Por Manuel Colombo
Según un estudio de KPMG, el 35% de las mujeres revela tener falta de autoestima y confianza, y esta es la base para sentir el síndrome de la impostora.
El síndrome de la impostora acompaña desde siempre a las mujeres a la hora de desarrollarse.
Hace unos años, Michelle Obama confesó sufrir este síndrome en un discurso en el cual asumía que por qué las personas se interesaban por lo que ella decía.
Entonces imaginemos lo que le sucede a las mujeres de a pie cuando se lanzan a emprender un proyecto de trabajo o una pareja.
Según un estudio de KPMG México el 35% de las mujeres revela tener falta de autoestima y confianza, y esta es la base para sentir el síndrome de la impostora.
Haciendo un poco de revisionismo histórico, podemos identificar que socialmente las mujeres han tenido que luchar por hacerse un lugar en puestos de toma de decisión.
Se las ha señalado como menos capaces, marcando que su lugar es sólo en la casa. Esto ha producido mujeres con altísimos niveles de exigencia, que sienten que nada es suficiente y que deben demostrar que todo lo pueden pues pedir ayuda es signo de incapacidad.
Es muy notorio como mandatos culturales como la maternidad y las tareas de cuidado aún condicionan a las mujeres en pensamientos limitantes para desarrollarse en el mundo laboral y en lo vincular, ya que muchas veces se convierten en mujeres con “super poderes” que ocupan todos los lugares.
El síndrome de la impostora es esa sensación de estar en un lugar que no les pertenece, como si esperaran que alguien descubra el engaño.
Este sentimiento muchas veces viene desde la infancia. Pensemos que los niños necesitan la aprobación de sus padres, y si éstos nos han dado un apego inseguro eso se ve reflejado en adultas en busca de aprobación constante.
Si bien el síndrome del impostor también afecta a los hombres, las mujeres son más propensas a vivirlo porque tienen una herencia histórica donde han quedado relegadas a tareas domésticas, bombardeadas por estereotipos de belleza inalcanzables.
Esto ha sido internalizado por generaciones de mujeres y profundizado también por estereotipos de crianza.
La buena noticia es que cada vez son más las mujeres despertando, ya que más del 80% de nuestras alumnas son mujeres, marcando que hay un nuevo paradigma naciendo. Mientras ellas trabajan la compasión hacia sí mismas, reconociendo sus propias capacidades, observando que lo que consiguieron no es un simple golpe de suerte, sino que es parte de sus capacidades y habilidad, lo que están logrando es desbloquear una nueva capa de consciencia.
En el plano personal, este síndrome, se ve reflejado en la falta de amor propio, en las cosas que se dicen respecto al cuerpo, a los estándares internos con los que viven buscando llegar a una cima que ellas mismas se ponen producto de la cultura.
Y esta falta de amor propio, afecta a la pareja, a desarrollarse en vínculos sanos y duraderos porque simplemente no creen que otro pueda amarlas.
El camino para superar este síndrome es un trabajo de autoconocimiento pero también es importante el trabajo social de acompañar en la visibilización de mujeres en puestos de liderazgos y en tareas asociadas a lo masculino que acompañen a mostrar nuevas formas.
Este despertar de consciencia, es decir la búsqueda individual de las mujeres en su desarrollo personal, es la principal herramienta que hoy tenemos para un cambio colectivo, rompiendo patrones sociales e impulsando un nuevo paradigma.
Coach ontológico y especialista en Mirada Sistémica.