Resistencia pasó a posicionarse en el escenario nacional como una de las capitales en donde ya se aplican inyecciones contra el coronavirus prácticamente libremente. El dato en sí mismo es positivo, pero a eso habría que agregar que afortunadamente hubo masiva afluencia de jóvenes ante la convocatoria a los mayores de 18 años.
Una de las circunstancias que frenaron el avance en las campañas de vacunación en los países centrales, productores de vacunas, como Estados Unidos, otros de Europa o incluso Rusia, es que se han encontrado con resistencia de parte de las personas de mediana edad hacia abajo que no quieren vacunarse.
Ya no son anécdotas los sorteos e incentivos que los estados aplican para promover la vacunación y ni aun así están consiguiendo acompañamiento de la gente joven. En la capital chaqueña es todavía incipiente la aplicación en esta franja etaria, como para afirmar que el flujo de gente que acudió en los primeros días se va a mantener.
Otra cuestión que se va a despejar con el transcurrir de los días es si los jóvenes vacunados van a respetar las restricciones y contribuir con el combate a la pandemia a partir de su responsabilidad individual o la aplicación de esta primera dosis creará una falsa sensación de seguridad. Un riesgo que todavía está por ser confrontado.
Dos cuestiones se cruzan en relación con este avance. El primero, el fuerte aumento en el plan de vacunación está fundamentado en la aplicación de las marcas AstraZeneca y Sinopharm, sobre las que no hay presión de demanda o problemas de abastecimiento.
La de marcha china, en verdad sale de una contracción de la oferta porque el gigante asiático priorizó a sus ciudadanos ante las celebraciones del Centenario del Partido Comunista que se celebra el próximo 1 de julio. Vale decir, China está en condiciones de reabrir las exportaciones y eso explica el reciente contrato firmado con Argentina por la provisión de 24 millones de dosis.
En el caso de la británica se trata de la manufacturación realizada en el laboratorio mAbxience ubicado en la provincia de Buenos Aires, y envasado o en México o en los Estados Unidos. Con ellas, si los inconvenientes que paralizaron los envíos a fines de marzo no se repiten, no habrá problemas de provisión.
Esto soluciona la segunda cuestión, no habrá inconvenientes para que los millones de vacunados con las dosis británicas o chinas, puedan completar sus esquemas de vacunación. El gran interrogante que el gobierno no consigue despejar frente a la catarata de versiones intencionadas que se despliegan desde los medios afines a la oposición es cómo se hará para completar los esquemas de los vacunados con Sputnik V.
El apuro más que el paso del tiempo en sí mismo, es la sensación de que más tarde o más temprano ingresarán a territorio argentino las variantes más duras, como la Delta, originada en la India.
Los anuncios oficiales dados por el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero o la ministra Carla Vizotti, no tranquilizan, porque el gobierno acostumbró a sostener que la provisión de la vacuna rusa sólo se confirmaba cuando el laboratorio daba el OK para ir a buscarla. Recién entonces se alistaban y salían los vuelos de Aerolíneas a la búsqueda.
Los días ahora pasan y hasta que los vuelos no estén cargados, ya sea con las vacunas o con el antígeno para su producción en el Laboratorio Richmond en nuestro país no se podrá contar con la dosis, especialmente la del componente 2.
Tal vez por eso el gobierno empieza a analizar seriamente el completamiento del esquema con otra vacuna comprada pero que todavía no arribó al país, la marca Cansino, de otro laboratorio chino que firmó contratos con el gobierno nacional y otros con distintas provincias.
Tanto la de AstraZeneca como la Sputnik y la Cansino estén elaborados en base a adenovirus. La última, está probada como monodosis, como la norteamericana Jansen. Falta la aprobación de autoridades sanitarias para aplicar dosis de distintos laboratorios, pero esos estudios están avanzando.
Es preciso advertir acá que la existencia de la variante india o la brasileña Manaos revelan el fracaso de la gestión sanitaria mundial. El mundo que a finales de los 80 habían avanzado de manera frenética hacia la globalización. Lo países productores de vacunas cerraron sus fronteras para inmunizarse ellos, pensando que esta visión egoísta era la solución puertas adentro.
Argentina es un ejemplo de los costos de esas demoras. No solamente no hubo acceso a las marcas que se produjeron en los Estados Unidos, también se retuvieron las que se fabricaron en el acuerdo nacional-mexicano.
Nuestro país se defendió con una larga cuarentena, pero otros países como la India con miles de millones de habitantes y sus condiciones de vida no pudieron hacerlo. Ni hablar de Brasil también cuatro veces más grande que la Argentina, que tiene un presidente como Jair Bolsonaro, que directamente conspiró para ignorar la pandemia.
Esa mezquindad de los países centrales hoy se paga con un costo de rebrotes a partir de la propagación de las cepas más contagiosas y que afectan a países que ya creían haber encontrado el sendero para recuperar la vieja normalidad.
Le pasó a Israel, al Reino Unido, le está pasando a Europa y Estados Unidos es una incógnita. Una política globalizada sanitaria tal vez hubiera servido para no poner a la India, a Brasil y el resto de Latinoamérica o el continente africano no se transformaran en lo que hoy son, el lugar de cultivo de posibles nuevas cepas.