Hace 18 años que Franco Orlando Romero es parte de la Armada Argentina. Desde pequeño quiso sentir el orgullo de servir a la Patria. En su Mburucuyá natal, los ciudadanos transmiten a sus jóvenes el sentido de pertenencia y en su caso particular, este sentimiento se reforzó al cursar la primaria en una escuela llamada “Armada Argentina”. ANTÁRTIDA - Hoy Franco Romero tiene 36 años, cumplió su sueño de ser parte de la Armada y en este momento, cumple otro: se encuentra en el continente blanco realizando Campaña Antártica de Verano con la misión principal de hacer operativo uno de los refugios navales más australes del mundo. En diciembre pasado, el marino correntino partió de su actual destino en la Escuela de Tácticas y Técnicas Navales en Puerto Belgrano, en comisión antártica por los meses estivales. Embarcó en el rompehielos ARA “Almirante Irízar” que emprendió la Campaña Antártica de Verano (CAV) 2017/18 para cumplir con la misión de restaurar el Refugio Naval Groussac en isla Petermann. Franco Orlando Romero es Teniente de Fragata Cuerpo Profesional Técnico y el encargado de la misión; fue designado Jefe de Dotación del Refugio Naval Groussac integrada por 7 miembros más de la Armada, suboficiales de las especialidades control averías, de mar, enfermería, electricidad y máquinas, para realizar las tareas de apertura y mantenimiento del refugio.
De diciembre hasta mediados de enero estuvieron a bordo del rompehielos y a la altura de bahía Pingüino pasaron a formar parte de la tripulación del aviso ARA “Estrecho de San Carlos”, embarcación que los llevaría hasta Groussac , los primeros días de marzo, cuando la ventana meteorológica fuese favorable para llegar a buen puerto. Y así lo fue, cerca del 10 de marzo pudieron finalizar con éxito la misión encomendada. “Hacía tiempo que el refugio no estaba operativo, la última vez que se pudieron efectuar trabajos de mantenimiento fue en 2007. Este año, luego de 10 años, volvimos al refugio e hicimos un mantenimiento estructural y general tanto interno como externo y quedó totalmente operativo y listo para ser habitable, brindar apoyo a la ciencia y aquellos navegantes que pasan por allí”, se explayó.
“El refugio se encuentra en un lugar muy transitado turísticamente donde se pueden observar especies de aves autóctonas (colonia de pingüinos papúa antárticos), fauna marina y flora como líquenes y hongos”, agregó el Jefe de la misión. También contó un hecho significativo que les ocurrió durante las reparaciones, se encontraron con el Acta Fundacional del refugio, un acta de valor histórico. Luego habló del intenso trabajo realizado durante una semana para dejar en condiciones habitables el refugio: “uno de las tareas más importantes fue el recambio del techo que estaba compuesto por listones de madera y membrana que con el paso del tiempo y la inclemencia extrema del clima de la zona estaba muy deteriorado. Se procedió al recambio de madera de la parte exterior, el frente se hizo todo nuevo, se pintó, se cambiaron los postigos de las ventanas y algunas de ellas, y se reparó el baño”, relató con detalle. Contó que el refugio tiene dos habitaciones y había camas de madera y cuchetas de hierro que fueron reemplazadas por cuchetas de metal. La habitación más pequeña fue acondicionada como depósito, con alacena para víveres y un completo botiquín médico.
La cocina a leña de hierro fue reemplazada por una a gas que el mismo grupo de trabajo estrenó y en el lugar de lo que quedaba de una salamandra, colocaron aquella de leña a modo de hogar. También se trabajó en el sistema eléctrico. “Pusimos cables nuevos por norma, bastidores, tomas corrientes en todos los ambientes, portalámparas y lámparas led. El refugio consta de dos circuitos eléctricos uno alimentado por un grupo electrógeno y el segundo de emergencia a batería y quedaron reparados y en perfectas condiciones para ser utilizados”, dijo. La experiencia antártica La primera vez que Franco Romero pisó suelo antártico, fue para la CAV 2009/2010 a bordo del transporte ARA “Canal Beagle”. Era Cabo Primero Electricista y realizó trabajos en la base permanente de Orcadas. “La situación actual es un desafío distinto ya que estoy a cargo de personal pero es igual de apasionante que la primera vez”, expresó Romero. “Como experiencia personal y de grupo fue una de las que realmente te llega al alma, en este lugar estuvimos en armonía con la naturaleza donde uno logra encontrarse con uno mismo; aquí se mezclan lo místico y los sentimientos y doy las gracias de haber estado en este lugar para apreciar la vida y la belleza; dejamos nuestro esfuerzo y cariño aquí. Este momento es nuestro, les dije a mis compañeros, aunque pase el tiempo siempre será nuestro. Nos vamos con la satisfacción del deber cumplido con la misión y de haberlo hecho bien y regresar a casa felices”, enunció con real evaluación el Jefe Antártico. “No hay nada más noble y digno que servir a la Patria, nosotros a través de la Armada Argentina, y también poder colaborar con la ciencia y el medio ambiente, con todos los proyectos que se están realizando en la Antártida para bien de la humanidad.
