La llamada “cárcel de los presidentes” tiene un tercer inquilino. Luego de un largo proceso de extradición, el expresidente Alejandro Toledo (2001 – 2006) llegó el domingo temprano detenido a Lima. Lo hizo, custodiado por policías, en un vuelo comercial desde San Francisco, Estados Unidos, a donde había viajado en enero de 2017 evadiendo cargos penales por corrupción. Poco después de su salida del Perú, un juez ordenó su prisión preventiva por 18 meses. El expresidente está acusado por colusión y lavado de activos. La fiscalía lo acusa de recibir coimas por 35 millones de dólares. Tiene tres procesos judiciales, pero ha sido extraditado solamente por uno de ellos, por la acusación de pago de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Por este caso la fiscalía ha pedido 20 años de prisión para el expresidente. Antes de viajar detenido a Lima, un Toledo abatido dijo que no quería morir en prisión.
“Le pido a la Justicia peruana que no me mate en la cárcel, déjenme luchar con mis argumentos. Mi salud es muy mala. Tomo catorce pastillas diarias, tengo hipertensión y sufro por los remanentes del cáncer. No han probado nada y ya me quieren meter en la cárcel. Lo único que estoy pidiendo, dadas mis condiciones de salud, es que me den un arresto domiciliario”, señaló el expresidente, de 77 años, horas antes de entregarse el viernes a las autoridades judiciales de Estados Unidos luego de ser aprobada su extradición.
A su llegada a Lima, a las siete de la mañana, Toledo bajó las escalinatas del avión custodiado por los alguaciles norteamericanos que viajaron con él y por policías peruanos, y fue llevado a la Dirección de la Policía Aérea, contigua al aeropuerto. En ese lugar, donde permaneció más de cinco horas, se le hicieron exámenes médicos y se reunió con su abogado, Roberto Siu, y la fiscal de la Nación, Patricia Benavides. El expresidente vestía una chompa roja y una casaca verde, color que identificaba a su desaparecido partido político. Cubría sus manos, que tenía esposadas, con otra casaca. En el aeropuerto de San Francisco había pasado los controles migratorios en una silla de ruedas, con la mirada clavada en el piso. En las afueras del aeropuerto, un pequeño grupo de simpatizantes del expresidente le daba respaldo. Agitaban banderas del desactivado partido Perú Posible y cartelones de pasadas campañas electorales con fotos de Toledo en mejores tiempos.
Desde las instalaciones de la Policía Aérea, el exmandatario fue llevado en helicóptero a un cuartel policial cerca al centro de Lima, desde donde partió en una caravana de vehículos policiales a la Corte Superior, en el centro de la capital, para el trámite de control de identidad. Cumplida esa gestión legal, el convoy policial llevó al detenido de regreso al cuartel. Después de una larga espera, Toledo volvió a subir a un helicóptero para ser trasladado al penal de Barbadillo, ubicado en otro cuartel policial, en las afueras de Lima. Un penal exclusivo para expresidentes. Llegó a Barbadillo doce horas después de haber aterrizado en Lima.
Toledo comparte prisión con el exdictador Alberto Fujimori y con Pedro Castillo. Fujimori fue sentenciado en 2009 a 25 años por crímenes de lesa humanidad y también ha sido condenado por varios cargos de corrupción. Castillo está con prisión preventiva acusado de rebelión después de fracasar en su intento de cerrar en diciembre pasado el Congreso que lo quería destituir y por cargos de corrupción que están en investigación. Los tres están en el mismo penal, pero no comparten espacios comunes. El lugar donde Toledo ha quedado recluido tiene una habitación, una sala de visitas, baño y una huerta.
