Por Juan Carlos Junio
"El Fondo Monetario Internacional no debería tener problemas con el programa que nosotros hemos planteado (…) Proponemos un ajuste fiscal mucho más profundo que el que ellos plantean”, se jactaba presuntuosamente el actual Presidente cuando logró el primer lugar en las elecciones primarias. Sin embargo, lo que Javier Milei no imaginaba era que el Fondo manifestaría públicamente su preocupación por la sostenibilidad política del programa, considerando el nivel de agresión del mismo a la sociedad. La existencia de 27 millones de pobres y 7 millones de adultos y niños/as que pasan hambre, ya representa en sí misma una crisis social que, a medida que la recesión, la caída del salario y las jubilaciones se sigan profundizando, abrirá las puertas a un creciente y más dramático conflicto social. Luego de la mega devaluación de enero, la desregulación de la economía, el fin de la obra pública y la “libertad de precios”, la pobreza aumentó en dos meses casi diez puntos; luego de los aumentos tarifarios de transporte, luz, agua, gas y prepaga, ¿cuántos millones más serán?
El desborde de los formadores de precios es tal que desde los burócratas del fondo al menemista Domingo Cavallo les sugieren moderación a las grandes corporaciones culpables de las remarcaciones. Algo así como pedirles a los tiburones, cuando huelen sangre, que se transformen en vegetarianos. La historia demuestra que estas invocaciones morales nunca han tenido respuesta, ya que lo suyo es exclusivamente la potenciación de sus ganancias. Los tiburones seguirán siendo tiburones.
Sin embargo, este cuadro trágico en términos humanos no es lo que preocupa al Fondo más allá de que Gita Gopinath, su número dos, sugiera que el ajuste no caiga “desproporcionadamente” sobre las familias y los jubilados. La vocera del FMI, Julie Kozack, a la par que advertía sobre los excesos del programa mileista, apoyaba explícitamente su filosofía y puesta en práctica señalando enfáticamente: “La consolidación fiscal fuerte, el freno a la emisión monetaria, y la política cambiaria están dando resultados; y ¡la inflación está empezando a bajar!”. Tras la brumas de sus preocupaciones por las posibles reacciones sociales, la funcionaria apoya el corazón de las políticas de Milei y su hermana. Resulta imprescindible reiterarlo: el apoyo del Fondo Monetario está amalgamado con las corporaciones locales y extranjeras, que se pronunciaron con todas sus fuerzas a favor del pacto propuesto por el Presidente. Sin embargo, los burócratas del Fondo son conscientes de la debilidad política estructural de un gobierno que va perdiendo legitimidad. Tienen claro que el programa de Milei es el “segundo tiempo de Macri”, su confiable y auténtico representante, al que otorgaron el histórico “acuerdo” por 45 mil millones de dólares para que su gobierno pueda finalizar en tiempo y competir electoralmente. La historia es conocida: Macri fue derrotado pero nos dejó la lápida de la deuda, aunque los dólares se fugaron. Habría que preguntarles a los dirigentes de AEA, UIA y Amcham en qué guaridas están esas riquezas nacionales.
Milei acepta obligado la indicación fondomonetarista de la búsqueda de consensos políticos más amplios, aunque su convicción, su ideología y su soberbia triunfalista le impiden transitar el camino de una negociación política racional. Su llamado al diálogo es extorsivo, pretende ganar los votos en el Parlamento a cambio de ceder algunos fondos que previamente despojó de forma arbitraria a las propias provincias. Pero existe otro elemento simbólico y político insoslayable: el Presidente no deja de insultar a gobernadores y diputados. Sería sorprendente que luego de decirles a unos que son un nido de ratas, y a otros que los va a mear, se allanen indignamente a sus extorsiones. Ellos también tienen la legitimidad del voto ciudadano y la obligación de defender los intereses de sus provincias, pero son parte de un colectivo nacional tanto en términos históricos como económicos y culturales, todo lo cual incluye el valor de la dignidad que deviene de la historia patria.
Las declaraciones de los funcionarios del FMI sugieren cautela al Presidente, lo cierto es que comparten el mismo propósito político: aplicar un plan sustentado en la ideas de la admirada Margaret Thatcher. Las corporaciones del establishment local y extranjero están decididas a acompañarlo en la aprobación de la “nueva” Ley Ómnibus y el no rechazo al mega DNU como condiciones excluyentes del pomposamente denominado Pacto de Mayo. Apoyan la extorsión: fondos por plenos poderes, privatizaciones de empresas públicas, liquidación de la educación y las universidades públicas y continuidad del ajuste salarial. Su compromiso y entusiasmo es tal que concluyen con un remedo poético: “el pacto nos llena de esperanzas”, “los 10 puntos coinciden con nuestra propuesta”, “rogamos a todos los sectores políticos dejar las diferencias”. Sin ningún sentido poético, el Presidente continúa machacando que sostendrá el ajuste y gobernará por decreto.
El más grande contrasentido es el simbólico, a partir del intento grotesco de apropiarse de la conmemoración patria. El 25 de Mayo de 1810 triunfó una revolución de independencia nacional, anticolonialista y americanista que derrotó al imperio colonial luego de 300 años, que incluyó el genocidio de nuestros pueblos originarios. Aquel 25 de Mayo los patriotas Mariano Moreno, Manuel Belgrano, J. J. Castelli, José Paso, Alberti y otros, decidieron junto al pueblo tomar la historia en sus manos rompiendo con la dominación extranjera y sus representantes locales. Luego San Martín y Bolívar libraron las guerras de independencia hasta el triunfo final en Ayacucho, aunque la unidad continental soñada por ellos no se pudo lograr. Nunca un grupo que se somete a las corporaciones internacionales, unidas a una burguesía local depredadora puede invocar al 25 de Mayo. “El pacto” sería contra el pueblo y contra la soberanía nacional, desde un gobierno que celebra su sumisión al Reino Unido y niega la disputa por la soberanía de nuestras Malvinas. Sería una suerte de nuevo pacto Roca-Runciman, ahora con un Presidente que celebra a los grandes empresarios como sus “verdaderos héroes”, a Trump como su ídolo y al canciller británico Cameron como su fraternal amigo. Nuevamente la historia se repetiría como farsa, contra la Nación y el Pueblo.
* Juan Carlos Junio es secretario general del Partido Solidario, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.