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Internacionales

Veinte años en China: de la globalización a la Nueva Guerra Fría

Ese viernes, 20 de septiembre, amaneció gris y lluvioso por los coletazos del tifón Bebinca que azotaba Shanghái , el más potente de las siete últimas décadas. Tras varias jornadas de calor húmedo y bochornoso, aquel primer día propiamente otoñal, lluvioso y melancólico, acompañaba a la perfección para lo que tenía que hacer esa mañana. Después de dos décadas en China , ese viernes expiraba mi permiso de residencia y tenía que entregar al Ministerio de Exteriores mi tarjeta de prensa como corresponsal de ABC .Aunque ya llevaba un par de años como corresponsal volante y mis estancias en China se habían acortado, había podido mantener y renovar anualmente mi tarjeta de prensa. Pero esta vez ya no iba a hacerlo por dos motivos. Uno familiar: volver a España para estar más cerca de mi madre, que tiene ya 86 años. Y otro profesional: incorporarme a la Redacción de ABC en Madrid.Con tristeza por cerrar el mejor y más feliz capítulo de mi vida, tanto personal como laboral, me encaminé al Ministerio de Exteriores bajo la lluvia. Me alojaba en un hotel bajo el fálico rascacielos del Diario del Pueblo , que ejerce de Ministerio de la Verdad al ser el altavoz del Partido Comunista chino, y eran tres kilómetros a pie a lo largo de la calle Chaoyang . El mismo recorrido que había hecho tantas veces cuando vivía en mi piso de la calle Guang Hua . Hace dos décadas, mi edificio, Sunshine 100 , era de los más altos al tener 38 plantas, menos las que acaban en 4 por ser el número de la muerte para los chinos , uno de los pueblos más supersticiosos del mundo. Hoy se ha quedado pequeño bajo los rascacielos que han proliferado en dicha calle. Entre ellos figuran la Torre Citic , la más alta de Pekín con 528 metros, la futurista sede de la televisión estatal CCTV , las fases 2 y 3 del World Trade Center y la docena de imponentes rascacielos que siguen creciendo alrededor, cuyas fachadas de cristal centellean al anochecer con espectaculares luces de colores.Noticia Relacionada reportaje Si Logros y amnesia: China a los 75 según China Jaime Santirso | Corresponsal en Pekín El Partido Comunista reescribe su particular historia oficial mientras celebra el aniversario de la fundación del país, con Taiwán por gran cuenta pendienteNinguno de ellos existía cuando llegué a Pekín en 2005. Entonces, uno de los edificios más altos de la zona era la E-Tower , donde iba a clases de mandarín en la Academia Qiao . Hoy es diminuta en comparación con los gigantes de acero y vidrio que se alzan alrededor y he visto crecer día tras día, con los turnos de obreros trabajando las 24 horas y relevándose al amanecer cuando volvía a casa de fiesta con alguna amiga en esta ciudad que nunca duerme, O, al menos entonces, dormía tan poco como yo. Mi calle, Guang Hua, es el mejor y más vistoso ejemplo de los frenéticos y radicales cambios que ha vivido China durante estas dos últimas décadas. Pero no son los únicos.Cuando llegué a Pekín en enero de 2005, China había reemplazado a Italia como sexta economía mundial y ese año superaría de un plumazo a Francia y el Reino Unido para convertirse en la cuarta. Tras rebasar a Alemania en 2007 y a Japón en 2010, hoy es la segunda potencia del planeta y amenaza la hegemonía global de Estados Unidos . A tres años de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 , aquella era una China abierta al mundo y la globalización. Hoy lidera la Nueva Guerra Fría contra EE.UU. y Occidente junto a la Rusia de Putin , a quien Xi Jinping dijo en marzo del año pasado, al término de su viaje de Estado a Moscú , que «estamos viendo cambios que no se han visto en cien años, y los estamos haciendo juntos».Una estampa muy distinta a la de hace dos décadas, cuando China estaba tan de moda que dos aerolíneas españolas pusieron en marcha los primeros vuelos directos entre Madrid y Pekín, que por cierto duraron bastante poco. Aunque llegaban llenos de turistas españoles que abarrotaban el Mercado de la Seda y el Mercado de las Perlas para comprar copias falsificadas de relojes, bolsas y ropa de marca, fracasaron por las trabas que les