El gobierno británico tiene el botón rojo del confinamiento total a mano. En un sombrío mensaje televisado a la nación esta mañana, las dos máximas autoridades sanitarias advirtieron que si seguían con la actual curva de contagios el país tendría 50 mil nuevos casos diarios a mediados de octubre y unas 200 muertes por día en noviembre. “El número de muertes por Covid puede aumentar en una curva exponencial que nos lleve de pequeños números a números muy grandes. En los próximos seis meses tenemos que estar preparados para enfrentar significativas restricciones”, alertó Chris Witty, el jefe de asesores médicos del gobierno.
El cambio de tono de un gobierno siempre inclinado al optimismo fácil suena a un alarmado volantazo frente a una pandemia que no tolera la improvisación. El viernes el primer ministro Boris Johnson dijo que la segunda ola del Covid-19 ya había comenzado. El domingo su ministro de salud, Matt Hancock, habló de una encrucijada y señaló que las restricciones podrían extenderse en los próximos días a la capital, Londres. “Si todos respetamos las reglas podemos evitar un confinamiento nacional. Pero si esto no sucede, tenemos que estar preparados a hacer lo que sea necesario”, dijo Hancock.
Las reglas sociales a las que se refiere Hancock se pusieron en marcha el lunes pasado – prohibición de reuniones de más de seis dentro o fuera de la casa, endurecimiento de las multas – y resultaron rápidamente sobrepasadas por los acontecimientos. El nivel de infección diaria viene duplicándose semanalmente desde principios de mes. En muchas zonas del país la famosa Tasa R (intensidad de contagio) ha superado con creces los umbrales de seguridad.
El gobierno ha comenzado a ajustar las tuercas. Esta medianoche más de 13 millones de personas en el norte de Inglaterra y zonas de Escocia y Gales, una quinta parte de la población, estarán bajo una cuarentena parcial con toques de queda y nuevas reglas para la interacción social.
Nuevas reglas
Las nuevas reglas afectan a las grandes ciudades del norte británico – Liverpool, Manchester, Glasgow, Leicester – y a algunas de las Midlands como Birmingham y Wolvershampton. Cada autoridad local tiene un margen de autonomía sobre las restricciones. En la mayoría de las localidades se prohíbe la socialización con gente ajena a la vivienda, se recomienda limitar el viaje en transporte público a los servicios esenciales y se establece el cierre a las 10 de la noche para lugares de esparcimiento – pubs, restaurantes, cines.
Estas restricciones serán un posible modelo para lo que se anuncie esta semana en Londres.
A principios de la semana pasada el temor era que la capital estuviera a dos semanas de los índices de reproducción del virus que se registran en el norte. El viernes las proyecciones de los epidemiólogos eran mucho más alarmantes: Londres está a solo dos o tres días de alcanzar esos niveles de contagio.
El alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, tiene una cumbre con líderes de la ciudad en el curso de este lunes. El alcalde está considerando la posibilidad de recomendar que los que puedan trabajar desde casa lo hagan, un virtual regreso a los primeros meses de la pandemia.
Un cambio de este tenor sería un mensaje oficial contundente. Desde que en mayo se decidió avanzar por un camino de continuo relajamiento de la cuarentena, el gobierno conservador, con Boris Johnson a la cabeza, alentó a los británicos a regresar a su lugar de trabajo. En un intento de estimular el consumo el ministerio de finanzas lanzó su “eat out help out” (salga a cenar y ayude), un sistema de almuerzos y cenas subsidiados para apuntalar financieramente a los restaurantes.
El transitorio éxito económico de este sistema ha tenido un correlato sanitario: mayor exposición. Más impactante aún fue la decisión de abrir la escuela primaria y secundaria a principios de septiembre. Según el ente oficial de estadísticas británico, la ONS, ha habido mayores contagios a todas las edades, desde los niños a los padres y los grupos de riesgo.
El primer ministro señaló que el confinamiento total es la “opción nuclear”: última instancia, botón rojo, que Johnson buscará evitar por todos los medios. En el nuevo vocabulario que ha traído la pandemia ahora se habla de un “circuit breaker”, mini confinamientos de dos semanas, que neutralicen transitoriamente el virus "rompiendo o interrumpiendo" el “circuito social” de los contagios.
En las grandes ciudades ven este futuro inmediato con pesimismo. Uno de los negocios más exitosos de Soho - centro del centro de Londres - es una peluquería vanguardista, "Blade Hair Clubbing", que prosperó antes de la pandemia con el concepto de mezclar el corte de pelo y la actividad de una discoteca. “No sé si podremos sobrevivir otro confinamiento. Si esto sigue así muchos negocios de la zona van a cerrar”, dijo este fin de semana la dueña Julia Despot-Olofsson al matutino “The Guardian”.
Uno de los arquitectos del confinamiento en marzo, el epidemiólogo Neil Ferguson, del Imperial College, señaló que no hay muchas alternativas debido al imprudente relajamiento de los controles en el verano. “Hoy ya tenemos los niveles de infección que había a fines de febrero. Si no hacemos nada, en las próximas dos o cuatro semanas, llegaremos a los niveles de marzo con más muertes y más gente hospitalizada”, dijo Ferguson.
La mayoría de los más de 40 mil muertos oficiales por coronavirus ocurrieron precisamente entre marzo y mayo. Este escenario tan a la vista como el inminente invierno es el infierno más temido por los epidemiólogos y el gobierno.