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Opinión del Lector

Por qué es fundamental el consentimiento en los encuentros sexuales y cómo pedirlo

Mariela Belski

Por Mariela Belski

Para que exista abuso o violación no es necesario, únicamente, que se presenten situaciones de agresión verbal o golpes para forzar el acto. Someter a alguien o avanzar cuando falta el consentimiento es en sí mismo una forma de violencia sexual.

En las últimas semanas, el abuso sexual contra las infancias estuvo en el centro de la escena. A diferencia de otro tiempo en que la palabra de las víctimas o denunciantes era puesta en duda desde el primer momento, hoy, cuando una persona denuncia una situación de abuso, la escucha social es otra.

Si bien el abuso sexual continúa siendo un delito extendido, el tratamiento y valoración del tema ha cambiado, tanto en la Argentina como en el mundo. Por ello, se torna elemental profundizar sobre la importancia del consentimiento para cualquier actividad sexual.

En 2019, Amnistía Internacional lanzó una campaña llamada “¡Hablemos del sí!” que buscaba generar conciencia sobre el consentimiento como un requisito fundamental a la hora de mantener encuentros sexuales.

Consentir, en este contexto, es enunciar, expresar o comunicar a través de actitudes que estás de acuerdo con mantener un encuentro sexual con otra u otras personas. Además, debe ser, sobre todas las cosas, libre, es decir, no puede darse bajo amenazas, manipulación o coacción. Es importante señalar que puede ser revertido en cualquier momento porque es dinámico y concreto para cada situación, y debe ser claro.

Este concepto nos sirve para pensar que para que exista abuso o violación no es necesario, únicamente, que se presenten situaciones de agresión verbal o golpes para forzar el acto. Someter a alguien o avanzar cuando falta el consentimiento es en sí mismo una forma de violencia sexual.

Dicho de otro modo: sin consentimiento de una de las partes, la actividad sexual es una violación o abuso sexual. Es por esto que cuando se trata de sexo, el consentimiento es básico y no hay zonas grises.

La campaña “¡Hablemos del sí!” explica de qué manera se puede obtener el consentimiento en un encuentro sexual. “Algunas personas preguntan si deben firmar un contrato para tener relaciones sexuales. La respuesta es no. Simplemente deben comunicarse con la otra persona y asegurarse de que todos los actos sexuales que tengan se hacen con consentimiento mutuo”.

La palabra consentimiento forma parte de los marcos jurídicos de algunos países europeos en el sentido de que tienen leyes que definen la violación basándose sobre la ausencia de consentimiento. Por el contrario, muchos otros definen la violación en función de otros parámetros, como si se empleó violencia o si hubo amenazas o golpes durante el ataque. Pero, ¿qué pasa con los casos en los que no hay violencia física? ¿Qué hay de los casos en los que la víctima no reaccionó, se quedó paralizada, no a causa de la violencia, sino por puro terror, porque la persona que lo hizo era su amiga o pareja o familiar o mediaba una relación de poder asimétrico?

Hablar de consentimiento es visibilizar las múltiples formas de violencia sexual, para desarmar la idea de que en un abuso media, siempre, la violencia física.

El marco jurídico de la Argentina sobe el consentimiento

Ahora bien, ¿qué dicen el marco jurídico de la Argentina sobre este asunto? Nuestra legislación penal prevé que, si una persona adulta mantiene “relaciones sexuales con una niña o niño menor de 13 años”, hay una situación de abuso sexual porque aún no cuenta con la capacidad de prestar su consentimiento.

Es importante señalar que cuando la víctima tiene entre 13 y 16 años, la noción de “consentimiento” debe leerse a la luz del potencial aprovechamiento de la “inmadurez sexual” del niño, niña u adolescente. Es decir, que la norma establece que una persona de esa edad podría dar su consentimiento, considerando su autonomía progresiva, pero que debe tenerse en cuenta su inmadurez sexual y la relación de poder que puede configurarse con una persona adulta o mayor.

Incluso, cuando una persona tiene entre 16 y 18 años, la diferencia de edad y de poder (material y simbólico) debe tenerse en cuenta para evaluar si el o la adolescente fue capaz de dar su consentimiento libre de violencia o coacción. No es lo mismo que una persona de 17 tenga un vínculo sexual con una persona de 16, o una de 19 con una de 17, a que lo haga una persona de, por ejemplo, 35 con una de 15, donde la primera dobla en edad a la segunda.

“¡Qué madura que sos!”, “¡No pareces de 13, parecés más grande!” “¡Cuando me dijiste tu edad no podía creerlo, pensé que tenías 20!” son algunas de las frases que chicas y chicos pueden escuchar por parte de quienes intentan aprovecharse de ellos o ellas. Alertar a las y los adolescentes sobre estas técnicas puede ser muy útil para evitar situaciones de mayor sufrimiento, dado que la manipulación es una de las formas utilizadas para ejercer la violencia sexual.

La visibilidad que tomaron las denuncias de abuso también pone de relieve la responsabilidad como sociedad de no mirar hacia otro lado ni normalizar relaciones sexuales entre personas adultas y adolescentes. Además, corresponde alertar sobre los potenciales sesgos discriminatorios que recaen sobre las personas, según su orientación sexual, cuando el mayor porcentaje de casos de violencia sexual contra las infancias es cometido por varones (81%), cuyas víctimas son mayoritariamente niñas y adolescentes (77%).

Una herramienta que es crucial para la prevención y detección temprana de abusos en las infancias es la tan postergada Educación Sexual Integral (ESI), obligatoria en todas las escuelas del país desde 2006. Su relevancia, además de ser un derecho humano, es aún mayor si tenemos en cuenta que de acuerdo con datos del Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires, entre 70% y el 80% de niñas, niños y adolescentes pudieron comprender que fueron abusados luego de participar en clases de ESI.

Que los hechos de público conocimiento nos sirvan para desarmar ideas completamente falsas sobre el abuso sexual y la violación. Y que estos tristes episodios sirvan también para que hablemos del sí y de la importancia del consentimiento. Y para recordar que con los chicos no. Nunca. En ninguna circunstancia.

Algunas pautas fundamentales

  • El consentimiento sexual debe ser una elección voluntaria y libre para todas las partes implicadas
  • Guardar silencio o no decir NO, no es lo mismo que dar el consentimiento
  • Una regla general es: en caso de duda, es mejor siempre preguntar. Si alguna de las partes involucradas sigue dudando, es recomendable parar
  • El consentimiento es fundamental y por ese mismo motivo no debería ser incómodo preguntar
  • Algo bastante obvio pero que siempre es mejor recordar, es que, si una persona está dormida o inconsciente, no puede reaccionar, lo que significa que no puede dar su consentimiento para ninguna clase de acto sexual.

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