Saber de nuestro pasado es imprescindible, no para quedarnos en la estampa nostálgica que asegura que “todo tiempo pasado fue mejor” sino para vislumbrar los orígenes que hicieron posible este presente y ser agradecidos, honrándolo. Bien dicen que no se ama lo que no se conoce.
Es cierto que no hubo un caballero que, en nombre de Su Majestad, alzara rollo, nombrara cabildo, alcalde, regidores y procuradores y formara regimiento, haciendo que muchos apelaran a la eterna frase que “es hija de su propio esfuerzo”. Pero, convengamos que nada grande se hace solo ni en soledad.
Desde la merced concedida a Luis Romero de Pineda en 1689 del Pago de los Arroyos en premio a “los servicios prestados” cuando instaló su Oratorio en honor a la Virgen de la Concepción en el Saladillo hasta nuestros días, pasaron cosas… Incluso quiso la Providencia que la imagen de la Virgen del Rosario viniera a sustituir la de la Concepción y nos diera su nombre. Podemos decir que la ciudad no tuvo padre pero sí Madre, aun cuando hayamos perdido en la historia de los tiempos, la mismísima concepción.
Anunciado oficialmente para el año próximo el Tricentenario, teniendo en cuenta la llegada en 1725 del vasco Francisco de Godoi (así se escribía originalmente, al igual que Garai) y su convivencia pacífica con los indios calchaquíes, que venían huyendo de los belicosos guaycurúes (la potestad sobre los territorios ha librado desde siempre cruentas batallas), hemos de prepararnos todos para un año especial de celebraciones.
Volviendo a la madre, la figura materna se ha honrado desde tiempos inmemoriales como símbolo de vida y fertilidad. Grecia recordaba a Rea, madre de Zeus, Poseidón y Hades; la antigua Roma rendía honores a Cibeles, muchos países cristianos celebran el Día de la Madre el 8 de Diciembre, por ser la Inmaculada Concepción; las mujeres de la Inglaterra victoriana les daban permiso los domingos a sus sirvientas para visitar a sus madres, y en los Estados Unidos hubo dos mujeres que se ocuparon con fuerza para conseguir una fiesta especial: Julia Ward Howe, la escritora y autora del himno de la República quien, ya en 1872 celebraba encuentros con ese propósito y Ann Marie Reeves Jarvis, la ama de casa que en 1905 creó la Asociación Internacional Día de la Madre a fin de recordar a su propia progenitora que en la Guerra Civil de los EE.UU. hizo esfuerzos por mejor las condiciones sanitarias de ambos bandos, como lo haría una verdadera madre que no hace distingos entre sus hijos. Ann Jarvis aspiraba sólo a la apreciación y agradecimiento al trabajo de todas las madres en memoria de la suya, pero cuando vio su idea convertida en un evento comercial en el que comprar un regalo era algo obligado quiso eliminar la fecha. Impresiona cómo el capitalismo, nada anárquico, ganó esa pulseada.
A pesar de que la Organización de las Naciones Unidas decretó el Día de las Madres y los Padres del 1º de junio de cada año, cada país tiene su propia tradición.
El nuestro remite al origen cristiano cuando en 1931 el Papa Pío XI dedicó el 11 de octubre a la “Divina Maternidad de María” en homenaje al Concilio de Éfeso del 431 que proclamó la doctrina católica a María como la verdadera Madre de Cristo.
Argentina se hizo eco eligiendo el domingo anterior o posterior a la fecha, que terminó, con el tiempo, quedando el tercero de octubre.
No hace mucho tiempo, Rosario mismo tenía dos fechas para celebrar. Y una de ellas era el 11 de octubre, fecha en la que el desaparecido Círculo de la Publicidad fundado en 1942, regalaba una medalla de oro a los niños nacidos ese día en la Maternidad Martin. Muchas de esas medallas aún deben estar atesoradas en algún cofre. Tal vez algunos no las quieran lucir porque reconoce un origen humilde… El mismo que tuvo la ciudad de Rosario hasta convertirse en esta fantástica urbe.
Bien dice la canción: “las obras quedan, los hombres se van, otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual”, y si tenemos en cuenta la palabra que hace miles de años afirma que “por sus obras les conoceréis”, formulamos votos para que el Tricentenario traiga las necesarias para mejorar la calidad de vida de los rosarinos, para que sea, de verdad, la mejor ciudad para vivir.
¡Sin dudas que el día de la madre, como el del padre, el del hijo y del Espíritu Santo, es todos los días! ¡Se trata de honrar la vida a cada instante!
Hasta nuestro próximo Rosario Sin Secretos.