pusieron las autoridades locales para vender sus billetes a los viajeros chinos en las agencias de este país. Al final, y como suele pasar en China, sus compañías estatales se quedaron con el negocio.En el distrito de negocios de Pekín han crecido como setas los rascacielos durante las dos últimas décadas PABLO M. DÍEZTras su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, el gigante asiático se había convertido en la «fábrica global» y sus baratísimos productos ya inundaban los mercados de todo el planeta. En aquel entonces, la guerra comercial era por el textil, cuya industria estaba siendo desmantelada en Europa y EE.UU. por la deslocalización de sus empresas a China. Sus firmas no tenían rival porque pagaban sueldos mensuales que oscilaban entre 500 y 1.000 yuanes (entre 46,9 y 93,9 euros al cambio de entonces) por jornadas de trece horas y un solo descanso cada diez días, como comprobé en una visita organizada por el gobierno a la fábrica de la marca Hubao en la industrializada provincia de Zhejiang .Las negociaciones para poner fin a la guerra textil , que eran más fáciles con la UE que con EE.UU., las llevaba el entonces ministro de Comercio chino, Bo Xilai . Carismático y desenfadado, le espetó a su homólogo comunitario, el comisario británico Peter Mandelson , que China necesitaba venderle a Europa 800 millones de camisetas para poder comprarle un avión Airbus A-380. Y, cuando finalmente llegaron a un acuerdo, hasta le regaló sonriente una camiseta ante las cámaras de televisión.Pablo M. Díez muestra su última tarjeta oficial de prensa como corresponsal de ABC en China Jaime SantirsoEn la actualidad, China ya es capaz de construir sus propios aviones y trenes de alta velocidad y la nueva guerra comercial es por los vehículos eléctricos, lo que da buena cuenta del progreso de su industria. Hablando de coches, los taxis de aquella época eran los destartalados Citröen Dongfeng 988. Aunque la firma francesa sigue produciendo en su fábrica de Wuhan , hoy se ven muchos menos de sus automóviles y casi todos los taxis son coches eléctricos de marcas chinas. Algunas de las que visité entonces, cuando empezaban a rodar, son punteras hoy. Es el caso de BYD , el mayor fabricante privado de vehículos eléctricos en China, o Geely , que pasó de producir coches pequeños y baratos a comprarle Volvo a Ford en 2010 por 1.800 millones de dólares (1.300 millones de euros). El lujo en aquella época lo simbolizaban los Audi A6 negros que tanto gustaban – y gustan – a los gerifaltes del Partido Comunista. Hoy son habituales entre la ya abundante clase media urbana junto a otros modelos de alta gama, sobre todo Mercedes , sin duda el coche favorito de los chinos con dinero.La misma zona del distrito de negocios de Pekín en 2011, cuando se preparaban los solares para construir una docena de rascacielos PABLO M. DÍEZOtro de los mayores cambios ha sido el de los teléfonos, ya que el mejor móvil de aquella época anterior a los \'smartphone\' era el diminuto y rudimentario Nokia 3310 , que costaba entonces una fortuna: 1.000 (menos de cien euros al cambio de 2005). Y la marca Huawei , hoy famosa en todo el mundo y que llegó a rivalizar con los iPhone hasta que Trump le impuso sanciones, solo la conocían los ingenieros de grandes teleoperadoras que ya empezaban a comprarle sus avanzados equipos. El alquiler de mi apartamento, que empezó por 3.000 yuanes (270 euros al cambio de 2005), acabó en 10.000 yuanes (1.300 euros al cambio actual). En la indumentaria masculina, entonces primaban los tonos oscuros y, en invierno, hasta los amplios abrigos militares de color verde oliva, que perduraban de la época maoísta. Las chicas, \'princesitas\' siempre mucho más refinadas que los hombres, ya empezaban a lucirse con vestidos vaporosos y a enseñar piernas con los \'minipantalones\' del verano, pero estaban todavía lejos de los vanguardistas \'looks\' con que los chinos más \'fashion victim\' nos deleitan hoy en los locales de moda de Pekín o Shanghái .Volviendo al ministro Bo Xilai, hoy lucha contra el cáncer mientras cumple cadena perpetua en una cárcel porque fue uno de los primeros purgados antes del traspaso de poder del presidente Hu Jintao a Xi Jinping en 2012. Su