Al mezclar la anatomía humana y la ciencia política, hay quien insiste en que los puntos que explican nuestras inclinaciones electorales se sitúan más o menos a un palmo del ombligo . En esa equidistancia que aspira a explicar el comportamiento político como un comportamiento muy humano figuran el bolsillo, el corazón y la entrepierna. Y no por casualidad, todos esos puntos estuvieron presentes en el debate presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump organizado por la cadena ABC en la ciudad de Filadelfia.La noche empezó con la vicepresidenta tomando la iniciativa al acercarse al expresidente para estrecharle la mano. Como ocurrió en 1990 con Ann Richards que llegó a gobernadora de Texas, sólidas carreras se han construido en Estados Unidos a partir de la falta de civismo de algunos políticos que rechazan la mínima cortesía de un saludo. Aunque es sabido que no le gusta que le toque según quién, Trump no repitió el desprecio que tuvo con el catatónico Biden en el debate de junio en Atlanta.Tras ese simbólico momento inicial, Kamala retuvo la iniciativa y Trump quedó a la defensiva. Con el reproche de que ha sido un debate desigual de uno contra tres (su rival demócrata y los dos moderadores no dispuestos a tolerar tanto embuste), toda apunta a que la entrevista de trabajo en la cuna de la democracia americana será la única hasta los comicios del 5 de noviembre , a pesar de la plusmarca de audiencia televisiva.Noticia Relacionada estandar No Taylor Swift aprovecha el debate electoral para anunciar su apoyo a Kamala Harris ABCEl debate empezó por el bolsillo. La consigna «the economy, stupid» no ha perdido su vigencia desde que fuera utilizado por la campaña de Bill Clinton en 1992. Y con la inflación, sobre todo en la cesta de la compra que está destrozando tantos modestos presupuestos familiares, la carestía de la vida en Estados Unidos ha sido un tema obligado y propicio para que Trump exhibiera su populismo económico: salario mínimo, no impuestos para las propinas, más trabas a la concentración de empresas y más proteccionismo comercial. Con algunos puntos copiados y replicados por su rival demócrata.La entrepierna no tardó en aparecer porque en estas elecciones, la cuestión de la primera mujer presidenta de Estados Unidos y el pulso en torno al aborto también son inevitables. Hoy en día, una de las preguntas del millón de dólares en la política americana sigue siendo si Hillary Clinton perdió en 2016 por ser mujer o por ser Hillary Clinton . Ahora, las encuestas confirman que Trump tiene una significativa ventaja en el voto de hombres y Harris en el de las mujeres, más movilizadas que nunca ante la perspectiva de que el aborto en manos de los Estados de la Unión, y no del gobierno federal, termine por ser prohibido sin excepciones.En lo que respecta al corazón, en la ciudad del amor fraternal ha quedado claro una vez más los sentimientos encontrados y las sobredosis de ansiedad que provoca la inmigración en un país construido por inmigrantes. Trump no dudó en repetir patrañas y conspiraciones delirantes, insistiendo en la falsedad inmigrantes haitianos devorando animales de compañía en Ohio. Pero la vicepresidenta Harris no se atrevió a presumir de que gracias a cambios introducidos por la Administración Biden en materia de asilo, se han reducido en un 50% las incursiones por la frontera sur.Finalmente, se puede decir que Kamala Harris ha ganado, aunque sea por puntos, y que Donald Trump no ha perdido. No hay que olvidar que la gran aportación del trumpismo a la política de Estados Unidos ha sido demostrar que se puede ganar la Casa Blanca sin apelar a generosas mayorías ni construir grandes consensos . Y en ese sentido, por mucho que Taylor Swift se haya sumado al bloque de \'all the single ladies\' con gato, Trump en Filadelfia no ha dejado en ningún momento de apelar a su base. Todavía no ha llegado su \'Shake It Off\'.
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