Este viernes, a los 77 años y luego de haber luchado contra un cáncer de pulmón, murió uno de las figuras más prestigiosas del periodismo argentino: Andrés Percivale. Y fue mucho más que eso…
Estuvo a una materia de recibirse de arquitecto, pese a que su mamá en un principio no quería que tomara los libros. Pero lo suyo estaba en el cuarto poder. Así fue como en 1966 se convirtió en el primer conductor de un noticiero emblemático: Telenoche. Lo acompañó Mónica Cahen D'Anvers (82).
Percivale también se desempeñó como corresponsal de guerra: cubrió la guerra de Vietnam en 1968.
Un año después estuvo en el Mayo Francés, experiencia casi fundacional para Andrés, tanto en su vida personal como profesional.
Hombre refinado, pendiente de su estética y con notable magnetismo -ángel, que le dicen-, fue animador de distintos ciclos televisivos, como Los retratos de Andrés, Mónica y Andrés y Yo amo a la TV.
Se lució como actor, trabajando en películas como Juan Manuel de Rosas y Un elefante color ilusión, entre otras, y se dio el lujo de compartir escenas con Libertad Lamarque, Luis Sandrini, Sergio Renán, Rodolfo Bebán y Libertad Leblanc. Participó de algunas telenovelas en los años 70, e hizo teatro.
Desde hacía unos años enfrentaba un cáncer de pulmón, derivado del EPOC crónico. El diagnóstico le llegó casi por casualidad, en 2010. "Todo empezó cuando, a punto de ir a Europa, se suspendió ese viaje por enfermedad de mis compañeros -relató en un reportaje con Clarín-. No sabía adónde ir y me fui al centro adventista de Puiggari, en Entre Ríos, donde, por rutina, cuando ingresás, te hacen análisis de orina y de sangre y placa de pulmón. Y ahí saltó".
"El cáncer ya es una epidemia, la causa puede estar en el entorno, no sólo en la genética. Es gravísimo, pero no es implacable. Hay que tener cuidado con lo que uno consume, con cómo vive… Durante el tratamiento jamás me deprimí, jamás me sentí mal. Medité mucho. Fui a Rosario a ver al padre Ignacio, que me dio un ritual con agua bendita y lo hice todos los días".
A partir de ahí, Percivale comenzó a transitar un camino ligado a la espiritualidad. En especial, el yoga. "En mi curación (del cáncer) incluyo la medicina y lo espiritual. Saqué la siguiente conclusión: en cada órgano del cuerpo se aloja una emoción -sostuvo en diálogo con La Nación-. Así como la ira se aloja en el hígado o la codicia se aloja en el intestino grueso, la pena y el duelo se alojan en el pulmón. Descubrí que siempre hay un duelo mal elaborado o la reiteración de un episodio muy doloroso. En mi caso, es el haber descubierto que mi madre nunca me quiso".
Desde entonces, Andrés cambió sus prioridades. Disfrutaba, por ejemplo, no ser tan reconocido en la calle. Y cuando diez años atrás lo convocaron de Ideas del Sur para ser jurado en su programa preferido, Bailando por un sueño, desestimó la invitación: prefirió asistir a una conferencia sobre yoga.
"Percivale marcó a fuego la conducción televisiva", destacó el periodista Chiche Gelblung en diálogo con Crónica TV, apenas supo de la triste noticia de su fallecimiento. Y lo definió con certeza: "Era un tipo con una gran pinta, y una gran solvencia, tenía idiomas. Era un tipo perfecto para esa etapa de la televisión. Fue muy versátil".
Este viernes 26 el periodismo argentino despide a un enorme profesional, y la televisión nacional, a una de sus grandes estrellas: Andrés Percivale.