Otros expresidentes podrían llegar a este penal. Ollanta Humala está siendo procesado por recibir financiamiento oculto de Odebrecht para su campaña electoral, juicio en el que la fiscalía ha pedido una condena de 20 años. Humala ya estuvo detenido en Barbadillo con prisión preventiva entre julio de 2017 y abril de 2018. Pedro Pablo Kuczynski enfrenta un juicio por recibir pagos ilícitos de Odebrecht. Ha evitado una prisión preventiva alegando su avanzada edad y un supuesto mal estado de salud. Toledo pide ese mismo trato. Martín Vizcarra también es acusado por la fiscalía de recibir sobornos. Alan García no llegó a la prisión de Barbadillo porque se suicidó en abril de 2019 cuando iba a ser detenido por recibir coimas de Odebrecht.
El caso Odebrecht
El caso por el que Toledo ha sido extraditado se inició en noviembre de 2016. En medio de un escándalo internacional por corrupción de la constructora Odebrecht, un alto funcionario de la empresa brasileña, Jorge Barata, quien fue jefe de Odebrecht en Perú entre 2001 y 2016, declaró ante las autoridades, como parte de un acuerdo de colaboración a cambio de beneficios judiciales, que la empresa le había pagado una coima de 20 millones de dólares a Toledo para ganar la licitación de la construcción de dos tramos de la carretera Interoceánica Sur, que une Perú con Brasil. Después, Barata subió la cifra del soborno a 31 millones de dólares.
Según el testimonio de Barata, el soborno se pagó en varias partes, depositando el dinero en cuentas de empresas offshore. El propietario de las offshore a las que llegaban esos pagos era el empresario peruano-israelí Josef Maiman, íntimo amigo de Toledo. Después de llegar a un acuerdo con la fiscalía, el empresario admitió haber sido el receptor de sobornos para Toledo. Gravemente enfermo, antes de morir en octubre de 2021 dio documentos y detalles de fechas, cuentas y montos de los pagos que aseguró recibió para el expresidente. Su testimonio ha sido letal para Toledo.
Un segundo proceso contra el expresidente se relaciona con otra constructora brasileña, Camargo y Correa, la cual, según la acusación fiscal, le pagó a Toledo un soborno de cuatro millones de dólares por la obra de un tramo de la Interoceánica. Los pagos también se habrían realizado a través de Maiman. El tercer juico contra Toledo es por la offshore Ecoteva, creada en Costa Rica en 2012, teniendo como titular a la suegra del exmandatario. Según la fiscalía, esta offshore, que movió más diez millones de dólares depositados desde cuentas manejadas por Maiman, fue utilizada para lavar parte de los millones recibidos por Toledo en coimas. En estos dos casos se deberá aprobar un pedido de ampliación de la extradición para que Toledo sea procesado.
En prisión acusado por corrupción, el “cholo” Toledo fue en un momento, que ahora parece inverosímil, un abanderado de la lucha anticorrupción. Se convirtió en una figura política de relevancia, hasta llegar a la presidencia, encabezando una gran movilización ciudadana contra la dictadura corrupta de Fujimori. Ahora comparte prisión con el exdictador. En las elecciones del año 2000, Toledo aglutinó a los sectores democráticos que combatían la dictadura fujimorista. Fujimori ganó con fraude, pero meses después su régimen autocrático se desmoronó. Convertido en símbolo de la lucha contra el fraude electoral, el autoritarismo y la corrupción, Toledo ganó las elecciones de 2001, que marcaron el regreso a la democracia. Su gobierno democratizó el país, pero no puso en marcha cambios que muchos esperaban y continuó con la política económica neoliberal. Una serie de escándalos, como negar la paternidad de una hija que finalmente debió reconocer, y una fama de consumidor constante de whisky, sumaron a los problemas de gobierno para hundir su credibilidad y popularidad.
En 2011, Toledo intentó retornar al poder. Quedó en cuarto lugar con 15,6 por ciento. En 2016 volvió a intentar regresar a la presidencia. Ya había estallado el escándalo de la offshore Ecoteva y obtuvo apenas 1,3 por ciento. Fue el final de su carrerea política. Pero sus problemas más graves recién comenzaban.