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Internacionales

Braunau: la maldición de la cuna de Hitler

Allí al fondo se recorta el paisaje de Alpes, alto lejano, y azul como de envoltorio de tableta de chocolate. Más aquí, campos de alfalfa, de remolachas, de patatas, suponemos, y una tierra oscura. Sobre las lindes miran, despreocupados, venados de patas finas como alfileres. Casas de madera oscurecida, señoras con cortacésped, huertas con tractor y torres de iglesia con cúpulas con forma de cebolla completan el paisaje. Llegar a Braunau , en la frontera de Austria con Alemania, podría equivaler a llegar a un lugar cualquiera, pero este no es un lugar cualquiera. La casualidad quiso que aquí naciera Adolf Hitler un 20 de abril de 1889 y muriera el 30 del mismo mes de hace 80 años en su búnker de Berlín . El \'Führer\' marca como un estigma a este pueblo y se ha extendido durante generaciones una maldición injusta que intentan superar con el paso del tiempo, la alquimia imposible entre memoria y olvido, y una reforma para convertir la casa natal en una comisaría. Pretenden evitar los homenajes revisionistas en un entorno en el que reverdece la moda neonazi y los chicos de la escuela se fascinan con el ideal militar fascista según sus profesores.Noticia Relacionada 80 años de la muerte del Führer especial Si En las entrañas del búnker de Hitler Manuel P. VillatoroLa historia dice que el 20 de abril de 1889, en esa casa del lado pobre de la avenida principal, al otro lado de la torre, nació el niño Adolf. Hijo de Alois , un agente de aduanas en la estación de Simbach, en Alemania, al otro lado del río, y Klara Polz : una familia de clase media. En aquellos días, la casa estaba dividida en alojamientos sin grandes lujos. En realidad, allí solamente le cambiaron los pañales a Hitler y de la casa no salió una sola orden que hiciera daño. No hay niños nazis con tres años y todo es fruto de una casualidad administrativa. Cabría desgajar el nacimiento de Hitler en Braunau a orillas del río Inn a la fortuna del destino al que enviaron a su padre.También lograríamos separar al niño que jugaba al pie de aquella avenida donde el martes instalan el mercado, del monstruo que lideró el Holocausto . Se podría compartimentar la historia de manera que su infancia quedara lejos de sus horrores de adulto, cosa difícil en el país que inventó el psicoanálisis por el que cabe imaginarse qué carencias sucedieron en aquellas calles, qué cariño no se le dio, qué clase de padre autoritario era Alois, si es cierto que Klara lo sobreprotegía, si allí, tras aquellas ventanas, se fraguaron las estructuras de algo terrible. El color de los nazisCabe preguntarse qué pasó, al fin y al cabo, para que un crío se convirtiera en el demonio sobre la tierra. De aquella relación, pegajosa e incómoda hasta lo enrevesado -Braunau lleva en la raíz de su nombre \'braun\', \'pardo\' en alemán, el color de los nazis -, no se han conseguido librar aún sus habitantes. «En cuanto dices que eres de aquí piensan que eres un nazi», asegura el historiador y presidente de la asociación de memoria histórica Florian Kotanko -chaqueta de pana, boina negra, manos como para arrancar un árbol-, en un café en el que las parroquianas cacarean una cháchara tan sonora y divertida que da lástima no entenderla.