caída desató un sonado escándalo que desveló la vida disoluta de la cúpula del régimen por la muerte de un empresario británico, Neil Heywood , que era amante de Gu Kailai , la esposa de Bo Xilai, y ayudaba a la pareja a sacar de China la fortuna que habían amasado con la corrupción.Las purgas se han sucedido desde entonces a medida que Xi Jinping consolidaba su poder absoluto y eliminaba el límite de diez años para el mandato presidencial, perpetuándose en el cargo y erigiéndose en el dirigente más autoritario desde Mao. Al mando de Xi, China ha pasado de ser una dictadura colectiva consensuada por las distintas ramas del Partido Comunista a una personalista, como en la desastrosa época del \'Gran Timonel\' . De las caídas en desgracia no se ha librado ni su antecesor, Hu Jintao, como vimos en persona cuando fue sacado a la fuerza del XX Congreso del Partido Comunista celebrado en octubre de 2022. Mientras el guardaespaldas de Xi tiraba de Hu para bajarlo del estrado, tras resistirse un par de minutos mientras los 2.300 delegados miraban impertérritos al frente, el expresidente posó su mano sobre el hombro de uno de sus aliados, el entonces primer ministro Li Keqiang . Siete meses después de dejar el cargo, Li Keqiang fallecía en octubre del año pasado de un fulminante infarto durante un viaje a Shanghái.El expresidente Hu Jintao se despide del primer ministro Li Keqiang, su aliado, tras ser expulsado del XX Congreso del Partido Comunista por orden de Xi Jinping PABLO M. DÍEZOtro ilustre purgado ha sido el ministro de Exteriores chino, Qin Gang , uno de los primeros funcionarios a los que conocí al llegar a Pekín en el Centro de Prensa Internacional (IPC, en sus siglas en inglés). En aquel entonces, no había tantos periodistas extranjeros y el IPC solo ocupaba una pequeña oficina de la torre Full Link , justo al lado del ministerio, mientras que hoy cuenta con su propio edificio y una enorme sala de prensa.Recién regresado de la embajada china en Estados Unidos, donde había empezado su carrera diplomática, Qin Gang se preparaba para ser portavoz de Exteriores y acompañaba a los periodistas en los viajes a fábricas y cooperativas organizados por el gobierno. De carácter abierto y amable, dialogaba con nosotros y era todo lo contrario a los \'lobos guerreros\' que tanto aullaron luego en la diplomacia china. Defenestrado en verano del año pasado , lleva desaparecido desde entonces. Según Politico , habría muerto, mientras que, a tenor de The Washington Post , ha sido desterrado a un oscuro puesto en una editorial estatal.Foto de 2005 del luego purgado ministro de Exteriores, Qin Gang (centro), en un viaje oficial junto al corresponsal de ABC, Pablo M. Díez ABCPero no dejemos que la nostalgia nos empañe la memoria. China ya era entonces la dictadura más poderosa del mundo y perseguía sin descanso a disidentes a los que tuve la oportunidad de entrevistar. El más notorio era el artista Ai Weiwei , cuyo estudio estuvo rodeado de cámaras de la policía hasta que tuvo que abandonar el país. Peor aún le fue al Nobel de la Paz Liu Xiaobo , quien se escapó de su vigilancia para atendernos en el reservado de una tetería en 2007 y falleció diez años después mientras cumplía condena por subversión. A otro de los más combativos, el premio Sajarov Hu Jia , le partieron la cara nada más hablar conmigo . Por muertes bajo custodia policial o suicidios, también fallecieron activistas de derechos humanos que conocí, como Cao Shunli ; el padre de una víctima de Tiananmen, Ya Weilin , y varios \'peticionarios\'. Así se conoce a los agraviados por las injusticias del régimen, sobre todo expropiaciones ilegales de tierras, que rondaban los alrededores del Gran Palacio del Pueblo en cada reunión anual de la Asamblea Nacional (Parlamento) para entregarnos a los periodistas extranjeros sus quejas en hojas escritas a mano que ocultaban en sus mochilas. Nada de eso puede ocurrir ya por los controles que blindan la plaza de Tiananmen .A pesar de todo ello, la China de hace dos décadas era más abierta y amable que la de hoy. Además, vivía un crecimiento disparado que se ha ralentizado a su menor ritmo desde su apertura al capitalismo hace ya más de cuatro décadas . Junto