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En la misa exequial, el obispo destacó el legado misionero del padre Raimundo Romero

El obispo de Goya, monseñor Adolfo Ramón Canecin, presidió el lunes 27 de junio en la parroquia San José Obrero, la misa exequial por el sacerdote diocesano Raimundo Romero, que falleció el domingo. El prelado destacó "el servicio que prestó a la diócesis y en otros lugares de misión" y manifestó el detalle del “amor de la Virgen del Perpetuo Socorro que lo recibió en su día”.

Monseñor Adolfo Canecin dijo en la homilía: “Estamos celebrando el misterio central de nuestra fe que se actualiza en cada Eucaristía” y planteó que es el “misterio del cual emana una luz intensa que nos permite descubrir el sentido de la vida y de la historia de cada persona, familia, la Iglesia y de toda la humanidad”.

El obispo dio gracias a Dios por el “don de la fe” que es “un don gratuito que Dios nos regaló, que depositó en nuestro corazón el día de nuestro bautismo y, luego dejó en manos de cada uno de nosotros para que cuidemos, cultivemos, hagamos madurar y crecer hasta dar frutos y frutos abundantes”.

“Desde esta fe nosotros vivimos este momento de la muerte del padre Raimundo (Romero) como un paso, es una pascua”, afirmó.

Evoco al padre Julián Zini que expresaba en un chamame “la vida es una y la vida se hace eternidad” por eso decía él “voy a pasar nomas” y todos nosotros vamos cantando esos versos que expresan “esas verdades tan profundas, vitales, existenciales”.

“El Señor nos regala tener fe y de esa fe tener luz para iluminar nuestra mente” e hizo referencia a un pasaje del Apocalipsis, que nos “hace pensar en el cielo nuevo y en la tierra nueva, donde no habrá llanto ni dolor ni muerte, porque este cielo y esta tierra habrán pasado”.

Destacó la entrega ministerial del padre Raimundo Romero desde su vocación misionera “se empeñó y se esmeraba, con las posibilidades y los límites que él tenía. Cada uno de nosotros somos un cúmulo de posibilidades y de límites, eso somos cada ser humano. Raimundo (Romero) se empeñó en ser misionero al servicio de la Iglesia, del Reino y de los hermanos”.

Ánimo el obispo a recordar siempre “la meta hacia la cual nos dirigimos y, desde esa meta tiene sentido y valor hacia donde caminamos aquí en la tierra”.

“La Palabra de Dios ilumina nuestro corazón: Cristo es el primero que ha resucitado y después en El todos se nos abrió la puerta hacia la casa del Padre”, subrayó el obispo.

Resaltó que el fallecimiento del padre Raimundo Romero en vísperas de la celebración de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro fue “un detalle muy grande” porque él comenzó en la Congregación del Santísimo Redentor (misioneros redentoristas) que tienen como misión dar a conocer a la Virgen bajo esa advocación.

“Uno puede leer desde la fe, que hermoso detalle del amor del Señor y que detalle del amor de la Virgen del Perpetuo Socorro que lo recibe en el día de su fiesta que lo recibe como a un hijo para conducirlo a la Casa del Padre” destacó el obispo-.

Destacó la reunión que se realizó el 6 de junio en San Liborio, en una convivencia con los seminaristas de esta diócesis, donde el presbítero Raimundo Romero, ese día en que celebramos a María Madre de la Iglesia, y en esa oportunidad contó su experiencia vocacional y “creo que allí nos dejó su testamento el padre Raimundo Romero, un testamento oral, donde relato su camino vocacional y su larguísima trayectoria por todos los lugares donde el Señor lo llevo para cumplir la misión”.

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