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Rosario sin secretos: el otro Fontanarrosa…

Imagen: retrato relieve en bronce de Herminio Blotta – El poeta Fontanarrosa – Colección Museo Castagnino + Macro, Rosario.

Como dijo Juan José de Soiza Reilly al referirse a Domingo Fontanarrosa: “Los poetas son pájaros. Es necesario oírlos para olvidar el ruido de las máquinas”.

Oírlos y leerlos, porque ellos muchas veces trasuntan su alma a través de sus escritos.

Nació un día como hoy, en 1893. Siempre desconfió de haber nacido un martes 13 y hasta fantaseó con su mala suerte al tener que agregarle la h (seguramente su padre se llamaba igual que él), a su apellido, dando 13 la suma de las letras.

Y a pesar de haber amado el amor y la vida, desde la publicación de su primer libro de versos, en 1917, “Angustia”, manifestó un destino amargo y triste que culminó con su muerte prematura, a los 28 años.

Su propio padre falleció el mismo día que “Angustia” ya había salido de la imprenta y debió ver postergada su difusión.

Aún así, su espíritu inquieto y solidario con la cultura de la ciudad, lo llevó a crear en 1911 la revista “José Mármol”. ¿Quién, si no, podría conservar su colección? El magnífico Wladimir Mikielievich que dejó parte de su legado al museo que él mismo creó, el de la Ciudad. ¡Gracias!

Fontanarrosa, junto a Antonio Robertaccio, el periodista que con Virgilio Albanese trabajaba en el viejo diario Tribuna fundado en 1927 por Lisandro de la Torre, también creó otra revista “Alas”.

Hoy decidimos darle alas a la imaginación y traerlo a la vida para disfrutarlo juntos. Siempre decimos que sólo muere lo que se olvida…

Que fuera poeta no lo liberaba de sus ideales de justicia social, muy por el contrario. Probablemente, eso mismo le costó la vida cuando decidió trasladarse a Buenos Aires buscando el éxito que Rosario le negaba (¿le suena, esto? Pareciera ser el karma de muchos de nuestros artistas, ¿verdad?).

Fue su compañero de estudios, José Lo Valvo, el brillante intendente que pedía en su obra Planificación y Urbanismo “una ciudad donde el corazón goce y la vida cante”, y que propuso el Servicio Público de la Vivienda, bosques municipales, un gran hotel de turismo, la ciudad universitaria, granjas y huertas familiares, una estación de ómnibus única, el embellecimiento de la zona sur, trabajos de jardinería en bulevar Rondeau, gimnasios y parques para los más carenciados y la creación del departamento municipal de Higiene Social para prevenir flagelos.

Ese funcionario inteligente y creativo dijo de Fontanarrosa que era “un adolescente delicado, triste e introvertido, como consecuencia de una niñez solitaria y una adolescencia incomprendida”. Su propia madre, le recriminaba constantemente su espíritu poético: “El pan de cada día se gana con sudor y no con poemas”.

Nos recuerda aquello de “sos artista, sí, pero de qué vivís”, en este siglo que parece seguir dando más importancia al tener que al ser…

Cuando se fue a Buenos Aires en 1919 eran tiempos en los que la agitación obrera encontraba refugio en el anarquismo. No podía ser de otra manera, Fontanarrosa, comprometido hasta el tuétano con lo social, se convirtió en redactor de La Protesta para mostrar y demostrar el estado de indefensión en el que la sociedad se debatía, con manos trabajadoras víctimas de un capitalismo salvaje.

La trágica semana de enero de la huelga de los Talleres Metalúrgicos de Vasena le estalló al primer gobierno de Yrigoyen, y los aires de la revolución rusa supusieron un advenimiento marxista con cientos de víctimas y persecusiones. Fontanarrosa no estuvo exento. Encarcelado durante dos años, cuando lo liberaron regresó a Rosario, muy debilitado tanto física como espiritualmente¡, y dejó de existir el 21/6/21. Algunos dirán: “Capicúa”. Tal vez su propia muerte lo liberó de la angustia que lo atormentó durante sus escasos 28 años, que dejaron una poesía riquísima en contenido cultural para nuestro patrimonio literario.

Una calle de 7 (número de la suerte) cuadras, desde las barrancas del Paraná, hasta el bulevar Rondeau al 4100, el mismo que quiso embellecer su compañero de estudio Lo Valvo, lleva desde el 3 de septiembre de 1948, el nombre Poeta Domingo Fontanarrosa. La h se perdió en la historia de los tiempos.

El querido escultor Erminio Blotta, otro irremplazable de nuestra historia, realizó una bellísima placa del rostro de Fontanarrosa, en el año 1915. Un relieve fundido en bronce ingresado en 1999 por donación del escritor Rodolfo C. Montes i Picot, al Museo de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”, registrado bajo el Nº 2764, pero que no está en exhibición. Gracias a la gentil gestión del Área de Registro y Documentación del museo, que también nació de una historia trágica que será motivo de otro capítulo, accedimos a la imagen para compartir con nuestros lectores de Rosario Sin Secretos.

La Biblioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez”, también contribuyó, permitiéndonos leer Angustia (libro que obviamente no sale a domicilio), y pudimos fotografiar la firma de nuestro poeta al regalarle y dedicarle a ese centro de conocimiento su primera obra.

“Mas quiero creer que todo mi mal fue culpa mía; una creación nefasta de mi melancolía: porque a pesar de todo yo sueño todavía. Porque a pesar de todas las desgracias que veo, a pesar que no amo y a pesar que no creo, un no sé qué me alienta, un no sé qué deseo…” Escrito por Domingo Fontanarrosa el 3 de enero de 1913, al cumplir sus 20 años.

Ya lo dijo de Soiza Reilly: “Los poetas son pájaros. Es necesario oírlos para olvidar el ruido de las máquinas”.

¡Quiera el Año Jubilar y el Tricentenario del Rosario, devolvernos la visión del rostro que Blotta supo cincelar, del triste poeta que tanto amó su ciudad natal!

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