Por Daniel Caran
Reprimir no es lo mismo que regular. Las formas tienen más que marcadas diferencias, y si bien uno tiene toda la intención de propiciar y acompañar las nuevas decisiones del Gobierno Nacional, éstas como las ocurridas hoy son inaceptables.
El error entonces pasa a ser determinante y trascendente y no admite doble análisis: no se puede permitir dar pasos atrás con lo logrado en materia social.
El conflicto de Cresta Roja, que originó la deplorable represión en la autopista Ricchieri, tiene además algunas características muy especiales que hacen aún menos aceptable la brutal decisión de Gendarmería, con el aval de Macri y compañía.
Es que la situación de la empresa avícola incluye a unos pocos trabajadores si se compara con otros sectores obreros, y la falla estuvo (y está, al menos por estas horas) en no tener la capacidad de poder negociar con ellos para evitar excesos como los que vienen ocurriendo.
Uno puede entender, en ésta decisión de acompañar para no ser obstáculo, la pretensión de establecer una especie de protocolo para controlar de alguna manera los cortes y piquetes incomprensibles, pero eso no puede lograrse a los palazos.
Y llevando una imaginable imagen a nivel local, lo que podría suceder diariamente con las movilizaciones en el puente nos lleva a pensar en una descontrolada situación no querida por nadie.
Incomprensibles y desafortunadas, en ese contexto, fueron las declaraciones de la Vicepresidente de la Nación.
"Si vuelven a cortar una ruta, vamos a actuar de la misma manera", expresó Gabriela Michetti en la conferencia de prensa que dio en Casa Rosada junto al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, luego de la primera reunión de Gabinete de Mauricio Macri.
Vivimos tiempos de sensibilidad extrema, donde cualquier atisbo de violencia puede derivar en un drama. Es entonces cuando se deberá apelar a la extrema diplomacia. El sentido común dice que eso de cambiar, no puede darse a los palazos.