El duro ataque y la fuerte advertencia que ha lanzado el líder de la CGIL (Confederación Italiana del Trabajo), Maurizio Landini, contra los presupuestos generales aprobados por el Gobierno de Meloni para 2025, ha puesto en guardia a Giorgia Meloni. En el curso de la Asamblea Nacional del sindicato en Milán, Landini lanzó el propósito de llevar al país a una huelga general el 29 de noviembre, en unos términos que han enfurecido al Gobierno italiano: «Creo que ha llegado la hora de una verdadera y auténtica revuelta social». Su razonamiento fue que se agotó la paciencia sindical y que llega el momento para una movilización que produzca un cambio en el país: «Ya no podemos seguir así. Para nosotros –dijo Landini–, la huelga es sólo el comienzo de una movilización y una batalla, porque nuestro objetivo no es simplemente mejorar o cambiar la ley de presupuestos; se trata de cambiar y mejorar nuestro país, también mediante el uso de referendos». En definitiva, se trata de utilizar instrumentos democráticos, como los referendos y las movilizaciones, para la «revuelta», un término calificado como «desafortunado» por el \'Corriere della Sera\'. Noticia Relacionada estandar Si Meloni reanuda el envío de inmigrantes a Albania con un barco casi vacío Ángel Gómez Fuentes | Corresponsal en Roma El patrullero militar solo lleva 8 personas: un nuevo golpe para el ambicioso proyecto de Giorgia Meloni, obstaculizado por los jueces que se atienen al Tribunal de Justicia Europeo La ira del Gobierno En definitiva, se trata de utilizar instrumentos democráticos, como los referendos y las movilizaciones, para la «revuelta», un término calificado como «desafortunado» por el \'Corriere della Sera\'. La reacción en la coalición de derechas ha sido muy dura. Varios de sus líderes han calificado las palabras de Landini como «gravísimas e irresponsables». El diputado de Hermanos de Italia, Tommaso Foti, prácticamente acusó a Landini de incitar a los italianos a la subversión, lo que podría constituir un delito. La mayor pulla al líder sindical se la ha dado la primera ministra Meloni, suscitando también polémica. En un programa de radio de la RAI, en el que estaba presente el diputado Marco Osnato, de Hermanos de Italia, los presentadores preguntaron al parlamentario si la gripe que padecía Giorgia Meloni le había pasado. Osnato le trasladó la pregunta mediante un mensaje SMS en directo a la primera ministra y pocos minutos después leyó la respuesta Meloni: «Estoy mal, la verdad, pero al no tener particulares derechos sindicales, estoy en Budapest para asistir al Consejo Europeo y hacer mi trabajo«. Fue un golpe con ironía. La estrategia de Meloni Obviamente, Giorgia Meloni sabía que su respuesta sería leída y la calibró a propósito con una fuerza polémica que responde a una estrategia, que Il Sole 24 Ore, el principal periódico económico y financiero de Italia, explicó así: «La derecha pone su punto de mira, más que en los partidos de izquierda -que poco le preocupan al estar muy divididos-, en la oposición que encuentra en la sociedad: Principalmente los sindicatos y los magistrados, pero también una parte del mundo católico». Las peleas con la magistratura y los sindicatos son casi cotidianas, pero también las fricciones con los obispos son casi diarias por el problema de la inmigración. Está todavía muy presente la recriminación que hizo la primera ministra a la Conferencia Episcopal italiana, a finales de mayo. Pidió a los obispos que no se inmiscuyeran en asuntos políticos. Desde el episcopado habían llovido críticas contra Meloni por sus reformas del llamado \'premierato\' (más poderes al primer ministro) y la \'autonomía diferencia\' de las regiones. También en aquella ocasión les lanzó un dardo: «No creo que el Estado Vaticano sea una república parlamentaria», colocando así a los obispos entre los \'adversarios\'. Ese ha sido, más o menos, el trato dispensado ahora a los sindicatos. «Izquierda caviar» y «aceite de ricino»El líder de la CGIL que ya fue muy criticado cuando convocó otra huelga general, en diciembre del 2021, contra el Gobierno de Mario Draghi, eleva ahora su apuesta al plantear que «ha llegado el momento de una revuelta social». Aquella huelga general ocasionó mucha polémica y tuvo un impacto muy limitado. Maurizio Landini, de 63 años, descrito como un líder sindical muy combativo, con un estilo pragmático y a veces conflictivo, ha dedicado su vida al sindicato. Fue el secretario de la Federación de Obreros Metalúrgicos, el ala más dura de la CGIL, antes de hacerse con el mando de la organización sindical italiana más antigua, fundada en 1944, influenciada desde sus inicios por el Partido Comunista Italiano. Hoy la CGIL no está ligada directamente a una fuerza política específica, pero su relación con el Partido Democrático es especialmente estrecha. El PD ha defendido a Landini por el dardo que le lanzó Meloni: « Así deslegitima a los sindicatos », dijo la líder del PD, Elly Schlein, acusándola además de «degradar los derechos sindicales». Inmediata fue la réplica de Meloni: «No sé qué significa eso de degradar los derechos sindicales, derechos que este Gobierno defiende mucho mejor que la izquierda caviar». Rápida fue también la réplica de la líder del Partido Democrático Schlein: «Nunca he comido caviar, pero tampoco puedo tolerar que los trabajadores sean purgados con aceite de ricino». Está por ver el resultado que obtendrá el llamamiento a la \'revuelta social\' de Landini. No parece que vaya a ser seguido por muchos italianos, a juzgar por el hastío que produce la repetición de las huelgas. Este viernes hubo un paro de transporte público local -autobuses, metro y tranvía-. Hubo atascos por todas partes. La ira de muchas personas se reflejó en las redes sociales. Meloni, mediadora entre dos mundosMientras tanto, en esta Europa sacudida por el terremoto político de la llegada de Trump a la Casa Blanca, con el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente francés Emmanuel Macron debilitados políticamente, Giorgia Meloni aumenta su consenso en Italia y se ve reforzada en la escena internacional, según los analistas. En sus dos años de gobierno, Meloni siguió una estrategia de ambigüedad en Europa: dialogó y colaboró con el centroderecha del Partido Popular, pero también mantuvo buenas relaciones con los partidos de derecha patrióticos y soberanistas. Ahora Giorgia Meloni puede convertirse en mediadora, una persona puente entre dos mundos que no se entienden: El populismo antieuropeo de Trump y el mundo antitrumpismo de Europa, que sin embargo tendrán que coexistir. «La corriente dominante europea se verá obligada a negociar con Trump, y la primera ministra italiana, fortalecida en su relación con el nuevo ocupante de la Casa Blanca, también a través de Elon Musk (la primera ministra mantiene con el multimillonario empresario una relación de amistad), podrá actuar como puente, en este caso entre los dos lados del Atlántico», afirma el politólogo Giovanni Orsina, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Luiss de Roma. Así lo afirma también el exprimer ministro italiano, excomisario europeo y senador vitalicio Mario Monti, en una entrevista al Corriere della Sera: «Giorgia Meloni ha comprendido Europa y sus problemas. Es el líder que mejor puede explicar esta realidad a los patriotas, a los soberanistas y a todos los reticentes. La primera ministra puede complementar a la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen y desideologizar los argumentos a favor de una Europa fuerte».