Nos vamos totalmente satisfechos y contentos”, enfatizó. Estar a bordo del rompehielos fue para él un orgullo. “El ‘Irízar’ hoy está operando con todas sus capacidades y brindando apoyo a muchas bases en la Antártida”. El pueblo natal Nacido en el interior de un pueblo de Corrientes, el Teniente Romero añora aquella tierra que lo vio crecer. “Soy de Mburucuyá o Pago Porá, decimos”. Una localidad de 7 mil habitantes a 148 kilómetros de la capital provincial que tiene el don de haber producido numerosos músicos folclóricos del género del chamamé como también marinos. Dejó su ciudad para ingresar a la Armada en el año 2000 a los 18 años como muchos de sus amigos y compañeros de colegio “es un sentimiento que venimos acuñando desde pequeños no sólo yo sino todos los que vivimos en la zona. En mi caso no hubo ningún familiar ni alguien cercano que me transmitiera ese deseo de pertenecer a una Fuerza, es un deseo colectivo el poder sentirnos orgullos de servir a la Patria, tal es así que mi escuela primaria se llama ‘Armada Argentina’.”.
Dijo que todos los recuerdos en la Armada son acompañados con alguna sonrisa y rememoró uno de los más significativos para él: “estando en la escuela de formación, mi encargado de división nos dijo que los ojos iban a ser los grandes beneficiarios de nuestro paso por la Armada y hoy sigo dándole la razón, porque he conocido con ella, lugares hermosos”. Su carrera naval comenzó en la Escuela de Suboficiales donde se especializó como electricista. Su primer destino fue el entonces patrullero ARA “Murature”, luego estuvo en la fragata ARA “Libertad” y en la Escuela de Suboficiales de Puerto Belgrano. Sirvió en el aviso ARA “Teniente Olivieri” y luego de un curso de máquinas y el aplicativo para cabos principales, solicitó el curso CASO (Curso de Ascenso de Suboficial a Oficial) en 2013. Hoy, el Teniente de Fragata Romero está destinado en la Escuela de Tácticas y Técnicas Navales (ESTT) donde cumple funciones como Jefe de Reparaciones Electrónicas y Eléctricas y donde regresará luego de su comisión antártica. Lejos de su provincia y de su actual hogar en Punta Alta, ciudad cercana a la Base Naval Puerto Belgrano donde se encuentra la ESTT, Franco no hace más que conversar de sus recuerdos y sus seres queridos.
“Tuve una infancia hermosa, en una casa grande cerca de la laguna, mis mejores recuerdos se relacionan con la naturaleza, las aventuras y las travesuras en el campo. Leo a Inodoro Pereyra y me transporta a Mburucuyá”. “Mi familia de Corrientes está conformada por mi papá Dalmasio y mi mamá Hermenilda, yo soy el mayor de dos hermanas, Adriana y Yenhy quien es Cabo Primero Furriel en la Armada. Y ahora mi núcleo familiar está conformado por mi esposa quien también pertenece a la Armada, la Cabo Principal Furriel Romina Ursino, y nuestra hija de 3 años, Yamila”. Con él, lleva una remera que hizo estampar con una foto de los tres y así se sintió acompañado por su señora y su hijita en la Antártida.
Casi 4 mil kilómetros de distancia los separa. Ya finalizada la misión, el grupo de reparaciones del Groussac arribó nuevamente el “Estrecho de San Carlos” y continuará colaborando con las tareas de reaprovisionamiento de bases antárticas permanentes y transitorias hasta finalizada la CAV para los primeros días de abril. Atrás quedó el Refugio Naval Groussac, ubicado en la isla Petermann de la península antártica, en la costa sur del Puerto Circuncisión. Fue construido por la Armada el 6 de febrero de 1955 y cumple un propósito similar a los refugios de montaña equipado con provisiones para futuros invernantes e investigadores. Lleva este nombre en honor a Paul Groussac (1848-1929) escritor e historiador francés radicado en Argentina, autor de un alegato sobre la reclamación argentina de las islas Malvinas y de varias biografías de próceres argentinos.