a problemas estructurales como el agotamiento de su modelo económico y el estallido de su burbuja inmobiliaria, la China actual sigue sufriendo los efectos de la política de Covid 0 que, por motivos más ideológicos que médicos, la cerraron al mundo durante dos años y minaron la confianza de sus ciudadanos.A mí, desde luego, me la destrozaron tanto como la garganta y la nariz con las pruebas obligatorias cada dos días y las cuatro cuarentenas que tuve que hacer entre 2020 y 2022 . La primera fue de 14 días en casa al volver de Wuhan ; la segunda de tres semanas en un hotel tras viajar a España en 2021; la tercera de otros 21 días en un hotel para salir de la \'burbuja\' tras cubrir los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022 ; y la última de diez días después de otro viaje a España ese mismo año. Finalmente, el Covid acabó estallando a finales, una vez perpetuado Xi Jinping en el XX Congreso del Partido Comunista , y todavía no se sabe cuántos muertos provocó en China ni dónde ni cómo surgió.Los caóticos \'hutong\' (callejonres) del viejo Pekín, como Dashilar, han sido gentrificados PABLO M. DÍEZA todo ello se suma la regresión autoritaria de Xi Jinping y su enfrentamiento con Occidente, agudizado por su falta de transparencia sobre el origen de la pandemia en Wuhan y su apoyo a Putin en la guerra de Ucrania . Con la economía resintiéndose por el bajo consumo, China intenta reconectar con el mundo mientras muchas voces en Occidente abogan por el \'desacoplamiento\' .Con todos estos pensamientos y un millón de recuerdos en la cabeza, devuelvo mi tarjeta de prensa al Ministerio de Exteriores, donde una joven funcionaria la pica y me la da como recuerdo. Lleva la misma foto que entregué cuando la saqué aquel gélido enero de 2005, que el Ministerio mantenía en cada renovación anual de la tarjeta. Como se hizo cada vez más evidente a medida que pasaba el tiempo, no había mejor retrato que aquel en que yo era todavía joven e ingenuo y estaba ansioso por descubrir un país que iba a cambiarme no solo a mí, sino al mundo entero .Desde 2007, los viejos y lentos trenes están siendo sustituidos por la alta velocidad, de la que ya hay 46.000 kilómetros en China PABLO M. DÍEZAntes de salir del Ministerio de Exteriores, acudo a la rueda de prensa diaria de su portavoz, que para mí será la última. A cargo ese día de la joven y guapa Mao Ning , se centra en el asesinato de un niño japonés en Shenzhen en la víspera del 93 aniversario de la invasión y en la readmisión de importaciones de pescado nipón tras un año interrumpidas por el vertido del agua tratada en la siniestrada central nuclear de Fukushima . Aunque ese es uno de mis temas favoritos desde que cubrí el tsunami de Japón en 2011 , que desató en dicha planta el peor desastre atómico desde Chernóbil , me reservo hasta el final para hacer mi última pregunta:— Después de dos décadas, hoy termino mi etapa como corresponsal en China. En todo este tiempo, ¿cuál es, a su juicio, el mayor logro de China, y cuál es el mayor reto al que se enfrenta durante los próximos 20 años?— ¡Oh, esa es una pregunta muy grande! – exclama sorprendida Mao Ning, acostumbrada a leer sus respuestas sin salirse del guion oficial.— Si le parece bien, puede contestarme aparte, cuando termine la rueda de prensa – le propongo y ella asiente, seguramente para pensarse la respuesta.Al concluir su comparecencia después de un par de preguntas más que han surgido sobre el agua de Fukushima , se baja del atril y me atiende muy amablemente:— Esta es mi opinión personal. Creo que el mayor logro de China durante los últimos veinte años es el desarrollo del país. El pueblo chino disfruta de una vida mejor. Y retos hay muchísimos. Pero, para mí, la primera idea que me viene es cómo manejar las relaciones entre China y EE.UU., ya que no solo afectan al desarrollo de China, sino que tienen un impacto en el resto del mundo.Con su respuesta, me marcho de Pekín confirmando que, en estas dos décadas, China ha pasado de la globalización a la Nueva Guerra Fría . A pesar de su gigantesca transformación, algunas cosas no cambian, como el retrato de Mao que sigue colgado en Tiananmen.

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