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Rosario Sin Secretos: tres nacimientos y un funeral

 

Hay diferencia de muchos años entre ellos. Pero todos son parte de nuestro patrimonio cultural e histórico, y nacieron un 17 de enero.En 1861 nació Emma, la hija del primer periodista rosarino. Así podríamos llamarlo, si tenemos a Pedro Tuella y Montpesar como el primer historiógrafo.

Mujer, best seller, única y nuestra: Emma de la Barra

Federico de la Barra, fundador del primer periódico rosarino, el bisemanario político, económico y cultural “La Confederación”, fue también vocal del Primer Consejo de Educación de la Nación dirigido por Sarmiento; senador nacional y convencional constituyente.

Fue el promotor de la Sociedad de Damas de Beneficencia, la decana de estas instituciones en el país, que creó el Hospital de Caridad de Alem (cuando esta calle se llamaba Belgrano) y 9 de Julio, y primer presidente del Club Social que el pasado 13 cumplió 152 años y todavía existe como una de las entidades más emblemáticas, hoy presidida por el Dr. Juan Alberto Barberis.

Justo un día como hoy, después de la primera reunión en casa de Tomasa Gómez de Guillén, Aduana (hoy Maipú) 181 (vieja numeración), donde Salvador Suárez propuso la idea, y tras comisionar a Camilo Aldao y Benjamín Ledesma para elegir una buena casa en la que funcionar, se inician las tratativas con el señor Grasso para disponer de un lugar. Era el 17 de enero de 1873, justo cuando la hija de Federico, Emma, estaba cumpliendo sus 12 años.

Con el Club Social seguiremos en otra oportunidad porque hoy nos ocuparemos de la osada escritora rosarina que fue best seller, y que tuvo que firmar con el pseudónimo César Duayen, para evitar la condena social. “¿Una mujer, escritora? ¡Habráse visto!”, era seguramente el comentario general. Como se solía hacer, su casamiento fue “arreglado” por la familia y se unió en matrimonio a su propio tío Juan Francisco, que la doblaba en edad.

Así que pasó a ser Emma de la Barra de de la Barra, cuando se instaló en la mansión de la avenida Alvear, al trasladarse a Buenos Aires. Sin embargo, su esposo consintió su desarrollo musical, literario y pictórico, actividades a las que se dedicó con vehemencia a partir de su viudez, actuando vívamente en la actividad cultural y social. Así fundó la Sociedad Musical Santa Cecilia y fomentó la creación de la Cruz Roja, a iniciativa de la esposa del presidente Juárez Celman.

Su obra más conocida, “Stella”, éxito en ventas en su momento, fue casi autobiográfica. Escrita en pocas semanas, luego se convirtió en película. El periodista de La Nación, Julio Llanos, que se encargó de su edición, con el tiempo, fue su nuevo esposo.

Pero lo que llama mucho la atención en su biografía es que toda la herencia y el dinero que recaudó con la venta de sus premiados trabajos literarios, lo destinó a construir el barrio “de las mil casas”, en Tolosa, cerca de La Plata, el primer barrio de viviendas para obreros que hubo en Sudamérica. ¡Única, Emma!

Catorce años después de su nacimiento, en 1875, pero en Montevideo, Uruguay, nacía el dramaturgo y periodista Florencio Sánchez, a quien tuvimos el lujo de tener entre los habitantes del Rosario cuando, perseguido por la policía por su pasado anarquista, llegó a la ciudad y fue contratado por Lisandro de la Torre para trabajar en el diario “La República”.

También lo hizo en La Capital y sus crónicas eran verdaderas denuncias de la violenta situación sufrida por los desposeídos y trabajadores explotados que vivían en situaciones paupérrimas y miserables condiciones de alimentación y vivienda, siendo uno de los principales adalides de las luchas gremiales y sindicales que reclamaban derechos para los obreros.

Florencio Sánchez, en la magistral mano de Erminio Blotta

Seguramente también escuchó a Virginia Bolten, trabajadora de la Refinería de azúcar más grande de Sudamérica y testigo presencial del asesinato del trabajador Cosme Budislavich, la primera víctima de la represión gubernamental al movimiento obrero en la Argentina.Acá nacieron sus obras teatrales “Gente Honesta”, “M´hijo el dotor” y “¡Ladrones!” que, con el tiempo se convirtió en Canillita, nombre con el que se reconoce a los vendedores de diarios.

