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Nicolás Pascual de la Parte, diplomático y eurodiputado: «Si Trump se retira de Ucrania, Europa necesita al menos un plan B»

Como diplomático, Nicolás Pascual de la Parte (Cieza, Murcia, 1959) tiene una de las biografías más intensamente vinculadas a la Defensa europea, sobre todo con distintas atribuciones en el Comité Político y de Seguridad del Consejo de la UE o como Embajador para asuntos de Ciberseguridad y Amenazas Híbridas. Siendo Embajador de España en la OTAN asistió a la primera cumbre de la Alianza en la que intervino Donald Trump como presidente estadounidense en 2018. Actualmente es eurodiputado en las listas del Partido Popular Europeo (PPE) y defiende la necesidad de crear una estructura militar propia para la UE.—¿Como fue aquella cumbre de julio de 2018 y la primera visita de Trump a la OTAN?—Fue la primera cumbre de la OTAN a la que asistió Trump y también la primera a la que asistió Pedro Sánchez. Ahí se descubrió un poco el Trump mas iconoclasta, porque vino a exigirnos y en particular a la entonces canciller alemana Angela Merkel, que se rascase el bolsillo. En el Consejo, los turnos de palabra los da el secretario general con un orden que se basa en el PIB de cada país. España, por ejemplo, está en el turno del numero 7. Pero Trump hablaba cuando le tocaba y cuando le daba la gana, sin respetar reglas ni turnos, y se enfocó en la canciller Merkel, le dijo que gastaba poco en Defensa y que eso era inaceptable. Cuando se levantó y quiso abrazarla, Merkel se negó a tener ese gesto con alguien que le había estado atacando tan duramente. Fue una cumbre llena de anécdotas en ese sentido, pero estaba claro que lo que vino a decir es que o nos poníamos las pilas y pagábamos lo que nos correspondía o teníamos que asumir las consecuencias.—Y ahora, ¿qué debemos esperar de un segundo mandato?—Pues en este aspecto de los gastos de Defensa, creo que lo que entonces era un techo, el objetivo de llegar al 2% de gastos militares, se convertirá en un suelo; es decir, que tengamos que ir más allá, al 3% o al 4%. Porque, fuera de la liturgia de las cifras, es evidente que tenemos que gastar más en Defensa. No porque lo diga Trump y estemos pendientes de los resultados electorales en Michigan, sino porque lo necesitamos independientemente de quién sea el presidente norteamericano. En Europa tenemos muchos problemas a nuestro alrededor y ya se han terminado lo que se llamaron los dividendos de la paz que creíamos que se producirían cuando se desintegró la Unión Soviética. Todo los países redujeron sus presupuestos de Defensa, empezando por Alemania, que en la Guerra Fría gastaba el 3,2% y el 3,4% del PIB en Defensa y lo redujo a la mínima expresión, al 1 %. La guerra de Ucrania ha acabado con esta ensoñación. Ahora sabemos que el mundo es un sitio peligroso y EE.UU. ya no está en condiciones de seguir siendo el pagano de la Defensa occidental; y Europa tiene que asumir sus responsabilidades, porque está en una situación muy problemática con un arco de crisis que viene desde Rusia hasta Oriente Próximo y el Sahel. Tenemos que empezar a ser adultos y asumir nuestra propia seguridad. Por interés propio, no porque lo diga EE.UU.— Particularmente en el caso de Ucrania, el entorno de Trump empieza a decir que va a intentar imponer una negociación para detener la guerra pactando con Putin, lo que es lo contrario de lo que estamos defendiendo.—No sabemos los términos, pero parece evidente que con la llegada de Trump la cosa va a cambiar. Tendríamos que empezar a asumir que va a haber una negociación por encima de nuestras cabezas, y las de los ucranianos. Pero en este caso también deberíamos tener un plan B; es decir, para que podamos decidir si queremos y si podemos seguir apoyando a Ucrania con independencia de si EE.UU. se desengancha. Ese debate no se ha hecho ni en la OTAN ni en la UE y estamos al albur de lo que decidan Trump y Putin. Dicen que serían del modelo paz por territorio, pero yo insisto en que ésta no es una guerra por territorio. A Rusia, que es el país más grande del mundo, le sobra el territorio. Es una guerra ideológica contra occidente y sus principios. Lo que pasa es que muchos lideres occidentales no lo han visto así, creen que es una guerra territorial y no lo es. Lo que Putin no puede admitir es que hubiera una democracia liberal en sus puertas, en Ucrania, que fuera una tentación para su propia población. —¿Entonces ha sido buena idea crear un comisario de Defensa?