Por María Antonia Galvaliz
-Desarrollo Humano-
“La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”
-Miguel de Unamuno-
La Madre Teresa refiriéndose a la envidia afirmó que es el peor cáncer del corazón.
Nace del deseo: conlleva desear un bien ajeno del envidiado, por ejemplo: querer para si algo que no se posee, que no se es, que no se siente.
Es así que la envidia nace del anhelo y arrastra al envidioso a la falta de empatía, al envidioso le cuesta ponerse en el lugar del otro, alegrarse por él con sinceridad y de este modo no le es posible cultivar una relación sana, simétrica y autentica con su envidiado.
¿Sabías que la envidia es una “emoción” sumamente frecuente, sentimiento muy tóxico y dañino, suele ir de la mano de la crítica destructiva hacia el envidiado, y que la envidia es uno de los sentimientos más venenosos y peligrosos?
El envidioso se camufla de buena persona, pero actúa por la espalda de manera silenciosa, indirecta y traicionera, su envidia crece con el tiempo.
También la envidia se presenta de muchas maneras, y se disfraza bajo formas confusas de reproches, altas críticas descalificadoras, destructivas, maliciosas y sarcásticas hacia el envidiado.
La sensación desagradable que produce la envidia surge por dos tendencias deficitarias humanas: querer lo que no se puede tener y compararse continuamente con la gente de alrededor sintiéndose inferior.
El juicio dañino, la crítica, la burla, la descalificación, detracción que se deriva de la envidia es fruto de la apatía e infelicidad por la vida propia, representa una critica repetitiva que no busca sacar nada bueno, sino alimentar y llenar el vacío interno o la autocomplacencia del envidioso, haciendo sentir y dejar mal al otro.
La envidia del envidioso refleja lo que le falta, trasluce su inconformismo, evidencia su autorechazo y su carencia personal de baja estima, sentimientos tales cómo sus complejos de inferioridad manifestados como superioridad.
La envidia es un sentimiento que habla de la negación de reconocer la propia insatisfacción y falta de realización.
Se siente envidia del prestigio, del dinero, de la salud, del éxito emocional, de profesiones, de logros, de belleza, de talentos, de virtudes, de cualidades, siendo la lista muy larga; todo ello provoca la crítica, descalificación, e ironía inmediata como forma de desahogo del envidioso.
Una vez que nace la envidia se mezcla con otros muchos sentimientos siendo estos contradictorios, por ejemplo: admiración, frustración, indignación, malestar, alegría y bronca al mismo tiempo etc.
Las reacciones negativas que se originan en el interior del envidioso suelen llevarle al aislamiento o a tener dificultades para relacionarse con comportamientos poco sinceros y deshonestos.
Tristemente los envidiosos suelen ser personas cercanas y próximas, por ejemplo: familiares, amigos, compañeros de trabajo, personas del círculo social compartido, ellos se alimentan de la crítica hablando de tu vida criticándote y, sin darse cuenta sienten que tu vida es más importante que la suya, ellos desean que “te vaya bien” hasta que eso empieza a suceder y luego les carcome la envidia.
“Ellos te observan, te critican, te envidian y al final te imitan”.
No se puede ser feliz y envidioso al mismo tiempo, porque son emociones incompatibles y no existe la envidia sana, la envidia es una enfermedad, es una emoción tóxica, la envidia destruye corroe, irrita, quita la paz.
Para ir cerrando, el envidioso es un hombre roto, un ser herido atrapado en su desamor, una persona doliente que sufre, es triste, mal adaptado, apresado en sentimientos destructivos y negativos en su manera de ver las cosas que afecta su mundo, sus creencias, autopercepción, emociones, estabilidad personal y conductas.
Es posible sanar y recuperar la luz propia, para eso hay que mirar para adentro y conectar con la valoración y superación personal, de ser necesario pedir apoyo profesional y espiritual.
Una de las razones para sanar la envidia del envidioso es la de re-encauzar su envidia y utilizarla como motivación, es decir, que los éxitos de los demás funcionen cómo activadores, como una chispa inspiradora que despierte nuevos entusiasmos y objetivos superadores y de este modo poner en marcha la acción con el corazón sano.
Cuando amamos de verdad nos alegramos por la prosperidad, virtud o logros ajenos y tenemos paz.
"Grande es quien para brillar no necesita apagar la luz de los demás".
Te mando un beso inmenso TG.
IG Tona Galvaliz. FB/LinkedIn. María Antonia Galvaliz. Counselor-Logoterapia-Biodecodificación- Coaching Ontológico y Sistémico- Speaker- PNL- Coaching WingWave- Escritora Columnista- Desarrollo Humano personal y organizacional.