Por Raúl Kollmann
Se terminó la farsa de los cuentapropistas. La filmación de la reunión entre funcionarios de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), hombres de María Eugenia Vidal y empresarios de la construcción revela la trama de cómo se armaban causas y se hacía espionaje ilegal contra cualquier opositor al macrismo en territorio nacional y en territorio bonaerense. No era obra de marginales que actuaban por las suyas.
Todo partía desde la Casa Rosada: la AFI, que comandaba Gustavo Arribas, el amigo íntimo de Mauricio Macri, aparece con un papel principal en la mesa ansiosa por tener una Gestapo. Ahí están sentados “El Enano” Juan Sebastián De Stefano y Darío Biorsi, dos altísimos cargos de la central de espías. A su lado los funcionarios de Vidal y los empresarios. En este caso, el objetivo fue el Juan Pablo "Pata" Medina, pero en otros casos Roberto Baradel, Fernando Espinoza, Verónica Magario, Daniel Scioli o su exjefe de Gabinete Alberto Pérez. Y, por supuesto, los Moyano, Hugo y Pablo.
Esa filmación --hallada por la gestión de Cristina Caamaño en la AFI-- exhibe también que el expresidente mandaba a espiar a los dirigentes de su propia fuerza. Porque la cámara puesta en la sala de reuniones de una sede del Banco Provincia le servía a la AFI para saber en qué andaban sus aliados, si apoyarían su candidatura presidencial o si lanzarían el llamado Plan B, que era postular a Vidal para la Presidencia. Eso explica que los espías del grupo autodenominado Super Mario Bros seguían a Diego Santilli, le plantaron una empleada doméstica dentro de la casa; vigilaban y le sacaron fotos a Horacio Rodríguez Larreta y hasta “caminaron”, como se dice en el argot del espionaje, a Florencia, la hermana menor de Mauricio. La Cámara Federal macrista les salvó las papas a Macri y Arribas diciendo, de hecho, que los agentes eran cuentapropistas que actuaban por la suya, para vender la información o extorsionar. ¿A la hermana de Macri? ¿al obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones? ¿A quién le podía importar esa información si no al propio Mauricio?
Pero la filmación de los ansiosos por tener una Gestapo demuestra que no existía cuentapropismo alguno porque la grabación apareció en una computadora de la AFI y porque a la mesa están sentados hombres clave de la central de espías. No es que las imágenes las tenían en sus celulares unos lúmpenes que, igualmente, usaban autos de la AFI y tenían como cabecera la base de Citefa, en Villa Martelli, una de las sedes históricas de la exSIDE. No, la grabación estaba, borrada, en un disco rígido de uno de los edificios principales de la AFI.
El 20 de junio de 2020, este diario publicó parte de la trama, denunciada en La Plata ante la fiscalía de María Cecilia Corfield. Como es obvio, el aparato judicial bonaerense, dominado por el procurador macrista Julio Conte Grand --el mismo que almorzó hace unos días con el expresidente y fue sorprendido y fotografiado-- no avanzó ni un milímetro en la investigación. Ya en ese momento, Página/12 contó que se hicieron informes económicos y de Migraciones sobre Baradel, Espinoza, Magario, y hasta del club de futsal en el que jugaba Daniel Scioli. Nunca con orden judicial, siempre espionaje puro y duro. En total, se encontraron 40 mil registros del sistema Gnosis y, además, una enorme cantidad de órdenes de intervención de los celulares. El entonces jefe de Gabinete de Scioli, Alberto Pérez, incluso denunció que hubo un intento de extorsión a quien fuera su chofer: le exigían que declarara en contra de Pérez a cambio de silenciar que, supuestamente, tenía un terreno sin los papeles en regla.
Todos estos hechos exhiben la misma matriz: el gobierno de Macri, con sucursal en el de Vidal, se dedicaba a espiar, armar causas y operaciones contra cualquier opositor y también contra los propios. Como no podían exhibir logros económicos, sus estrategias centrales eran dos:
* Por un lado, denunciar y alimentar a los medios amigos, fabricantes de indignaciones.
* Por el otro lado, vigilar a los propios, marcarlos de cerca y, seguramente, "carpetearlos" si fuera necesario.
Las idas y vueltas en las guerritas del espionaje saltaron a la luz cuando la AFI armó lo que se llamó el Proyecto AMBA, estableciendo seis nuevas bases en el conurbano: Ezeiza, Quilmes, La Matanza, Haedo-Morón, San Martín y Pilar. El objetivo supuesto era monitorear marchas, movimientos sociales y hasta comedores comunitarios. Pero como ocurrió siempre, el macrismo usó para el espionaje a policías, sin ninguna experiencia en inteligencia y nada acostumbrados a guardar secretos. De manera que se mandaban las filmaciones, las guardaron en sus celulares para vender la información o para extorsionar en algún momento. Al mes, todo voló por los aires: los policías bonaerenses exigían que salieran de la cancha los intrusos enviados desde la AFI. Nada de pisarse los callos ni compartir “negocios” y “recaudación”.
El colmo del espionaje desatado y la persecución descontrolada se produjo cuando dos altos funcionarios de la central de espías --uno de ellos, el mismo De Stéfano que aparece en esta filmación-- fueron a apretar al juez Luis Carzoglio para que metiera presos a Hugo y Pablo Moyano. La base fue una causa armada en Lomas de Zamora por un hijo dilecto de Conte Grand. Los jefes de la AFI fueron al juzgado de Avellaneda con la resolución redactada y Carzoglio sólo debía firmar. De Stefano fue acompañado por Fernando Di Pasquale, responsable financiero de la central de espías, lo que hace suponer que también pensaron en hacerle una oferta económica al juez. Lo cierto es que el magistrado se negó a firmar y el macrismo lo hizo suspender por sumarios viejísimos que no tenían nada que ver. Espionaje y extorsión.
Las pruebas de todas esta trama son abrumadoras y ahora se reafirman con la filmación. Impresiona la melancolía por una Gestapo --policía secreta que secuestraba y asesinaba-- que vaya contra los sindicatos. Pero no puede perderse de vista quiénes estaban sentados a la mesa y la grabación clandestina en sí misma. Es evidencia de que el espionaje y la persecución eran una política del macrismo, no obra de cuentapropistas sin control.