El criterio de que los años pares de cada gestión no son electorales y que ello le daba espacio a que los dirigentes políticos que ocupan cargos en los múltiples estamentos institucionales puedan darle espacio a la gestión, está cediendo en este 2022. Tanto a nivel nacional, como provincial e incluso municipal, la carrera electoral está desatada.
A nivel nacional es mucho más notorio. El presidente Alberto Fernández, tiene aspiraciones de reelección abiertamente confesadas, el gobernador chaqueño, Jorge Capitanich, también ha dicho que tiene intenciones de ser candidato a presidente en una PASO dentro del Frente de Todos. Pero también es posible que otros candidatos pujen en el oficialismo. La Cámpora quiere, también abiertamente, que la vicepresidente Cristina Fernández busque un tercer gobierno del kirchnerismo más puro y no se puede negar que el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, también tiene no solamente una intención propia, sino la de algunos sectores que ven que el frente oficialista necesita algún Plan B.
En la oposición, también están lanzados. Es que aparte de la cuestión de las candidaturas toda la actividad de Juntos por el Cambio y de los sectores libertarios está en modo electoral. En este escenario, adivinándose candidatos seguros a retornar el poder, luego de la gestión de Alberto Fernández, la batalla es todavía más encarnizada. La Mesa Directiva de Cambiemos, a impulso del radicalismo, tuvo que salir a despegarse de Javier Milei, a quien algunos medios norteamericanos ya están contabilizándolo como futuro presidente.
Esto, que parece apresurado, faltando tanto para las elecciones, constituye también una revelación. ¿Cómo es que rompieron los sectores de la derecha argentina cuando todavía ni empezaron a hablar sobre una posible alianza?
Es posible que haya que revisar no tanto en las posturas que terminaron aparentemente abortando un acuerdo, sino en aquellos que lo propusieron. José Luis Espert le sugirió a Juntos por el Cambio una gran PASO para definir un candidato opositor único. La salida fue bloqueada por el radicalismo, y dentro de ella, más que nada por el presidente del Comité Nacional, Gerardo Morales, que también está anotado.
No parece una buena idea, analizados desde el cuartel opositor un acuerdo ahora, que podría poner en fuga a los sectores más progresistas de Cambiemos (básicamente gran parte del radicalismo) que ya bastante tienen con fumarse al propio Mauricio Macri o la derechizada Patricia Bullrich, e incluso dentro de sus propias filas, un hombre como Martín Lousteau, que supo abrevar en el kirchnerismo o el economista, ex empleado de Clarín, Martín Tetaz.
Pero esa gran PASO podría ser la propia elección general. Esa primaria vuelta que todavía no tiene fecha, en la que pocas dudas caben que sea quien sea el candidato opositor, en una hipotética segunda vuelta, sumaría casi en su totalidad el apoyo del votante que quede en tercer lugar.
La chance del Frente de Todos, si va a tener una, será en primera vuelta o no será, tal como ocurrió en 2019, pero puntualmente con Daniel Scioli en 2015. Aún si el candidato fuera el propio Morales, cualquier argumento servirá para un abrazo con Milei o Espert, si los votos que hacen falta para asegurar un triunfo están en la vereda de la derecha más reaccionaria.
En la provincia, también las cuestiones más duras están en la oposición. El radicalismo tiene por lo menos tres candidatos. El diputado nacional, Juan Carlos Polini, el senador nacional bendecido por Ángel Rozas, Víctor Zimmernan y el eterno candidato, que parece haber llegado a su techo, Leandro Zdero. Eso si el PRO no termina haciendo una propuesta, colocando una figura, para después hacerlo integrar la fórmula.
Acá todavía la lucha no se disparó, pero no hay dudas que todos piensan que el crecimiento de las chances nacionales, le habilitan una jugada sobre un piso más fuerte, aunque es probable que finalmente el propio Ángel Rozas vuelva a imponerse y termine confirmando la bendición sobre su delfín. ¿Alcanzará para arrebatarle el gobierno al peronismo?
Falta conocer todavía un detalle, cuándo serán las elecciones en la provincia. La Constitución provincial impone el desdoblamiento, pero de ahí en más habrá que coordinar una fecha. Es probable también que eso quede atado a lo que pueda escalar la pelea que habilitó públicamente el embajador argentino en Asunción. Domingo Peppo salió a pegarle al gobierno de Capitanich, pero no se animó a darle directamente al primer mandatario y prefirió aferrarse al ministro Santiago Pérez Pons.
No debe recordar que fue el propio gobernador el que se encargó de la gestión precedente. Es más, siendo todavía intendente de Resistencia, se animó a llamar “pusilánimes” a los gobernadores peronistas que parecían muchas cosas, menos opositores al gobierno de Mauricio Macri.
De todas maneras, la interna peronista en el Chaco, para las candidaturas a gobernador podrá desordenarse o no, dependerá de si finalmente le sale a Capitanich la candidatura presidencial. No parece una tarea sencilla.
Tal vez lo está advirtiendo el intendente de Resistencia, Gustavo Martínez, que ya tuvo tiempo de proponerse para cuatro años más en el mismo cargo. No se puede negar que se trata de un hombre con ambiciones. Ni tampoco que no se ingenie para llegar a la costa que se proponga.
En medio de su carrera política particular Elida Cuesta volvió a ser presidente de la Cámara de Diputados, que como diputada se había opuesto incluso a proyectos de la Casa de Gobierno, que tenia un presidente como Hugo Ságer que debió bajarse respetando las decisiones de los mandos naturales. La intendente de Charata, María Luisa Chomiak, de su espacio político, ocupa un cargo en el Congreso de la Nación y él no tiene inconvenientes en fotografiarse como lo más rancio del PRO en un encuentro de “alcaldes” que promovió Horacio Rodríguez Larreta. De paso, arregla su propia interna y pone a raya a sus opositores en la capital chaqueña.