La virulencia demostrada por Israel contra los cascos azules desplegados por Naciones Unidas en Líbano es el último capítulo en el pulso del Gobierno de Netanyahu contra el imperio de la ley. Dentro de esta preocupante escalada de ilegalidad (nacional e internacional) no se puede ignorar que el sueño sionista se convirtió en Estado gracias a la ONU y el Plan de Partición de Palestina aprobado por la Asamblea General el 29 de noviembre de 1947, con la esperanza de que judíos y árabes aceptasen que media hogaza de pan es mucho mejor que nada. La historia de los vetos ejercidos por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad ayuda a explicar el actual desafío de Israel. Inicialmente, la URSS acumuló una plusmarca de vetos. Hasta el punto de boicotear al Consejo de Seguridad, lo que permitió que la intervención occidental en Corea fuera bajo bandera de Naciones Unidas. Sin embargo, a partir de los sesenta, el campeón de los vetos pasó a ser EE.UU., en buena parte para defender a Israel de la hostilidad de los nuevos miembros de la ONU generados por el proceso de descolonización. Este blindaje diplomático no ha hecho más que alimentar la perniciosa idea de que Israel puede situarse sin consecuencias por encima de la legalidad internacional. Hasta el punto de que Netanyahu se permita exigir la inmediata la retirada de los soldados de UNIFIL (despliegue al que España aporta más de 650 militares) por considerarlos «rehenes de Hizbolá». Sin embargo, ese consentido excepcionalismo parece haber tocado techo en el último año con el caso por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU.Noticia Relacionada estandar No Israel asalta una base de los cascos azules y gasea a las fuerzas internacionales en Líbano Mikel Ayestaran | Enviado especial a Beirut En realidad, Netanyahu no está solo en la ofensiva contra el imperio de la ley en Israel. El primer ministro, acusado de múltiples cargos de corrupción, busca su amnistía forzando que una mayoría parlamentaria pueda nulificar decisiones del Supremo. Los colonos judíos aspiran a blanquear sus asentamientos ilegales en tierras palestinas. Y los ultraortodoxos también desean mantener sus privilegios de paguitas y exención del servicio militar.