Por Laura Spaccarotella
La pandemia, a través del confinamiento y sus avatares ha recrudecido dificultades preexistentes, afectando la vida de los deportistas trascendiendo el campo deportivo.
En la búsqueda del máximo rendimiento deportivo hay factores psicológicos que cobran cierta especificidad en el ámbito del deporte. La presión es uno de ellos, que a medida que se avanza a la elite, va acrecentándose por las responsabilidades, compromisos y exigencias que conlleva.
Las organizaciones deportivas, los medios, el público, los cuerpos técnicos, incluídos los profesionales de la salud, en muchas circunstancias, supeditan la observación profunda del deportista a modelos ideales de éxito, y, especialmente, quienes se encuentran en un estado de mayor vulnerabilidad, terminan siendo presas de estos ideales opresivos.
Situaciones de desarraigo, del cuestionamiento acerca del propio valor para asumir desafíos mayores, cuando el deporte se transforma en único medio de vida y proyección futura, si la identidad se apoyó casi con exclusividad en el ser deportista y va llegando el momento del retiro, todas estas, situaciones fragilizantes e incluso proclives de generar reacciones patológicas.
El seleccionado argentino continúa trabajando con alta intensidad en el centro de Alto Rendimiento de Atheltes Performance, en Pensacola.
Mientras tanto, los entrenadores al capacitarse, nos piden a los psicólogos del deporte, recetas mágicas para asumir ellos un rol de “psicólogos”, dado que salvo excepciones, son pocos los que cuentan con un profesional brindado por sus clubes.
No hay recetas mágicas ni fijas, la particularidad de cada deportista y cada equipo, determina la selección de métodos y técnicas de preparación psicológica.
Las dirigencias hacen caso omiso a los requerimientos cada vez mayores de los profesionales de la salud mental; aún no se dimensiona la necesidad del trabajo psicológico realizado por profesionales idóneos que, conociendo las variables psicológicas que se ponen en juego en el deporte, estén atentos y a disposición, con el propósito primero de prevenir, observando las dinámicas grupales como facilitando espacios individuales, creando un clima de confianza, cercanía, empatía y escucha, dando la posibilidad que las manifestaciones incipientes de depresión, estados de ánimos variables, trastornos funcionales o de índole social tengan una detección temprana, a la vez que educar en estrategias de afrontamiento.
La pandemia, a través del confinamiento y sus avatares ha recrudecido dificultades preexistentes, afectando la vida de los deportistas trascendiendo el campo deportivo y haciéndose presentes en el impacto que causa el tema del suicidio. El fin de semana se visibilizaron Alan Calabrese y el Morro García quitándose la vida, pero nadie estuvo ahí para escuchar un último grito de desesperanza y desolación.
La Psicología adquiere un valor en el deporte en la medida que colabora con un equipo interdisciplinario a dar recursos desde su especificidad no solo para atravesar las distintas exigencias de performance y optimizar el rendimiento, sino, y principalmente, desde una óptica humanista, legitimar las vivencias singulares que se le van presentando al deportista en distintas etapas, contextos, oportunidades o falta de ellas, no solo desde el punto de vista del resultado.
Hay desafíos actuales que se incluyen en el trabajo psicológico, la perspectiva de género, la influencia de contextos sociales complejos, hacen que el cuidado integral de la salud sea prioridad como aliado de la vida.