Por OSIRIS ALONSO DAMOMIO
Lo anticipó, con gráfica gestualidad, tres años atrás, un encuadrado occidentalista del peronismo.
Con el pulgar marcó primero hacia arriba. El Norte. El Departamento de Estado o El Comando Sur.
E inmediatamente con el mismo pulgar marcó hacia abajo.
Game Over. Nada que hacer. Juego terminado. Estampilla indeleble. Sin retorno.
La maltratan con la bolilla. La tildan de corrupta, equiparable al ex presidente Horacio Cartes, de Paraguay.
Coincidencias inquietantes. La declaración condenatoria del senador Ted Cruz. O de la parlamentaria Elvira Salazar.
Antiaborto y ultraconservador: Ted Cruz, el aliado de Donald Trump que apuntó contra Cristina Kirchner
Misiles orales que La Doctora interpretó, en defensa propia, como otro complemento banal de las desdichas internas.
Irresponsablemente, Estados Unidos le reserva a La Doctora el destino de Nicaragua o de Cuba (ya no de Venezuela, la condena disminuye por la energía espiritual de Chevron).
Paradójicamente la bolilla negra se explicita cuando La Doctora, a través de Sergio Massa, El Profesional, avala el desplazamiento hacia el centro.
Y cuando sin otra alternativa, con su silencio, avala los suplicantes contactos con Washington. A los efectos de llegar, con oxígeno, a la frontera de la elección que asoma con desventura.
Cae entonces la bolilla negra cuando el presidente Joseph Biden, El Abuelo Dulce, recibe en la Casa Blanca al presidente Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Para una cumbre que La Doctora -con el mismo embajador Jorge Argüello- nunca pudo conseguir.
Solo pudo compartir con el ex presidente Barack Obama, El Keniano, una sesión especial del Consejo de Seguridad.
Cuando, con suficiencia nerviosa, supo bajar línea en asuntos globales.
La coronada fotografía de Alberto, para su álbum, coincide con otra estrategia suplicante.
Es Biden el líder de la superpotencia que declina ostensiblemente. Debe esmerarse en cuidar cada baldosa del patio trasero. Para que no le ocurra lo mismo que en Medio Oriente.
La apodada América Latina nunca debe caer seducida por la audacia y los billetes de la otra potencia ascendente que se dedica a humillarla.
No se trata solo de la carrera tecnológica perdida por el sustancial 5G. Inapelablemente Huawei impone la superioridad (leer «El 5G y la poética del espectro»).
Ahora China devalúa a Estados Unidos también en la esfera diplomática.
Reconciliación de Arabia Saudita con Irán
Al reconciliar a Arabia Saudita con Irán (al árabe con el persa, al sunnita wahabi con el chiita), por iniciativa del presidente Xi Jinping, China logra el acontecimiento diplomático que planta influencia en la región.
Mientras tanto acentúa la ostensible pérdida de influencia de Estados Unidos.
En efecto, el canciller de Irán, Hossein Amir Abdollahian, y el canciller del reino saudita Faisal bin Farhan, desde Beijing instrumentaron la próxima reposición de embajadas.
Para lícita preocupación, también, de Israel, donde proliferan despiadadas críticas de la oposición al gobierno derechista de Benjamin Netanyahu.
Cuestionan la “infalible” inteligencia. No advirtió sobre el entendimiento «histórico» que modifica el eje de conflicto en la región.
Debe aceptarse que China, sin jactancia, muestra su triunfo. Ante el desconcierto de la Unión Europea y el reposo gestionario de Estados Unidos.
Dos poderes (UE y USA) encuadrados. Ambos surten de ferretería militar a Ucrania. En el conflicto mundial contra la Rusia invasora que mantiene el respaldo de la potencia maligna.
Mientras tanto Irán perfora la idea instalada del aislamiento.
China marca la distancia que Arabia Saudita tomó de Estados Unidos, el máximo aliado y protector.
Durante décadas, sobre las cenizas de miles de muertos en guerras fatídicas, funcionó el implícito pacto de intercambio.
Petróleo por seguridad. Energía segura por ferretería sofisticada.