«Acabamos de empezar». Los primeros 100 días del regreso de Donald Trump son, según sus propias palabras, un éxito rotundo, un renacimiento, casi una refundación de Estados Unidos y a la vez los cimientos para un cambio aún mayor. «Nada me parará», añadió.Así lo proclamó aquí en Detroit en un discurso celebratorio , frente a una multitud entregada que, por su entusiasmo y eslóganes, parecía más un público de campaña que de gobierno. «¡Cuánto os he echado de menos!», les dijo el presidente con tono afectuoso, sabiendo bien que pocos escenarios le resultan tan cómodos como un mitin entre vítores, mucho más que el rigor del Despacho Oval.Trump no solo ha retomado el poder; ha desatado una presidencia sin frenos, sin límites visibles, rebosante de decretos, desafíos judiciales y cambios por la vía rápida. Para los seguidores reunidos en esta celebración, donde las banderas ondean como estandartes de batalla, Trump no solo gobierna: redime, lidera y combate.Su tono era pugilístico. Recuperó los grandes éxitos de su campaña: «me han investigado más que a Al Capone», «el dormilón de Joe Biden estaba a favor de la delincuencia», «he ordenado por decreto que los cabezales de ducha vuelvan a tener chorros de agua potente», «a partir de ahora sólo hay dos géneros, mujer y hombre».Noticia Relacionada estandar Si 100 días en la corte del rey Trump David Alandete | Corresponsal en Washington El presidente inaugura una nueva fase de poder imperial en la Casa Blanca, mandando por decreto y arrollando al legislativo y al judicialA pesar de las provocaciones, en esta nave industrial de Michigan, todo tenía el aire de una liturgia : gorras con su nombre, chaquetas con su rostro, pancartas con el lema «USA» y una devoción absoluta por un líder que ya no promete «hacer América grande otra vez», sino que lo da por hecho. Un gran cartel tras el escenario lo decía todo: «Grandeza Americana». Trump eligió un lugar simbólico para este revival de sus mítines. El condado de Macomb, de clase trabajadora, es corazón de la industria automotriz. Aquí viven más de 880.000 personas, muchas ligadas a Ford o General Motors. Fue clave en su victoria de 2016, y volvió a imponerse en 2020 y 2024, esta última vez con el 55% del voto . Esta es tierra de fábricas, sindicatos y conservadurismo cultural. Y también un termómetro político: lo que pasa aquí, resuena en todo el país.La estética del mitin era inconfundible. Explosión de un rojo que ya es patrimonio de Trump, banderas ondeando, camisetas con mensajes como «Trump 2028» (hay quien le implora que se salte las limitaciones constitucionales) o «Pelea, pelea, pelea» (las palabras que dijo tras sobrevivir al atentado contra su vida de hace un año).Blake Parnell, 60 años, vino desde California . Recorrió 2.400 millas en tres días para estar en primera fila. «El ritmo de cambio es vertiginoso», dijo. «Está cumpliendo con todo lo prometido. Y por fin los jueces están fuera del camino. La guerra judicial no puede impedirle gobernar».Blake Parnell ABCEn efecto, la actividad del Ejecutivo es frenética. Trump ha firmado más de 140 órdenes ejecutivas en sus primeros 100 días, más que ningún otro presidente en la historia moderna. Superará pronto las de todo el primer mandato de Obama. Algunas son simbólicas, otras audaces: reducir departamentos federales, invocar la Ley de Extranjeros Enemigos para deportaciones, suspender fondos, bloquear agencias. Más de 200 demandas ya han sido presentadas contra su administración.Pero en este pabellón nadie habla de eso. Aquí se siente que por fin hay alguien «haciendo lo que hay que hacer». Michele Greenan, 53 años , lleva una gorra rosa de «Mujeres por Trump» y sonríe sin parar. «Por fin están pasando cosas. Se acabaron las viejas mentiras. Todo lo que soñé se está haciendo realidad».Michele Greenan ABCGreenan se define como feminista. Cree que Trump es quien mejor ha defendido a las mujeres. «Un hombre es un hombre, una mujer es una mujer. Las mujeres deben competir con mujeres. Él lo entiende. Además, está limpiando el sistema, acabando con los despilfarros, las vacunas obligatorias, las teorías locas sobre el clima. Estamos volviendo a lo real, lo natural».Trump se reivindica sin complejos . Tras haber sido acusado y condenado en un caso de agresión sexual, hoy se declara abiertamente como pro-mujer. «El sistema es corrupto, pero nosotros lo vamos a limpiar», dijo, mientras saludaba desde el escenario a algunos de sus colaboradores más leales, a los que agradeció uno por uno. Un reconocimiento público de que los dramas del primer mandato —ceses, divisiones internas, traiciones— son para él un mal recuerdo superado.Amy Lee, 63 años , llegó desde Vietnam en 1983. Apoya a Trump desde 2016. «La primera vez tenía muchos traidores alrededor. Ahora tiene un gran equipo. Y está cuidando la frontera. Los criminales están siendo deportados. Todo el mundo es bienvenido, pero que vengan legalmente».Amy Lee ABCEl presidente, de hecho, quiso agradecer en su discurso a algunos de esos asesores y subalternos, a los que hasta hizo subir al escenario para bañarles brevemente de aplausos. Stephen Miller , uno de sus principales asesores, le calificó como «el presidente más influyente de la historia de la república». El público coreaba «¡2028! ¡2032!», y Trump se sonreía, como quien no quiere, pero emocionado.La desconexión con la realidad estadística es evidente. Según el sondeo conjunto de The Washington Post, ABC News e Ipsos, solo el 39% de los adultos aprueba la gestión de Trump. El 55% la desaprueba, la cifra más baja para un presidente en sus primeros 100 días desde que hay registros. Las críticas se concentran en inmigración, economía, relaciones exteriores, tarifas e incluso en su gestión del gobierno federal.Pero Trump, desde el escenario, lo despachó con una mueca: «Tienen una encuesta. Una encuesta loca . Probablemente falsa también, así que no lo sé. Pero por primera vez dicen que el país va en la dirección correcta. Nunca había pasado. No sé por qué».En Macomb, esa sensación es real. Aquí se siente que la misión ha comenzado de verdad. Y cuando Trump subió al escenario, con sus gestos de siempre y la música atronando, la sala estalló. Y él dijo: «No vamos a perder tiempo».