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La eliminación de retratos históricos de Downing Street por parte de Starmer: ¿intención política o gusto personal?

En los pasillos del poder en la residencia oficial de Downing Street, donde la historia británica parece respirar a través de los retratos de sus protagonistas, Keir Starmer ha desatado la polémica al ordenar la retirada de los cuadros de dos figuras relevantes: Isabel I y Sir Walter Raleigh . Desde su llegada al número 10, el primer ministro ha realizado una serie de cambios en la decoración que no sólo han causado revuelo estético, sino que también han encendido la discusión sobre la memoria histórica y los límites del poder de los ocupantes de esta famosa residencia.En un movimiento que ha sido tildado de «extraño» e incluso «antihistórico» por sus críticos, Starmer ha retirado el famoso «Retrato Ditchley» de Isabel I, pintado por Marcus Gheeraerts el Joven en 1592, y una imagen de Sir Walter Raleigh, ambos personajes clave en el expansionismo inglés del siglo XVI. Este cambio ha provocado reacciones inmediatas desde la oposición conservadora, con el exministro Robert Jenrick afirmando que «Isabel I fue una de nuestras líderes más icónicas. Ella es una heroína de la que me encanta hablar con mis hijas». Para muchos, este acto parece un rechazo del legado que ambos representan, en un contexto donde se están bajo la lupa los vínculos de figuras históricas con la esclavitud y el colonialismo.La retirada de estos retratos ha sido reemplazada por una obra completamente diferente: una escena del «Jardín de Crivelli», de la artista luso-británica Paula Rego. La elección no es casual. Rego, conocida por sus interpretaciones feministas y por centrar su obra en mujeres fuertes y valientes, parece encajar con la narrativa progresista que Starmer quiere proyectar. Como dijo un portavoz de Downing Street, «el cambio de obra ya estaba planeado desde antes de las elecciones, para conmemorar los 125 años de la Colección de Arte del Gobierno». Sin embargo, el momento de la decisión y su carga simbólica han sido objeto de escrutinio.Otras retiradasEste no es el primer ajuste en la decoración que realiza el líder laborista, que ya había retirado en cuanto fue elegido premier los retratos de William Ewart Gladstone y Margaret Thatcher. La imagen de la «Dama de Hierro», en particular, fue descolgada de su antiguo estudio personal, donde Starmer ahora se sienta a leer. «No me gusta que las imágenes de otras personas me miren desde la pared. Lo he sentido toda mi vida», confesó Starmer en una entrevista con la BBC, en la que dejó claro que su aversión es más bien un asunto psicológico.Pero, ¿hasta qué punto puede un primer ministro modificar el interior de la residencia oficial? Desde 1735, Downing Street ha sido no sólo la sede del Gobierno británico, sino también el hogar de sus primeros ministros. Cada nuevo inquilino tiene derecho a hacer cambios estéticos, utilizando un presupuesto público de 30.000 libras anuales para redecorar las áreas privadas. Para algunos, como Boris Johnson y su «Wallpaper Gate», esta cifra resultó insuficiente, y llegó a la desorbitada suma de unas 200.000 libras en reformas para la residencia que incluye el apartamento del número 11.A nivel práctico, los cambios más profundos suelen suceder en la zona privada del complejo, sobre todo en los apartamentos, mientras que las zonas de trabajo y protocolo, como las salas donde se reciben a líderes mundiales, cuentan con obras que pertenecen a la Colección de Arte del Gobierno o que están en préstamo de museos como la National Portrait Gallery o la Tate. Estas piezas rotan periódicamente, pero las decisiones sobre qué obra cuelga en qué pared pueden reflejar mucho más que el simple gusto estético del primer ministro de turno y suponer toda una declaración de intenciones políticas.Relación entre política y memoriaSin embargo, las críticas a Starmer no sólo provienen del ámbito conservador. Entre algunos comentaristas culturales, existe el temor de que estos movimientos den pie a una relación incómoda entre política y memoria. ¿Es prudente que los líderes temporales del país puedan retirar símbolos de la historia nacional por preferencia personal? Al fin y al cabo, Downing Street no es una vivienda cualquiera, sino un símbolo del país, cargado de historia y tradición.Lo que queda claro es que Starmer no es el primer ni será el último primer ministro en hacer de la residencia un reflejo de sus preferencias personales y políticas, algo que no está prohibido en ninguna parte y a lo que tienen derecho. Winston Churchill llenó las paredes de cuadros bélicos, mientras que Tony Blair, en su momento, priorizó el arte contemporáneo británico.Quizá, en su deseo de evitar que las figuras históricas lo «miren fijamente», de un modo que no le gusta, Starmer está en parte buscando liberarse del peso simbólico de una historia que, aunque gloriosa para algunos, sigue siendo incómoda para otros. Y en definitiva, como dijo Jack Brown, un ex investigador residente en el número 10, la de la residencia oficial «es una dinámica extraña. Es tanto un lugar de trabajo como familiar… y es importante para el primer ministro que él y sus familias se sientan cómodos allí».

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