Por Daniel Caran
Tiempo de reflexión en esta Semana Santa que iniciamos en medio, nuevamente, de una encrucijada y dilemas que nos atraviesan individualmente y colectivamente. La humanidad está siendo planteada o replanteada en su esencia de comunidad por una pandemia que ya lleva más de un año y que aún desconocemos cuándo y cómo llegará a su fin.
Por eso es necesario, al menos por este tiempo, dejar de lado la mundanidad de lo material y efímero. Debemos comprender que estamos ante la llamada segunda ola de la pandemia. Corrientes lo vive desde hace semanas, inicios de febrero pasado y ahora con al menos cinco ciudades del interior provincial que tuvieron que retroceder de Fase sanitaria para intentar controlar los brotes. Justo en el medio de esta situación las autoridades parecieran vivir en una realidad paralela, lejos de la realidad que transitamos miles de correntinos y correntinas todos los días: el acecho del virus, la complejidad económica y falta de oportunidades, el contraste es la opulencia exhibida por funcionarios preocupados y ocupados en cuestiones políticas partidarias.
Incluso, asistimos a la promocionada oferta turística de Semana Santa, lejos de la reflexión individual cristiana y colectiva, sumando riesgo sanitario innecesario en varios municipios de nuestra provincia. Ese movimiento, sumado al ya existente de personas, acelerará mucho más el caudal de contagios que se viene registrando desde hace semanas. ¿Cuánto puede dinamizar a la economía correntina ese movimiento que tanto promociona el Gobierno provincial? Sabemos que Corrientes se caracteriza por ser una provincia de paso para el turista que tiene como destino, Misiones o Entre Ríos.
Es momento de saber quién nos gobierna desde hace un tiempo. Es acaso el virus quien nos Gobierna ante la falta de políticas sanitarias certeras, adecuadas. En Corrientes no hay uniformidad en esa planificación, lo vimos semanas atrás cuando los intendentes empezaron a pedir la suspensión de clases presenciales en sus distritos ante los brotes de Coronavirus.
La respuesta fue que las escuelas seguirán abiertas. Lo que significa una gran exposición de niños y adolescentes; además de docentes al virus.
Se afianza entonces la idea, ficticia, de que se superó al virus. O peor, que se puede convivir con el virus. Una falacia que puede costar muchas vidas.
Es momento de reflexionar y preguntarnos, cuestionarnos, cómo es nuestro accionar en la comunidad desde nuestra individualidad. Qué grado de compromiso tenemos para cuidar al otro y ser solidarios con el que menos tiene o está en una posición comprometida en la esfera y dinámica social.
No es momento de abundar en el mercantilismo que se transforma en circulación masiva de personas incrementando contagio y letalidad del virus.