Lee Man-hee, fundador y líder de la Iglesia de Jesús Shincheonji, la secta relacionada con el 36% de los casos en el país, pedía a sus seguidores que acudiesen sin mascarilla porque era "una falta de respeto con Dios".
Aquella noche del 25 de febrero, Daegu estaba bañada por un silencio sepulcral. Esta ciudad al sureste de Corea del Sur se acababa de convertir en el principal foco de coronavirus fuera de China. En los pocos hoteles que aceptaban huéspedes, había carteles en las puertas que dejaban claro que no todo el mundo era bienvenido. "Aviso importante: los miembros de la Iglesia de Jesús Shincheonji tienen prohibido entrar", rezaba uno de los letreros colgados en la cristalera de un céntrico hotel de la ciudad.
Todos los vecinos de Daegu ya sabían lo que había ocurrido: un virus se había propagado dentro de un templo cristiano en el que todos los feligreses pensaban que eran inmunes, que vivirían eternamente y que enfermarse era un pecado porque les impedía culminar la obra de Dios. Todo eso mientras el SARS-CoV-2 saltaba aprovechando los rezos a lo divino y asentándose en unas personas que decidieron ocultar la verdad terrenal. "De esa iglesia ha salido el virus y centenares de sus fieles están contagiados", explicaba la dueña del hotel.
Durante los siguientes días las autoridades surcoreanas comenzaron a rastrear a los posibles contagiados entre los más de 200.000 fieles de Shincheonji. Un grupo cristiano que para ellos su iglesia es la "nación de Dios". Aunque la gran mayoría de los surcoreanos lo ven como una oscura secta. El rastreo no fue sencillo porque entre los fieles imperó el silencio y muchos se escondieron.
Entonces todos los focos apuntaron al líder de la secta, un anciano de 89 años llamado Lee Man-hee que había descrito el nuevo coronavirus como una "acción del diablo". Lee pidió a sus "sacerdotes" que siguieran con sus sermones, desoyendo las indicaciones de las autoridades para que suspendiera las misas. También empujaba a sus seguidores a que acudieran a los templos sin mascarilla porque eso era una "falta de respeto con Dios". Si alguno se encontraba mal o padecía los síntomas, debía acudir igualmente al oficio religioso. Lee aseguraba que todos ellos eran inmunes.
Este fin de semana, Lee ha sido arrestado por presuntamente obstruir los esfuerzos del Gobierno para contener la propagación de la pandemia. Los fiscales surcoreanos alegan que el hombre conspiró con otros líderes de la secta para retener información a las autoridades durante el pico del brote en febrero y marzo. Se sospecha que Lee presentó documentos falsos a los oficiales de Salud respecto al número de participantes en las reuniones de su secta. También está acusado de malversación de 5,6 billones de wones (3,5 millones de euros) de fondos de la iglesia y de realizar eventos religiosos multitudinarios sin autorizados durante los últimos cinco años. De Shincheonji salieron 5.200 infectados, un 36% del total de casos que se han reportado en Corea del Sur desde el comienzo de la pandemia.
El 2 de marzo todos los medios del país asiático llevaron a sus portadas la imagen de Lee Man-hee arrodillado delante de decenas de cámaras. "El líder de la secta pide perdón", se leía en los titulares. "Como representante de los seguidores de Shincheonji pido sinceras disculpas al público. No era nuestra intención y aún así mucha gente ha resultado infectada", soltó Lee a las puertas de uno de sus templos en Gapyeong, a 50 kilómetros al noreste de Seúl.
LEE MAN-HEE, 'ABOGADO DE DIOS'
Algunos de sus seguidores lo llaman 'Presidente Lee'. Otros prefieren un término más divino: 'Abogado de Dios'. Incluso hay quienes lo consideran un mesías porque los convenció de que tenía una misión celestial: llevar a 144.000 personas al cielo cuando llegara el día del juicio final. "Sólo unos pocos se salvarán; a todos los demás se les negará el perdón y serán destruidos", anunciaba el líder en sus sermones.
Hace 36 años, Lee fundó la Iglesia de Jesús Shincheonji. Poco a poco, fue captando seguidores, vendiéndose como el profeta del Libro del Apocalipsis. Así llegó a engrosar una lista de más de 240.000 fieles. Sobre su biografía, al menos la aparentemente real, ha contado que se crió en una familia campesina y que fue soldado en primera línea durante la Guerra de Corea (1950-1953). Pero, al igual que con su discurso divino, su vida también está ficcionada: dice que es descendiente de la realeza coreana, de la dinastía Joseon, y que Jesucristo se le apareció de joven como una brillante figura celestial para encomendarle la misión de llevar al cielo a miles de creyentes.
Cuando se supo que una feligresa "supercontagiadora" de su iglesia había propagado el coronavirus después de acudir a cuatro oficios religiosos donde había más de 1.200 personas, las autoridades surcoreanas pidieron a Lee que suspendiera las misas. Él hizo caso omiso y se cree que los miembros infectados de la secta viajaron por el país sin ser detectados pudiendo propagar aún más el virus.
Hoy, Corea del Sur suma en total 14.389 contagios y 301 fallecidos según los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (KCDC). El último recuento ha informado de 23 nuevos casos, la cifra diaria más baja desde el pasado 8 de mayo.
El país asiático fue la primera nación del mundo en hablar abiertamente de una "segunda ola de contagios". Eso ocurrió en Seúl, el 22 de junio. Las autoridades sanitarias explicaron que un fin de semana festivo a principios de mayo, con el foco puesto en los locales nocturnos de la capital, marcó el inicio de esta nueva ola de infecciones que parece que ya empieza a remitir.