportamientos éticos de la sociedad. El Señor los califica con mucha severidad: “Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes pero las ovejas no los han escuchado”. (Juan 10, 8) Ciertamente los falsos pastores obtienen cierto éxito en el ejercicio de su ilegitima misión, pero, de inmediato se disipan las sombras de sus errores. El ser humano lleva la marca de su creador y, aunque ocasionlmente desorientado, sabe distinguir la voz de su auténtico Pastor. Se impone la necesidad de que le llegue el sonido de la voz de su Pastor. Los Apóstoles fueron comisionados para que esa voz sea nítidamente percibida.
2. La misión de hacer oír la voz del Pastor. Es el gran desafío del momento. Es la misión que la Iglesia, por sus principales ministros, debe cumplir. Consiste en hacer resonar la voz del verdadero Pastor de las ovejas. Lo tendrá que lograr en el mundo, en un clima muy bullicioso, en el que no se distingue una voz de otra. Se producen altisonancias, capaces de introducir la mentira como si fuera verdad, y de manipular la verdad hasta convertirla en mentira. Basta que observemos con mirada sanamente crítica para llegar a una conclusión desalentadora de lo que se expone en destacados medios de comunicación. La verdad está oculta o disimulada y se ha excluido el diálogo como instrumento válido para intercomunicarse. Nadie escucha a nadie, tampoco a Dios, en una permanente actitud autorreferencial que inevitablemente cierra el corazón a la verdad. Como Buen Pastor Jesús viene a conducir a los hombres y mujeres hacia el espacio donde está el mejor alimento y, ciertamente, las condiciones para la Vida que Él ofrece de parte de su Padre: “Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”. (Juan 10, 10) El mundo no quiere oír lo que no conviene a sus pretensiones. El pecado ha provocado una contaminación, que incapacita para que su historia sea auténticamente humana.
3. Cristo no es el Dios que espera sino el Padre que va al encuentro de sus hijos. Jesús viene a cambiar la vida de los hombres y a hacerlos capaces de conducirla según la voluntad del Padre. Es el Maestro y el Modelo. La Iglesia, que funda en sus Apóstoles, no es primordialmente una religión, que intenta una relación vertical con el Ser Supremo. Cristo no es el Dios que espera a los hombres sino el Padre que va al encuentro de sus hijos. Sólo así entendemos a la Iglesia. Es conveniente introducir este concepto de Iglesia en la espiritualidad de los cristianos. Para ello es preciso que, los ministros de la predicación y de la catequesis, renueven su eclesiología bajo la tutela del Magisterio apostólico. Es lamentable comprobar el bajo nivel teológico de algunas predicaciones. Es la Palabra mal preparada que no nutre la fe de nuestro pueblo, que participa de la Misa del domingo. Necesita un alimento sólido que conduzca a la santidad. No es el caso de hacer de cada Pastor, un profesor de teología. Se puede enseñar desde un ambón humilde. Los sacerdotes santos enseñaban y conducían a su comunidad, sin echar mano a categorías académicas, en ocasiones lejos de su propio alcance.
4. Pastores ejemplares. Recordemos los ejemplos impactantes del Santo Cura de Ars y del Santo Cura Brochero. Su prédica era precedida por largas horas oración, durante las cuales leían piadosamente el texto bíblico correspondiente y prestaban atención a los grandes maestros y al Magisterio de la Iglesia. Sobre todo oraban mucho, postrados ante el Sagrario. ¡Qué lejos estamos de esos admirables modelos! En ellos se escucha la voz del Buen Pastor y, de esa manera, los fieles cristianos y hombres y mujeres no creyentes, deseosos del encuentro con la Verdad, acuden a Él: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”. (Juan 10, 14).