La decisión de Donald Trump de disolver la agencia de ayuda al desarrollo en el exterior, USAID , reducirá la vinculación de Estados Unidos con diversos países y restará esfuerzos internacionales para la mejora de las condiciones de vida en distintos lugares. Esto afectará a la singular relación de Washington con su entorno geográfico: en Latinoamérica puede significar un aumento de la influencia de China , al restringir EE.UU. su papel, y una agudización de las condiciones que impulsan la emigración hacia territorio estadounidense.Es posible que Estados Unidos no se quede solo en la reducción de la ayuda al desarrollo en el mundo, aunque otras potencias eviten hacerlo con las malas maneras de Trump. El Reino Unido también ha anunciado que, para poder afrontar un incremento del gasto militar, tendrá que restar su gasto social dentro y fuera de sus fronteras, y posiblemente este será el modo que tendrán otros países europeos para cuadrar sus cuentas al tiempo que dedican más presupuesto a defensa.El Tío Sam no saca dólares de su billetera, tampoco en lo que afecta a programas de ayuda humanitaria, con un afán meramente altruista (igual ocurre con las demás potencias). De la promoción social en los países de su entorno continental, Estados Unidos también ha obtenido beneficios: una indiscutida influencia regional —no siempre acompañada del aplauso de las opiniones públicas nacionales, dada la compleja relación de Washington con sus vecinos—, y una reducción de la emigración hacia suelo estadounidense cuando los programas han sido bien implementados.Noticia Relacionada Elecciones en Ecuador estandar Si La derrota correísta remata las opciones bolivarianas en Iberoamérica Emili J. BlascoEl secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio , se ha comprometido a acoger directamente en su departamento algunos de los programas que se venían ejecutando desde USAID, por lo que aún es pronto para realizar una valoración definitiva del impacto de la desaparición de esa agencia. Latinoamérica no era la región receptora de mayor ayuda, pero los 2.300 millones de dólares adjudicados en 2024, del total de 44.000 millones que manejó la agencia, constituían un importante apoyo para numerosas políticas, por lo que indudablemente estas se verán perjudicadas.De su presupuesto anual para todo el mundo, en el último año USAID dedicó 16.800 millones de dólares a programas de mejora de la gobernanza, 10.500 millones a ayuda humanitaria y 7.000 millones a programas de salud. Estas cifras indican dos cosas: que ciertamente la agencia destinaba importantes fondos a cuestiones no estrictamente humanitarias y que, por tanto, la eliminación de muchas de sus actuaciones tendrá un impacto directo en el bienestar de poblaciones asistidas menor del que cabría esperar a la luz del monto global; y que la ayuda a la gobernanza, con ser cuestionable en algunas de sus líneas por una excesiva ideologización (como la promoción de la cultura «woke»), constituía una aportación notable de Estados Unidos al desarrollo institucional de otras naciones, algo que en principio se supone que redundaba en la estabilidad política, social y económica de ellas.Por lo que se refiere a países específicos, en el caso de Latinoamérica los que más ayuda recibieron en 2023 fueron Colombia (316 millones de dólares), Haití (205) y Venezuela (205), seguidos de los tres del Triángulo Norte centroamericano: Guatemala (178), Honduras (144) y El Salvador (138). Luego estuvieron Perú, México, República Dominicana y Ecuador; no recibieron ningún fondo de USAID Argentina y Uruguay.El final de muchas de esas partidas puede suponer una oportunidad para que China intente ganar terreno en algunos de esos países. Precisamente para competir con las inversiones estatales chinas en el mundo, Washington ya remodeló en 2019Su propio instrumento de financiación pública en el exterior con la creación de la agencia DFC (Development Finance Corporation). No obstante, hasta ahora no se había tomado muy en serio esa rivalidad con China, y en concreto en Latinoamérica las inversiones de la DFC han decrecido. Estados Unidos solo parece reaccionar, y lo hace de modo abrupto tras haber descuidado la relación con sus aliados, cuando esa presencia china se convierte en una posible amenaza para su seguridad, como ocurre con los crecientes intereses de Pekín en Panamá.Por otra parte, las redadas de Trump en Estados Unidos para detener y expulsar inmigrantes ilegales, así como la militarización de la frontera con México, han tenido un efecto disuasorio en quienes pensaban ponerse en camino para entrar en EE.UU., de manera que los intentos de entrar ilegalmente en el país se han reducido drásticamente. No obstante, las condiciones socioeconómicas y de violencia que explican el fenómeno migratorio, sobre todo en los países de la cuenca del Gran Caribe, siguen estando ahí y mientras el nivel de vida no mejore sensiblemente en ellos la presión migratoria sobre EE.UU. puede reactivarse en cualquier momento. Estudios han demostrado que en el caso de Honduras los programas de ayuda que promovieron sobre todo las Administraciones de Obama y Biden supusieron una reducción en el número de hondureños que marcharon a EE.UU., mientras que aumentó en el primer gobierno de Trump (fuera del periodo excepcional del Covid) cuando este redujo esas ayudas, como las destinadas al programa «Regreso seguro».