«En cuanto dices que eres de aquí piensan que eres un nazi» Florian Kotanko En el café bordan el strudel con ruibarbo y fresas. Toda la región guarda un refinamiento y unas formas casi vienesas. Ahí, a tiro de piedra, queda Baviera, los camareros visten los pantalones de cuero Lederhose, las camareras hacen kilómetros en sus trajes tradicionales en una amable efectividad. Pero no es Alemania, ni Hitler era alemán, ni casi alemán. Aquí se viene una suerte de expulsión simbólica de la figura del \'Führer\' de Austria hasta Alemania. Kotanko cuenta que, para quitarse el estigma, los de Braunau inventaron una leyenda urbana por la que un cura moribundo había contado a otro cura que Hitler había nacido en Shimbach. Relata que su madre llevaba cada día la comida a su marido al trabajo en la aduana de la estación y que un día nació el bebé por sorpresa, en el puente, y que lo inscribieron en Braunau siendo, en realidad, alemán. En realidad, gran parte del resto de su vida transcurrió en Austria como joven de clase media y como pintor fracasado en Linz y en Salzburgo y Viena, antes de la política. \'El belén del Tercer Reich\'Otros encumbraron el nacimiento en aquella casa a la categoría de lo sagrado. Kotanko recuerda que, habiendo un establo tras la casa donde se relevaban los caballos del transporte de mercancías, se inventaron que Hitler vino al mundo en una cuadra y así tomó forma un simbólico pesebre del nazismo con su oscuro mesías.\'Braunau, tú antigua ciudad en el Inn, Tu nombre brilla como el solA través del tiempo y las generaciones,¡Eres el Belén del Reich alemán!\'Lo escribió Otto Edhorn y trasciende su evidente conspiranoia. El nacimiento de Hitler en Braunau am Inn constituye un símbolo del que tiraron sus admiradores en mejorables poemas como el anterior y también los que pretendieron reducir la carga de su culpa y concentrarla en un hecho personal y local. Antes Después En la primera imagen, la casa de Hitler, en una imagen de archivo; en la segunda, en la actualidad Archivo ABC / Matías NietoEn los noventa, un semanario alemán tituló: \'Braunau, la cuna del mal\'. «Eso nos hizo mucho daño y, desde entonces, Braunau siempre está relacionado con noticias negativas. Si ha habido un asesinato en otra ciudad, titulan diciendo que han matado a alguien cerca de Braunau».La condensación de la culpa y el estigma sobre sus paisanos se impulsa como una coartada. De alguna manera, todo habría sido cosa de un solo hombre, como si nadie más hubiera tenido que ver demasiado, como si no hubiera necesitado de la fuerza y el entusiasmo de millones de hombres y mujeres y el miedo atroz que empujó a muchos otros al mal.Aquí se dibuja una cuesta abajo por la que es fácil deslizarse: el Holocausto pasó porque ahí nació un niño, en ese pueblo que justo al lado de Alemania, que casi no es Austria, en aquella casa de ahí. Todo sucedió ahí según un reduccionismo que muchos han llevado al límite: si no hubiera nacido el hijo de Alois y de Klara, nada hubiera ocurrido. ¿Pueden sentir vergüenza en Braunau por el \'Führer\' en la medida en que en Salzburgo sienten orgullo de Mozart o viceversa? Hitler lo olvidóEn realidad, Hitler se olvidó de Braunau. Pasó por aquí una vez después de irse con tres años. Que pasó es literal. Trajeron una orquesta alemana porque las de Braunau aún no se sabían las canciones que le gustaban y tocaban las del fascismo de aquí. Entró en coche, pasó por delante de la casa, mandó dar la vuelta, pasó una segunda vez y se fue. Ni paró el vehículo. Nunca más volvió. En \' Mein Kampf \' menciona a su pueblo dos veces sin grandes halagos. Era hijo de un bastardo -¿ habría algún judío en su ascendencia ?-, y nieto de una sirvienta: no estaba orgulloso de sus orígenes.EL JOVEN HITLER Arriba, Adolf Hitler, a su paso por Braunau; fue la única vez que la visitó de manera oficial. Debajo, dos fotografías de Hitler en su infancia ABC Cuando llegan los reporteros, la casa está en obras. La han envuelto a conciencia en una tela opaca, en un sarcófago de tablas de madera colocadas a conciencia para evitar las rendijas por las que echar un ojo. Todo lo vigilan cámaras de seguridad y para entrar hay que activar un torno con una huella dactilar y un código. Como si se quisiera tapar, como si la hubiera envuelto un artista contemporáneo en una gran metáfora sobre el olvido consciente del trauma de un pueblo, de un país, de un continente, de una humanidad, casi, a la que le hubiera gustado que nada hubiera sucedido. Que Braunau fuera un pueblo cualquiera y Hitler fuera cualquiera.