Con menos de cuarenta días hasta las elecciones, la situación se complica para Kamala Harris . Aunque estrategas y asesores coreografian hasta el más mínimo detalle, las últimas semanas de una campaña presidencial son especialmente vulnerables a los sobresaltos exógenos. Justo en la recta final en la carrera hacia la Casa Blanca, cuando apenas queda tiempo para reaccionar, lo imprevisible desborda lo táctico para convertirse en estratégico. Esta delicada intersección entre calendario y resultados es lo que se conoce en el paranoico estilo de la política americana como la «sorpresa de octubre». El origen de la expresión se remonta a las presidenciales de 1980. Ronald Reagan temía que un acuerdo en el último momento para liberar a los estadounidenses retenidos en Irán pudiera facilitar la reelección de Jimmy Carter . Sin embargo, los rehenes fueron liberados minutos después de la toma de posesión de Reagan. Y desde entonces, se asume que la política exterior no ayuda a ganar, pero sí a perder la Casa Blanca. Junto al riesgo de que los rusos rompan el frente en el Donbás, la peor sorpresa de octubre para la candidatura de la vicepresidenta sería una guerra total entre Israel y Hizbolá. Los precios del petróleo se dispararían y se esfumaría la confianza en los consumidores generada por la Reserva Federal con el reciente recorte de medio punto en los tipos de interés. Y, sobre todo, Trump tendría una oportunidad perfecta para argumentar que con Biden y Harris el mundo se ha ido al infierno.Noticia Relacionada reportaje Si Springfield, Ohio: bulos y tensión migratoria en el corazón de América Javier Ansorena | Enviado especial a Springfield (Ohio) Hasta ahora, la vicepresidenta ha logrado que el conflicto en Oriente Medio no fuera un obstáculo. «Gaza» fue la palabra que los demócratas no se atrevieron a mencionar en su convención de Chicago. Pero esa interesada omertá acabaría en el Líbano. Al dejar en evidencia la recurrente política seguida por la Administración Biden desde la matanza perpetrada por Hamás: EEUU proporciona a Israel todas las armas y el apoyo internacional que necesita, mientras que Netanyahu ignora sus esfuerzos de mediación, peticiones de contención o de modificar sus tácticas militares.