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El frío no apaga la fiesta en Washington: «Ha merecido la pena, hemos recuperado nuestro país»

Para cuando Donald Trump juró su cargo, el frío temible que se esperaba en Washington no había aparecido. Una temperatura de -3 grados centígrados -y con una sensación térmica similar- no era la ola de frío polar ártico que estaba en los pronósticos. Y que descarriló la celebración grandiosa que Trump y los suyos deseaban: en la escalinata de mármol del Capitolio, ante un océnao de gorras rojas con las siglas MAGA , el lema de Trump (\'Make America Great Again\', \'Hacer a EE.UU. grande otra vez\').Los grandes fastos se trasladaron al Capital One Arena, el estadio del equipo local de NBA. Pero con más de 200.000 entradas repartidas para asistentes en el Mall, la explanada delante del Capitolio, y más gente que vino hasta Washington sin entrada, el centro de la capital de EE.UU. se convirtió en una ratonera para miles de personas que trataban de llegar hasta el estadio: multitud de calles cerradas, una cola que serpenteaba por las calles y avenidas y a la que la gente no le encontraba el comienzo y trampas a cada paso, desde charcos helados donde jugarse una cadera al paso de una comitiva que cerraba el acceso. «No es un buen día para visitar Washington», decía entre risas uno de los miles de agentes de policía que custodiaban las vallas a unos \'trumpistas\' perdidos.Algunos, muy pocos, se fueron a las inmediaciones del Capitolio, aunque allí había pocos más que operarios desmantelando el escenario inservible, que había estado en preparativos desde hace meses. «Pese a todo eso, estoy entusiasmado», decía a este periódico Dylan Perry, venido desde California, y disfrazado de George Washington. Pero, en lugar de peluca dieciochesca, la gorra roja MAGA. «Esto representa la revolución estadounidense, la persecución de nuestros ideales democráticos, al que el Gobierno de los últimos cuatro años se ha opuesto», aseguraba.Noticia Relacionada Su nuevo equipo estandar Si Los «días del trueno» ya retumban sobre el Ala Oeste David Alandete El nuevo equipo de Trump no se asemeja en nada al primero: son todos halcones a los que él seleccionó personalmenteEl cambio de planes frustró a muchos. Lisa y Matt, venidos desde Indiana, decidieron no intentar llegar al Capital One. «Ayer estuvimos cuatro horas y media en la cola, y apenas se movió», contaba él sobre el mitin que Trump dio en la víspera en el mismo escenario.Nolan, de Misisipi, sí consiguió entrar. Se colocó en la cola a las cinco de la mañana. Cinco horas más tarde, entraba en el estadio. «Ha merecido la pena, es un día histórico, hemos recuperado nuestro país», decía sobre el segundo desembarco en la Casa Blanca de Trump. A la hora de la investidura, hacía un frío tan convencional para un día de enero en Washington, que algunos ponían en duda que la razón del cambio de planes tuviera que ver con la meteorología. «No nos engañan, esto es por motivos de seguridad», aseguraba Matthew Morris, mientras hacía una cola de comida rápida en las tripas del estadio, después de muchas horas de cola. «No hace nada de frío y a él le han tratado de asesinar dos veces», añadía. Él, claro, es de Minnesota. En su pueblo, apuntaba, esa mañana el termómetro marcaba -35 grados.Otros, como los hermanos Michael y David Schmidt, de Florida, se ponían en la cola sabiendo que no iban a poder entrar. Tenían claro que se podía haber realizado la ceremonia en la escalinata y en el Mall, el frío brutal, con una sensación de -14 grados, no se esperaba hasta la noche. «No importa para nada el cambio, estamos aquí para ser testigos de la historia», decía Michael. «Y para celebrar que EE.UU. ya no camina hacia el comunismo», apostillaba su hermano.En el interior del estadio, la ceremonia se siguió por una pantalla gigante. Entre abucheos a cada demócrata que aparecía en la ceremonia en el Capitolio. En especial, cuando hicieron su entrada Joe Biden y Kamala Harris . Pero también a algún republicano, como Mike Pence, el que fue vicepresidente de EE.UU. en el primer mandato de Trump, odiado ahora por el \'trumpismo\' por negarse a impedir la certificación de Biden como ganador en 2020. Y con júbilo creciente cuando llegaron los suyos: los magnates de la tecnología, la familia de Trump, los nuevos miembros del Gabinete, el vicepresidente de EE.UU., J.D. Vance. Cuando Trump entró en la sala, con gesto solemne, se desató la euforia en estadio, con gritos de \'U-S-A, U-S-A\'.

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