Con Donald Trump regresan las propuestas extemporáneas y llamativas. Si en su primer mandato sorprendió al sugerir la anexión de Groenlandia, ahora, en su segunda etapa, plantea algo no menos peculiar: la anexión de Canadá. Una nación de 9,98 millones de kilómetros cuadrados , 39 millones de habitantes y una de las economías más fuertes del planeta, con una riqueza que se encuentra entre las 10 más grandes del mundo. Esta propuesta, aunque en tono de broma, ha generado revuelo tanto en EE.UU. como en el vecino del norte.Todo comenzó con una cena en la mansión de Mar-a-Lago, donde Donald Trump ha recibido a diversas figuras tras su victoria electoral. El viernes fue el turno de Justin Trudeau, primer ministro canadiense. Según filtraciones del equipo del presidente electo a Fox News, durante la cena Trudeau expresó su preocupación por los aranceles del 25 % que Trump planea imponer a productos de Canadá y México si no se toman medidas para controlar la inmigración. La respuesta de Trump, fiel a su estilo provocador, fue: «Siempre podemos formalizar la anexión, os integráis a EE.UU. y así ya no habrá aranceles».El equipo canadiense regresó a su país en silencio, pero el lunes, el equipo de Trump filtró la conversación a la prensa. La noticia causó una mezcla de conmoción y hilaridad en Canadá, generando preguntas inmediatas al gobierno. El ministro de Seguridad Pública, Dominic LeBlanc, quien estuvo presente en la cena del viernes en el club Mar-a-Lago de Trump , aclaró que creía los comentarios del presidente fueron en tono de broma. «El presidente estaba contando chistes, nos estaba tomando el pelo. Por supuesto, sobre ese tema, no fue en absoluto un comentario serio», aseguró LeBlanc a los periodistas en Ottawa.Respuestas con memesTrump respondió entonces con un meme, una de esas imágenes virales que circulan en redes sociales. Se trataba de una foto manipulada con inteligencia artificial en la que aparecía él frente a una montaña, junto a una bandera canadiense, como si estuviera a punto de conquistar un terreno inhóspito, con el lema: « Oh, Canadá». (Pronto expertos en montañas señalaron que el pico ante Trump no era canadiense, sino el Matterhorn, ubicado en Suiza, pero eso al presidente pareció darle igual).Este tipo de provocaciones, Trump las ha reservado para los dos socios más cercanos de Estados Unidos, los únicos con los que comparte frontera terrestre en el continente americano. Contra ambos ha lanzado la amenaza recurrente de aranceles, a pesar de que existe un tratado de libre comercio entre los tres países que él mismo renegoció y aprobó al final de su mandato. Su intención es lograr una cooperación máxima en materia policial, migratoria y en la lucha contra las drogas. En esencia, busca que los mandatarios de esos países, Trudeau y Claudia Sheinbaum , asuman la responsabilidad de un control efectivo en sus fronteras, impidiendo así el cruce de personas sin papeles hacia EE.UU.En la cena en Mar-a-Lago, alguien señaló que Canadá forma parte de una alianza progresista y perdería apoyo político. Trump respondió que podría dividir el país en un este de izquierda y un oeste de derecha, ajustándolo a conveniencia. Trudeau, presente, solo pudo escuchar en silencio. Puede que esa suerte de jocosa humillación fuera el único cometido de aquella propuesta tan trumpista.