«Nací en el 40, así que cuando terminó la guerra yo tenía 5 años y jugábamos ahí atrás con los tanques» Florian KotankoLa casa está en obras después de años de idas y venidas sobre su destino. Durante muchos años fue un colegio. Después, Kotanko cuenta que la casa se volvió a alquilar a diversos inquilinos, hasta que sonaron las alarmas. La dueña rescindía los contratos porque iba a vender, y Austria se hizo la gran pregunta: ¿a quién quería venderla y para qué?, ¿quién está detrás de la casa de Hitler?Desde entonces, en las conversaciones sobre el futuro de la casa flota el temor a que se convierta en una suerte de santuario nazi en un país en el que la exaltación del nacionalsocialismo está penada con más de diez años de cárcel. Kotanko participó en las dos comisiones en las que se decidió todo. En la primera, decidieron por unanimidad que la compraría el Estado. En la segunda, le tenían que dar un uso: administrativo, museístico, humanitario o policial. Se quedaron con las últimas dos opciones y ganó la policial. En adelante, la casa, reformada arquitectónicamente sobre los muros originales, será una comisaría. De una parte, algunos ciudadanos se preguntan si una casa relacionada con los excesos de la fuerza puede dedicarse a los usos policiales. De otra parte, es la única manera de que esté vigilada 24 horas y que ningún neonazi se cuele a alguna de sus oscuras ceremonias revisionistas. El único recuerdo que permanecerá es la piedra de Mauthausen que conmemora a las víctimas en la esquina del edificio. «Ojalá hubiera una sala en la que se explicara qué sucedió allí», lamenta el historiador.BRAUNAU, HOY Arriba, un habitante de la ciudad, frente a la casa natal de Hitler. Debajo, a la izquierda, un póster de Braunau. A la derecha, Florian Kotanko MATÍAS NIETOEntre los turistas que van a visitar la casa por un interés puramente viajero se cuelan de vez en cuando los nostálgicos y exaltados, pero casi no se muestran. En ese tipo que mira la casa junto a su hijo podría haber un curioso o un nazi: no lo sabemos. Durante la pandemia, celebraron una manifestación. A veces, alguien se cuadra o posa una corona de flores con un mensaje del estilo de \'Dios Bendiga a Adolf Hitler\' que los de Braunau retiran enfadados. MÁS INFORMACIÓN noticia Si El nuevo orden que surgió del búnker noticia Si Cómo viven los judíos hoy, 80 años después de la muerte de Hitler noticia Si La generación sin culpa en la Alemania después de Hitler: los bisnietos de los nazis quieren olvidar noticia Si Hitler, el fantasma del que Alemania nunca se pudo desprender: crece la extrema derechaEn fechas como la de hoy, 30 de abril , durante todo el día las cámaras vigilan el perímetro y patrullan la zona policías de paisano. El director de la oficina de turismo asegura que cada vez son menos y que, sin ser un atractivo del pueblo, se explica el significado de la casa en las guías y los mapas.A sus 85 años, el señor Tischlinger aún monta en bici y pasa camino del mercado por delante del edificio. Todavía guarda la memoria de aquellos días. «Nací en el 40, así que cuando terminó la guerra yo tenía 5 años y jugábamos ahí atrás con los tanques». ObsesionadosTambién recuerda cómo, cuando llegaron los yankis, el ejército voló el puente, «pero hicieron uno nuevo enseguida con barcas». Entonces, la casa de Hitler ya era un edificio de carácter sagrado. Cuando huyeron los nazis, volvieron para volarla, pero en ese cruce llegaron los americanos y los repelieron a tiros y los aliados la usaron como centro de operaciones. «Mucha gente venía a preguntar por la casa en aquellos días. Estaban como obsesionados con Hitler. Ahora casi todos han desaparecido -admite Tischlinger-. Todo ha cambiado. Ha pasado mucho tiempo». Pero no el suficiente.

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