El arzobispo emérito de Corrientes consideró que esto es necesario a raíz de "la confusión" que caracteriza a la época, en la que los falsos profetas "están a la orden del día".
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “Jesús anuncia acontecimientos que ya estamos viviendo. Es preciso oír sus consejos”.
“La confusión es el estado característico de nuestra época”, advirtió en sus sugerencias para la homilía dominical, y agregó: “Los falsos profetas están a la orden del día”.
“El falso mesianismo está emparentado con toda clase de dictadura, apoyado en regímenes políticos unipersonales y hegemónicos, anheloso de perpetuidad. Es preciso volver a la sabiduría de la Ley y, para ello, restablecer sus vínculos con Quien es su Fuente”, sostuvo. El prelado afirmó que “es lo que vino a hacer Jesús” y puntualizó que, “al exhortar a la obediencia a la voluntad del Padre, no hace más que presentarla como ideal de todo comportamiento personal y social”.
“Toda ley, en su esencia, necesita someterse a la voluntad del Padre si intenta lograr una auténtica legitimidad. No corresponde a la implantación de un sistema teocrático de gobierno. La esencia de toda legislación debe adecuarse a la Ley divina, o a la ‘voluntad del Padre’. Podrá variar su formulación de acuerdo a la cultura de cada pueblo, jamás contradecirla”, aseveró.
Texto de las sugerencias
1. Conocer y amar a Dios. Ante el espectáculo de los disturbios y guerras que presenta nuestra generación, no nos queda otra que darle la razón a Jesús. Estamos empujándonos hacia el abismo, aunque digamos evitarlo. El sendero que conduce al bien, que todos anhelamos, es conocer y amar a Cristo, nuestro Redentor. Él es nuestro Salvador, capaz de rectificar lo que el pecado ha sacado de quicio. Sin Él, nuestra vida personal y social seguirá dando tumbos, y no tendrá futuro. Jesús no es propulsor de cualquier forma de fanatismo, aunque aparezca con aspecto religioso. Se lo advierte en su franca oposición a los escribas y fariseos. Para muchos de ellos, Jesús es un hereje, contrario a la rígida interpretación de la Ley y al consecuente alejamiento de la inspiración profética. El Evangelio está sembrado de incidentes significativos. El Templo es magnífico, pero será irremediablemente destruido. Dios, el Padre, es superior a todo lugar de culto. Así se presentará Él mismo cuando se refiera a su Resurrección.
2. El legado de los Próceres. Los hombres siguen levantando mausoleos magníficos a los Profetas, y, contrariamente, sepultándolos en el peor de los silencios. ¿Qué significan los homenajes a los próceres cuando desvirtuamos sus excelentes legados morales y culturales? La Argentina, en manos de sus actuales conductores, no es la que soñaron hombres como San Martin y Belgrano. El sueño de los grandes se erige sobre la humildad y el sacrificio desinteresado. ¡Qué distantes estamos de ese ideal! Mientras no cultivemos esas virtudes, la idea de un pueblo próspero y fuerte permanecerá siendo un sueño irreal. Es aquí cuando la fe cristiana entra a calar profundamente. Nuestros próceres, con sus humanas limitaciones, situaban en un lugar preponderante la fe religiosa del pueblo. Creo que no ocurre lo mismo hoy, ¿será por ausencia de próceres como aquellos? Circunstancias, favorecidas por la educación, suscitan hombres y mujeres de grandes ideales, dispuestos a sacrificarlo todo para lograrlos. Nos falta, quizás, un clima cultural adecuado. Lo formamos con los aportes de los mejores. Es triste el espectáculo ofrecido por la mediocridad de una vida social intrascendente y fatua. Sin embargo, hay luces de esperanza, encendidas en nuevas y aún ignotas generaciones.
3. Volver a la sabiduría de la Ley. Jesús anuncia acontecimientos que ya estamos viviendo. Es preciso oír sus consejos. La confusión es el estado característico de nuestra época. Los falsos profetas están a la orden del día. El falso mesianismo está emparentado con toda clase de dictadura, apoyado en regímenes políticos unipersonales y hegemónicos, anheloso de perpetuidad. Es preciso volver a la sabiduría de la Ley y, para ello, restablecer sus vínculos con Quien es su Fuente. Es lo que vino a hacer Jesús. Al exhortar a la obediencia a la voluntad del Padre no hace más que presentarla como ideal de todo comportamiento personal y social. Toda ley, en su esencia, necesita someterse a la voluntad del Padre, si intenta lograr una auténtica legitimidad. No corresponde a la implantación de un sistema teocrático de gobierno. La esencia de toda legislación debe adecuarse a la Ley divina, o a la “voluntad del Padre”. Podrá variar su formulación de acuerdo a la cultura de cada pueblo, jamás contradecirla.
4. Los valores de la fe y la política partidaria. La Iglesia no tributa a una política partidaria cuando -en su predicación- afirma los valores evangélicos. Pero cuestiona cuando, ciertas legislaciones, se oponen a la Ley de Dios. Es suficiente recordar los altercados que mantuvo Jesús con los fariseos y escribas: “Así ustedes, en nombre de su tradición (o sus leyes), han anulado la Palabra de Dios. ¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. (Mateo 15, 6-8) Hoy mismo se han sancionado leyes, y se presentan proyectos, que se oponen a la vida (aborto y eutanasia). El pseudo progreso puede llevar al hombre, engreído y emancipado de Dios, a las más aberrantes conclusiones. Entre ellas: pretender reformular la naturaleza humana como si el hombre fuera su creador y dueño. Vgr: la Ideología de género y su extraña fundamentación filosófica.+