La primera de estas obras fue suspendida el mismo día del estreno, y le costó una tremenda paliza por parte de la policía que le mandara a propinar en las calles de Rosario el antiguo dueño del diario la República, y luego cinco veces concejal Emilio Schiffner, próspero empresario que llegó a ser presidente del Centro Comercial, luego Bolsa de Comercio, y también del Banco Provincial, como así también propulsor de la creación del teatro La Ópera, hoy El Círculo. Schiffner se había sentido ridiculizado en la obra. Una calle en el Parque España lo recuerda.

Florencio Sánchez sólo frecuentaba los bohemios galpones teatrales como La Comedia y llegó a escribir en su testamento: «Dijeron que yo era una persona abandonada y que nunca dejaría de serlo. Me llamaron bohemio impío y me imaginaron víctima del alcohol. Pero en seis años escribí una veintena de piezas y se siguen descubriendo. Lo he logrado: tendré una estatua y nadie me olvidará”.

El autor de «Canillitas» en sus largas noches rosarinas y hoy, allí, honrado

La tuvo. La primera del mundo a su memoria. Fue el maravilloso Erminio Blotta quien la cinceló para colocar en el hall del teatro de Mitre (alguna vez Progreso) y cortada Ricardone, lugar que solía frecuentar junto a artistas, comediantes, cantantes, periodistas y bohemios de romántica cabellera al viento, mientras la burguesía ascendente visitaba otros lugares mucho más glamorosos y parecidos a sus aspiraciones europeizantes de finas telas y extracto francés.

También tiene la plaza seca de 1º de Mayo y Mendoza con su nombre. ¡Qué bueno sería ir pensando un homenaje a su memoria este 1º de Mayo con todos los canillitas y gremialistas que tanto han luchado, como él, por los derechos de los trabajadores!

¿Nos vamos a 1956? Un día como hoy nació un querido bajista y cantautor rosarino que formó parte de “Pablo, El Enterrador” y “Rosarinos”, además de integrar las bandas de Silvina Garré y Juan Carlos Baglietto.

Nos estamos refiriendo a Eduardo “Lalo” de los Santos, que creció escuchando a Los Gatos, Manal y Almendra, en un hogar de artistas, con un padre guitarrista y tanguero, una madre cancionista y que a los 13 años tuvo su primera banda de rock. Nos lo arrebató el cáncer, a los 44 años… Pero como siempre decimos, sólo muere lo que se olvida. Por eso hoy compartimos la música y el eterno recuerdo con su “Tema de Rosario”.



Y nos vamos con el gran Ramón Cifré, propietario de uno de los lugares más selectos y elegantes de la belle époque de la noche rosarina: el Cifré.

Gloria y honor al gran Cifré, hoy Museo de la Democracia. De la belle époque rosarina y las más glamorosas noches de la alta sociedad

Un día como hoy, en 1942, se realizaba en el cementerio El Salvador el funeral del entrañable español nacido en el pueblo de Pollensa, en la isla de Mallorca.

Sesenta años atrás, en 1882, se había radicado en Rosario y en la esquina de Córdoba y San Martín (ex calle Puerto), se había instalado con su “Victoria The Rooms” que hoy conocemos como Victoria Mall, donde están ubicados los muebles de estilo que puso Maple y originalmente estaban en el Savoy de San Martín y Urquiza, donde hoy se tributa a Presley.

Cualquier parecido con la reina británica en su nombre no es pura coincidencia. Forma parte de la cultura aspiracional de la burguesía rosarina, donde se reunía lo más granado de la sociedad.

Con el tiempo, la costumbre “Five o’clock tea”, el té de las cinco en punto, desapareció, y sobrevino el prosaico Bar Victoria para los apresurados cafés.

También con el tiempo, que todo lo cambia, el Cifré se trasladó al subsuelo de Sarmiento (antes Libertad) y Santa Fe, la primera sede del City Bank y hoy forma parte del patrimonio del Museo de la Democracia que, entre otras maravillas, atesora parte del diario de marcha de Manuel Belgrano, en cuyas páginas se lee, de puño y letra del creador de la Bandera, lo escrito por él, el día de su llegada al Rosario, aquel 7 de febrero de 1812.

Ojalá el Año Jubilar y el Tricentenario permitan la exhibición de este valiosísimo documento que, en cualquier lugar del mundo, llenaría catálogos de interés turístico, y además, sería un verdadero homenaje y reconocimiento al creador de nuestra máximo símbolo nacional.

 

 

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