El arzobispo emérito de Corrientes consideró que 2023 "debe ser un año que colme la medida de nuestra santificación". Pidió además no priorizar otros intereses que el mundo estima como "prioritarios".
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, comparó el Año Nuevo con “una página en blanco que espera nuestra escritura clara y prolija”, y aseguró que “la fidelidad al Padre es posible si mantenemos una relación continua y constante con Cristo”.
“María, como en Caná, sabe lo que nos hace falta; logra que su Hijo divino adelante su hora y obre el primero de sus milagros. Lo mejor que recibí de mi seminario fue la devoción a María”, reveló, y agregó: “Es lo que mi memoria guarda, entre muchas pruebas y sinsabores. Es ella quien nos amiga con Jesús. En su Hijo Jesús, nos ama con el amor que le profesa a Él”.
“Así nos ama Cristo: con el amor con que ama a su Padre”, destacó, y consideró que “2023 debe ser un año que colme la medida de nuestra santificación”.
Monseñor Castagna invitó a no ocultar “este proyecto divino bajo intereses que nuestro entorno interpone y considera prioritarios”.
“María sabe lo que necesitamos, y siempre intercede ante su Hijo, con un amor confiado que la constituye en verdadera ‘omnipotencia suplicante’. Su presentación litúrgica, en este primer día del año, indica su acción protagónica en las vidas de los hijos de Dios: los que ya lo son o los que están llamados a serlo (todos). Ha pagado, también ella, un dolorosísimo precio durante la cruenta Pasión de su divino Hijo”, concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- Santa María Madre de Dios. Para hablar de María hay que ser poeta y santo. No lo soy pero la amo y me atrevo a hablar de ella. La Iglesia ha decidido iniciar el año candelario con esta Fiesta mariana: Santa María, Madre de Dios. Existe una intencionalidad explícita: por María viene a nosotros Jesús, el Hijo de Dios encarnado. A partir de entonces ella inaugura la nueva y definitiva era de la humanidad. Es significativo que se la escoja, como Madre de Quien es el inicio y culminación de la salvación del mundo. Se ha seleccionado, para la Liturgia de la Palabra, este texto de Lucas: “Fueron rápidamente (los pastores) y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”. (Lucas 2, 16-19) Transcurrirían muchas horas y esfuerzo personal para guardar el Misterio de Cristo en el corazón, como ella y con ella, en los términos humildes que a ella la acompañan.
2.- La misión de María: revelar la ternura de Dios. María, que nos dio a Cristo en la Navidad, lo sigue ofreciendo en cada acontecimiento de nuestra vida en el tiempo, para que entendamos a Jesús como nuestra salvación. La Fiesta que celebramos, en este primer día del año 2023, trae un contenido propio. Los pastores aquellos son pobres, y lo son de corazón, por ello son felices (Mateo 5, 1-12). La misión de María en la Iglesia, y en el mundo, es revelar la ternura del amor de Dios. Nos muestra más su misericordia que su justicia, más su cercanía - en su divino Hijo - que las distancias causadas por quienes insisten en excluirlo de la vida. Nos conduce al Padre por su Hijo, hecho Camino obligado de su carne virginal. La devoción espontánea del pueblo cristiano señala su preferencia por María. Es significativo lo que ocurre en los innumerables Santuarios marianos. Es allí donde se producen verdaderos prodigios de conversión y de santificación. Las ejemplares madres cristianas extendían, en otros tiempos, la influencia que ejercía María en sus hijos, muchos de cuales son hoy santos canonizados por la Iglesia. Ciertamente María es la gran educadora de los santos. Las enormes falencias morales que aquejan al mundo pueden ser superadas por la acción maternal de María. Su Hijo divino se lo ha encomendad.
3.- María sabe lo que nos hace falta. El Año Nuevo es una página en blanco que espera nuestra escritura clara y prolija. La fidelidad al Padre es posible si mantenemos una relación continua y constante con Cristo. María, como en Caná, sabe lo que nos hace falta; logra que su Hijo divino adelante su hora y obre el primero de sus milagros. Lo mejor que recibí de mi Seminario fue la devoción a María. Es lo que mi memoria guarda, entre muchas pruebas y sinsabores. Es ella quien nos amiga con Jesús. En su Hijo Jesús nos ama, con el amor que le profesa. Así nos ama Cristo: con el amor con que ama a su Padre. 2023 debe ser un año que colme la medida de nuestra santificación. No ocultemos este proyecto divino bajo intereses que nuestro entorno interpone y considera prioritarios. María sabe lo que necesitamos, y siempre intercede ante su Hijo, con un amor confiado que la constituye en verdadera “omnipotencia suplicante”. Su presentación litúrgica, en este primer día del año, indica su acción protagónica en las vidas de los hijos de Dios: los que ya lo son o los que están llamados a serlo (todos). Ha pagado, también ella, un dolorosísimo precio durante la cruenta Pasión de su divino Hijo.
4.- María acompaña el crecimiento de la fe. Los santos no son unos crédulos románticos. Son auténticos creyentes que se atienen a la Palabra de Dios, y a todo evento cuya interpretación no se oponga a esa Palabra, ocasionalmente revelada como pública o privada. A la Iglesia le está reservada la estricta calificación de esos eventos. La firme comunión de las Iglesias Particulares, con el legítimo Magisterio universal, garantiza la recta orientación, para el discernimiento de eventos extraordinarios. Entonces es preciso, como decía el Venerable Cardenal Eduardo Pironio: “Mantener la mente fría y el corazón abierto”. No es fácil, pero necesario. María nos acompañará durante el año que se inicia, no dejando de controlar y alimentar el crecimiento de nuestra fe.