El arzobispo emérito consideró que "es preciso no salirse de él, y que el propósito y el esfuerzo cotidiano constituyan un sendero, jamás abandonado, que conduzca progresivamente a la santidad".
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “la vida virtuosa requerida, tiene su fundamento imprescindible en la virtud de la humildad; modela servidores solícitos, aptos para ser sal de la tierra y luz del mundo”.
“La Palabra de Dios se traba cuando no es acompañada por el testimonio de santidad de sus ministros. La Iglesia necesita santos, el mundo los necesita de la Iglesia”, aseguró en su sugerencia para la homilía dominical.
“Los santos varones son los únicos capaces de desempeñar convenientemente el ministerio sacerdotal. Por santidad entendemos un positivo proceso a la santidad (in fieri). No todos los santos serán canonizados, aunque a todos se les tributa culto el 1° de noviembre de cada año”, agregó.
El prelado sostuvo que “si no se advierte humildad y auténticos deseos de santidad es conveniente apartarse del sacerdocio y de la vida consagrada”.
“Toda la vida del sacerdote conforma un proceso, quizás accidentado y doloroso, de santificación. Es preciso no salirse de él, y de que el propósito y el esfuerzo cotidiano constituyan un sendero, jamás abandonado, que conduzca progresivamente a la santidad”, concluyó.
Texto de la sugerencia
1.- Es inevitable que haya escándalos, pero… Los escándalos causan estragos, especialmente entre los niños y los jóvenes. En los últimos años, la Iglesia se encontró atravesada por escándalos protagonizados por algunos sacerdotes y religiosos. Quienes no fueron responsables de los mismos debieron poner la cara y pedir perdón por quienes son los verdaderos culpables. Triste situación: “Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!... (Lucas 17, 1). La advertencia de Jesús reviste una gravedad inusitada. Los escandalosos abusos son severamente condenados por el Señor: “Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños” (Lucas 17, 2). La aplicación de las más severas medidas disciplinarias, no alcanza para resolver el gravísimo conflicto. La formación en los seminarios e instituciones de Vida Consagrada adolece de un magisterio espiritual de mayor envergadura.
2.- La santidad como respuesta. El cultivo de las virtudes cristianas debe prevalecer en el discernimiento para el desempeño del ministerio sagrado y la estricta observancia de los diversos carismas de la vida consagrada. Recuerdo el método discernitivo aplicado por el Vicario General, Mons. Courbon, a cargo de la Arquidiócesis de Lyon, para decidir la Ordenación de quien sería San Juan Bautista Vianney o el Santo Cura de Ars: “El Vicario de la Diócesis preguntó, refiriéndose al humilde candidato a las Ordenes Sagradas, Juan Bautista Vianney: ¿Es piadoso? ¿Ama mucho a Dios? ¿Es devoto de la Virgen María?” Ante la respuesta positiva del padre Balley, no dudó. Según parámetros, de enorme vigencia en el mundo y en la misma Iglesia, los criterios que prevalecen en la selección de los responsables de la Institución, no constituyen las virtudes. Conforme a los mismos, Vianney fue expulsado del gran Seminario de Lyon. Se lo declaró inepto para ejercer el ministerio sacerdotal. Gracias a su santo y sabio párroco y al Vicario General de la Arquidiócesis de Lyon veneramos hoy al Santo Cura de Ars, patrono celestial de todos los sacerdotes. Es la solución que se impone a la vieja y escandalosa existencia de los abusos sexuales, protagonizados por algunos sacerdotes y religiosos. Acompañando a la decisión de resolver esta gravísima cuestión se debe acudir, sin duda, a pruebas suficientes de equilibrio y salud mental.
3.- Curar las graves heridas. Es preciso respetar el margen, que Dios se reserva, para concretar su obra admirable de santificación y, en consecuencia, de curación de las más graves heridas morales y psicológicas. Para el Dios que resucita a los muertos, no existen desahuciados. Difícil discernimiento, muy alejado de juicios, avalados por preconceptos discutibles e inmodificables. Los hombres y mujeres constituyen verdaderos misterios sin precedentes, ni réplicas idénticas o reediciones exactas. Es preciso así considerarlos, y proceder sabiamente a su armónico desarrollo. No sé si en las casas de formación para el ministerio sacerdotal - el celibato incluido - y la vida consagrada, así se encaran el discernimiento y la educación de los futuros sacerdotes y religiosos. No hace bien a la evangelización del mundo esos anti testimonios inexplicables. Aunque se deban tomar medidas disciplinarias, que respondan a la gravedad de los hechos pecaminosos confirmados, no bastan como solución de fondo. Es preciso prevenirlos con una educación - moral y espiritual - adecuada.
4.- Proceso a la santidad. La vida virtuosa requerida, tiene su fundamento imprescindible en la virtud de la humildad; modela servidores solícitos, aptos para ser sal de la tierra y luz del mundo. La Palabra de Dios se traba cuando no es acompañada por el testimonio de santidad de sus ministros. La Iglesia necesita santos, el mundo los necesita de la Iglesia. Los santos varones son los únicos capaces de desempeñar convenientemente el ministerio sacerdotal. Por santidad entendemos un positivo proceso a la santidad (in fieri). No todos los santos serán canonizados, aunque a todos se les tributa culto el 1 de noviembre de cada año. Si no se advierte humildad y auténticos deseos de santidad es conveniente apartar del sacerdocio y de la vida consagrada. Toda la vida del sacerdote conforma un proceso, quizás accidentado y doloroso, de santificación. Es preciso no salirse de él, y de que el propósito y el esfuerzo cotidiano constituyan un sendero, jamás abandonado, que conduzca progresivamente a la santidad.+