«Fútbol es fútbol». Quien lo dice no conoce a Vujadin Boskov -inolvidable entrenador serbio de cuando el Real Madrid no hacía milagros en la Champions- ni habla del deporte que se juega con el \'foot\', con el pie. Es Jim Rieker, un aficionado de los Pittsburgh Steelers, equipo señero de la NFL, que habla con ABC con una cerveza en la mano en la previa del partido de su equipo contra otro gran clásico, los Dallas Cowboys. Habla, claro, de fútbol americano, un deporte que dentro de EE.UU. pierde el apellido geográfico. Aquí no hay más fútbol que esa partida de ajedrez violenta que se juega sobre todo con las manos, en la que chocan sacos humanos de músculo. En especial, en otoño, cuando se juega la temporada, que apenas dura cuatro meses y que acapara toda la atención del país.Cada cuatro años, el fútbol americano se cruza con las elecciones presidenciales . La recta final de la campaña coincide con los primeros partidos de la temporada. La elección, el próximo martes, se celebra en el ecuador de la liga. La certificación de los resultados -un proceso en el que habrá lío si Donald Trump no gana- se juntará con los \'playoff\'. Pocos días después de que a finales de enero el próximo presidente de EE.UU. jure su cargo en la escalinata del Capitolio, se jugará la Super Bowl, la finalísima.Rieker dice eso de «fútbol es fútbol» para decir que la política no debe tener sitio en él. «Venimos aquí para disfrutar de algo juntos, para unirnos alrededor de nuestro equipo, no para mostrar nuestras diferencias», dice Rieker, que advierte de que él se preocupa mucha por la política, que la sigue de cerca y que incluso este año se ha inscrito como empleado electoral para seguir de cerca el proceso. Va a votar a Kamala Harris. «Pero aquí no estamos para eso», dice desde uno de los aparcamientos a las afueras del estadio de los Steelers en Pittsburgh, en el llamado \'tailgate\', la previa del partido, una experiencia que todo aficionado al deporte debería vivir una vez en la vida.Noticia Relacionada reportaje Si «Solo me fío del resultado si gana Trump»: la mentira del robo electoral dispara la tensión en Georgia Javier Ansorena | Enviado especial a Atlanta (Georgia) Apenas el 28% de los votantes republicanos -frente al 84% de los demócratas- tiene confianza en la fidelidad de los comiciosAquí se siente de cerca la pasión por la NFL. Hay decenas de miles de personas esparcidas en estos aparcamientos, llegados desde el punto de la mañana. Muchos han viajado desde las cuatro esquinas del país. Corren la cerveza barata, los chupitos de tequila. Sube el humo de las parrillas, hay comida para un ejército, los altavoces se tapan unos a otros. Es un océano negro y dorado, los colores de los \'Steelers\', los \'acereros\', el nombre orgulloso de la gran ciudad del acero, un sector en declive desde hace décadas pero que es el pilar de la idiosincrasia de Pittsburgh. Y esto es solo una gota de la afición desmedida por este deporte en EE.UU., que le dedica sus fines de semana: el viernes para los partidos de instituto, el sábado para los universitarios -tan pasionales como los de la NFL-, el domingo para los profesionales. De las cien retransmisiones televisivas con más audiencia del año pasado, 97 fueron partidos de fútbol.«Venimos aquí para disfrutar de algo juntos, para unirnos alrededor de nuestro equipo, no para mostrar nuestras diferencias» Jim RiekerEl estado más relevanteTraducir esa pasión exagerada, aunque solo sea una parte, en voluntad política podría ser un factor decisivo en una elección tan empatada. Sobre todo en sitios como este, en Pittsburgh, la segunda mayor ciudad de Pensilvania, quizá el estado más relevante de la elección. Es difícil que Harris o Trump consigan la victoria si no ganan aquí. Trump perdió este estado en 2020 por 80.000 votos, algo más de la capacidad del estadio en el que juegan los \'Steelers\'. Y lo ganó en 2016 por 44.000.Por eso apareció Trump aquí pocos días después, cuando los \'Steelers\' jugaron contra los Jets de Nueva York. Por eso acudió también a un clásico del fútbol americano universitario, el partido entre la Universidad de Alabama y la de Georgia, que desata la locura en este último estado, también decisivo en la elección. Por eso ha dicho que las nuevas normas introducidas este año son «blandas, como nuestro país se ha hecho blando». Por eso, en respuesta, los demócratas compraron publicidad en carteles gigantescos en el \'tailgate\' de los \'Steelers\' para ese día y volaron una avioneta con un mensaje sobre el partido universitario: «Trump ha dado patada de despeje en el segundo debate», una referencia futbolística a la renuncia del expresidente a volver a debatir con Harris. Y llenan de publicidad los intermedios en los partidos de fútbol.Los aficionados toleran eso. Pero no que las estrellas, los entrenadores o los propietarios abracen posiciones políticas. «Hay un instinto en los aficionados que les lleva a preferir que fútbol y política estén separados», cuenta por teléfono Michael Oriard, profesor emérito de la Universidad Estatal de Oregón y que fue jugador profesional con los Kansas City Chiefs en los años setenta. «En cuanto se mezclan, hay problemas».«Hay un instinto en los aficionados que les lleva a preferir que fútbol y política estén separados» Michael Oriard Exjugador profesionalOcurrió hace unos años con las protestas de algunos jugadores negros, encabezados por el \'quaterback\' Colin Kaepernick, que inclinaban la rodilla durante la interpretación del himno nacional como gesto contra los abusos policiales contra su minoría racial. Aquello desató una oleada de indignación entre los aficionados y acabó por echar a Kaepernick de la liga.Las encuestas aseguran que los aficionados a este deporte están repartidos de manera casi igual entre demócratas y republicanos. Pero hay una apariencia de que ideológicamente está más cerca de estos últimos. La NBA, sin embargo, comparte más con los demócratas. «El fútbol está dominado por ideas de masculinidad, de patriotismo y de devoción por el ejército de EE.UU., aunque le guste a todo el mundo», reconoce Oriard.«Reapropiarse» el fútbolEn esta campaña, los demócratas están tratando de \'reapropiarse\' del fútbol. Harris presentó a su elección para vicepresidente, Tim Walz, gobernador de Minnesota, como \'Coach Walz\' (\'Entrenador Walz\'), porque fue coordinador defensivo del equipo del instituto en sus años como profesor. Walz acudió a un partido de la Universidad de Míchigan, estado decisivo, que tiene el estadio deportivo -la llamada \'Big House\'-más grande del país (el tercero más grande del mundo). En Pensilvania, tanto la vicepresidenta como Trump han conseguido el apoyo de varios exjugadores de los \'Steelers\'.Pero las estrellas en activo, como Patrick Mahomes, guardan silencio. «Estoy seguro de que va con Harris. Pero los jugadores ahora son un producto comercial y él no quiere perderse a la mitad de su mercado», dice Oriard (una diferencia con Lebron James, la última gran estrella de la NBA, que expone a menudo sus posiciones)Pero es difícil blindarse de la política. El gran amigo y compañero de Mahomes en los Chiefs es Travis Kelce, pareja de Taylor Swift, que dio su ansiado apoyo a Harris. Y Mahomes se metió en líos porque su mujer, Brittany, apretó el botón \'me gusta\' en mensajes en redes sociales de Trump.«Callar y jugar», dice de vuelta en el \'tailgate\' Chad Danner, grande como un armario, cubierto de abalorios de los \'Steelers\'. No quiere que sus estrellas apoyen a ningún candidato político, tampoco al suyo. «El fútbol es un tesoro americano, quiero que sea para todos».