Por Pablo Vera
Piso 34. Vista inmejorable del río, la cosa uruguaya como al alcance de la mano. No paro de mirar, vaya a saber cuándo se repite semejante paisaje. Estoy en una oficina de Puerto Madero, convocado por un amigo para un focus group, una entrevista grupal que se usaba más que nada para estudios de mercado, pero desde hace un tiempito entró fuerte en las campañas electorales. En general, se juntan entre seis y diez personas, se tira una consigna, se habla, se discute. El “equipo investigador” emitirá un informe para el cliente de la consultora.
Somos seis en una mesa con café, frutas y bombones. El equipo investigador se presenta. “Buenos días a todos y todas, mi nombre es Juan Guillermo y en nombre de la Consultora Buenos Aires City, les damos la bienvenida. La idea es charlemos sobre qué opinión tienen sobre el Plan de Convertibilidad del año 91, implementado por Domingo Cavallo. ¿Saben de qué se trató?"
Nuestras caras expresan sorpresa y porque no decirlo, desconocimiento. Pero uno del grupo nos zafa, como Caruso Lombardi salvando equipos que van directo al descenso. Nuestro redentor se pone de pie y dice “fue un plan de estabilización económica que establecía una paridad cambiaria de un peso igual un dólar, que permitió a la Argentina superar el proceso híperinflacionario. Se mantuvo vigente hasta la crisis de 2001”.
"Exacto", dice Juan Guillermo. "No sean tímidos, que más nos pueden decir".
Otro compañero, timido, se anima con un "bueno, parecido al amigo, es lo que recuerdo. No somos, un equipazo. Si Juan Guillermo esperaba al Barcelona de Messi esta jodido.
"Bueno, amigas amigos, les proponemos, algo único y que seguramente los sorprenderá para toda su vida, viajar en el tiempo, exactamente hasta el nacimiento de la convertibilidad luego, volver a encontrarnos y charlar un rato entre todos. Eso sí, tenemos que desplazarnos hacia José León Suarez, donde tenemos la máquina que los va a transportar en el tiempo".
Cuando llegamos, nos presentan a Herbert George Wells (1865 -1946), el autor del libro “La Máquina del Tiempo” publicado en 1895.
"Bienvenidos", nos dice Wells. "Vayan acercándose". Debajo de unas telas blancas, inmaculadas, aparece “la máquina”. La forma es un tanto extraña, tiene un inmenso reloj en el fondo y el cuerpo del artefacto es similar a un micro escolar antiguo pero sin techo. Nos invita a sentarnos en los lujosos asientos de pana color rojo.
"¿Listos?" pregunta Wells. "Bueno, vamos a 1991".
Pero ahí interviene de nuevo nuestro crack, que resulta que se llamaba Ricardo y era profesor de Economía. "Disculpe, Wells, pero para entender la convertibilidad le pido que nos lleve a 1989 así vemos qué fue el Plan Bonex, el canje compulsivo de los depósitos a plazo fijo por títulos públicos. El objetivo era reducir la liquidez, generando menor demanda de bienes y compra de divisas. En los hechos significó una pérdida relevante para los ahorristas".
"Pero, cómo ¿y la propiedad privada?" dice una integrante.
"Bueno, se la soslayó un poco”, contesta con ironía el profe Ricardo.
Seguimos el viaje y caemos en 1991. Vemos cómo el primero de abril se establece por ley la Convertibilidad, que fijó como paridad cambiaria sin límite temporal la de 10000 australes por dólar. Se prohibió la emisión de dinero no respaldado en un cien por ciento por reservas de libre disponibilidad. Vemos cómo se cambia el signo monetario del austral al peso, con la misma tasa de cambio, con un peso equivalente a un dólar.
Ahi entendemos que la tremenda punción del Plan Bonex fue el paso necesario e imprescindible para la convertibilidad. Por tres o cuatro años se puede ir lentamente corrigiendo a la baja la tasa de inflación y la paridad cambiaria se sostiene con las privatizaciones, vendiendo las joyas de la abuela.
Pero vemos también que a partir de 1995 la paridad se sostenía con endeudamiento externo, que por su lógica de financiamiento estaba sujeta a los vaivenes internacionales. La Crisis del Tequila (1994), la Rusa (1998), la Crisis de Brasil (1999), generaron una retracción de los fondos de financiamiento, sumado a que el peso-dólar se “apreciaba” porque había un peso barato para importar pero caro para exportar y la producción argentina perdía competitividad. La consecuencia fue una tendencia casi sin excepciones a más importaciones que exportaciones, al déficit.
Escuchamos cómo se suponía que flexibilizando costo laboral se podría recuperar competitividad. Pero con una flexibilización de las normas laborales y un veinte por ciento de desempleo, la crisis estaba madurando. El sector agropecuario sufrió remates, por la imposibilidad de pagar créditos hipotecarios.
Vemos terminar el gobierno de Menem y asumir a De La Rúa, y vemos que la situación no dejó de empeorar. “El chaleco de fuerza” de la convertibilidad impidió que reaccionáramos con la devaluación de Brasil de 1999, por cuanto el peso-dólar se mantenía fijo e inamovible. La convertibilidad impedía desarrollar políticas monetarias.
Vemos volver a Cavallo al ministerio de Economía y vemos que en diciembre de 2001se impone el corralito, la prohibición del libre uso del dinero en cajas de ahorro, cuentas corrientes, plazos fijos. Intentando evitar la formidable corrida bancaria que iban a producir los depositantes, lo único que hizo fue acelerar la crisis.
Ahi vuelve a preguntar la compañera, qué fue de la propiedad privada... Ricardo ya contesta con fastidio que mejor le pregunte a Milei, que considera a Cavallo el mejor ministro de la historia. La máquina del tiempo despega el 20 de diciembre de ese año tran triste para nuestra Patria.
Mientras viajamos de vuelta por el tiempo, le pregunto a Ricardo si lo que vimos es como lo que propone Milei. "Si", dice el profe. "Para conseguir los dólares necesarios para cambiarlos por los pesos, proponen constituir un nuevo endeudamiento pero como estamos flojos en términos de confianza, para conseguir un dólar tenemos que endeudarnos por 4 y proponer poner como garantía el Fondo de Garantía y Sustentabilidad de la Anses e YPF".
"Los precios se van a ajustar al precio del dólar de mercado, o sea el doble de los actuales, y aunque los salarios se mantengan fijos en dólares, su poder adquisitivo caerá por cuanto se eliminarán subsidios al transporte, energía y combustibles, por lo tanto se encarecerán las tarifas. La eliminación del Banco Central impediría que puedan financiarse las provincias ante desastres naturales, como sequías o inundaciones. Al fijarse el dólar como moneda de curso legal, la Argentina quedaría indefensa frente a posibles devaluaciones en las monedas de nuestros socios comerciales".
"Sería un país para pocos", dice Ricardo con tristeza.