–Sí, porque necesitamos una voz para identificar nuestras necesidades comunes, para definir cuáles son los mecanismos para financiar esa Europa de la defensa. Todo eso sin tener un comisario específico no se puede hacer. Con independencia de lo que le dejen hacer a Andrius Kubilius, que es una persona muy adecuada para el puesto y que fue dos veces primer ministro de Lituania, yo creo que ha sido la decisión correcta. Es más, creo que sería necesario que en el Consejo se crease también el formato de las reuniones específicas de los ministros de Defensa, que ahora solo se reúnen apoyados por los de Exteriores, pero no tienen una reunión específica como sí existe en la OTAN. Y yo creo que las decisiones en este campo las tendrían que tomar los ministros de Defensa en su propia reunión. Si queremos ser serios y construir una Europa de la Defensa tendremos que tener una reunión específica y regular de los ministros de Defensa, porque si no lo hacen ellos, nadie más puede hacerlo. En la OTAN me di cuenta de que las decisiones estratégicas, de mando y control o generación de fuerzas, las toman los ministros de Defensa. Necesitamos un pilar europeo de la Defensa, que esté integrado en la OTAN, por supuesto, pero que pueda funcionar de forma autónoma en los conflictos en los que nosotros estamos más interesados como en el norte de África, el Sahel, Oriente Próximo... Tenemos que hacerlo y tenemos poco tiempo. O lo hacemos ahora que hemos visto las orejas al lobo, o nunca.—De todos modos, da la sensación de que la elección de la nueva Alta Representante, la estonia Kaja Kallas, y el comisario de Defensa, que es lituano, son nombramientos que encajaban mejor con la época de Biden que con la que puede emprender Trump...—Los dos nombramientos no son casualidad, por supuesto; se trata de un mensaje claro a Putin por parte de Ursula Von der Leyen para que quede claro que vamos en serio en lo de la Europa de la Defensa y en nuestro apoyo a Ucrania. Es verdad que Trump puede cambiar la política norteamericana, pero yo soy de los que piensa que con independencia de lo que haga Washington, Europa tiene que tener su propia política exterior. Somos socios y aliados, por supuesto, pero no podemos depender exclusivamente de lo que diga el presidente norteamericano. Los europeos debemos tener nuestro propio mensaje respecto a Ucrania.—Pero, ¿podemos hacerlo en estos momentos? ¿podemos solos?—Económicamente sí, militarmente me temo que ahora no. El problema es que en tiempos de guerra lo que importa son los cañones. Pero creo que al menos deberíamos plantearlo, ver cuáles son las posibilidades reales, no creo que sea bueno asumir automáticamente lo que pueda decidir Trump. Con un esfuerzo por parte de Europa y el Reino Unido podríamos al menos ver hasta dónde llegamos, sabiendo que hay campos como el de la inteligencia por satélite o los sistemas antiaéreos que solo los tiene EE.UU. Pero habrá que tener un plan B, habrá que reunirse y decidir cuáles son las posibilidades, porque las consecuencias de la guerra las tendremos que pagar nosotros, porque independientemente del tema territorial hay que decidir qué se hace con Ucrania, si se mantiene neutral, si como hemos prometido se le deja entrar en la OTAN y la UE o Putin va a tener derecho de veto y en ese caso, ¿cómo se garantiza la seguridad de ese país para que no sea atacado nuevamente dentro de cinco años?—Tal vez si la UE cambia su política de apaciguamiento con China y apoya a Trump en el Pacífico podríamos convencerlo de que mantenga el apoyo a Ucrania.—No es una mala idea, sería bastante razonable asegurar a EE.UU. el apoyo militar de los países que tenemos esa capacidad y sobre todo el apoyo político contra las ambiciones chinas a cambio de que mantenga su presencia en Ucrania. Pero por ahora las tensiones con China están solo en el campo económico. Trump fue quien en su primer mandato ya empezó a imponer tarifas aduaneras y ya ha dicho en la campaña que va a subir los aranceles a muchos productos chinos. También a Europa, pero en el caso de China tiene otro cariz y si los chinos ven que EE.UU. estrangula sus canales comerciales, puede aumentar a su vez las tensiones y ni Trump –ni nadie en Washington– tampoco puede aceptar que China se convierta en la primera potencia económica.—¿La entrada de Corea del Norte en la guerra de Ucrania sería una expresión de esa alianza de enemigos que rodean a Rusia, Irán, y todo eso envuelto en los Brics?—A todos ellos les une un pegamento negativo, que es el odio a Occidente y a la libertad. Entre ellos las relaciones no son buenas, no pueden crear una moneda común o una entidad financiera que sustituya al FMI, es una alianza antioccidental muy fuerte, pero débil en su interior. La intervención por ejemplo de Corea del Norte en Ucrania parece más un símbolo de la debilidad de Putin, que ya no puede reclutar a más soldados en Asia Central y tiene problemas de tropas. Y en cuanto a Irán, ya se ha visto que no se atreve a una guerra directa con Israel y que la ofensiva de Netanyahu va a redefinir toda la zona de Oriente Próximo.

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