A las 9.53 del lunes, explotaba un presunto coche bomba sobre la sede de la mutual israelí en Pasteur 663. El ataque terrorista dejó 85 víctimas y más de 300 heridos. Más de dos décadas después, sigue sin haber culpables.
Este domingo 18 de julio se cumplen 27 años del atentado al edificio de la AMIA, el terrible ataque terrorista perpetrado en 1994 con un coche bomba que estalló a pocos metros de la sede de Pasteur 663, dejando 85 víctimas y más de 300 heridos.
Aquel lunes, exactamente a las 9:53 de la mañana, la sede de la Asociación de Mutuales Israelitas Argentinas, ubicada en el barrio de Balvanera, en la Ciudad de Buenos Aires, desaparecía por completo, causando serios daños en los inmuebles cercanos y en la vida de muchos.
Dicho atentando había tenido otro sangriento antecedente, con el ataque que provocó la destrucción del edificio de la Embajada de Israel en Argentina (17 de marzo de 1992), que causó 29 muertes y 242 heridos.
A más de dos décadas de producirse ambos episodios, a los cuales les precede el asesinato del primer ministro israelí Israel Isaac Rabin en 1995, quien estaba llevando adelante un exitoso proceso de paz en Medio Oriente, todavía no hay culpables.
Las causas que motivaron los ataques tampoco son claras. El entonces presidente Carlos Saúl Menem argumentaba que el hecho de ser el único mandatario que visitó Israel "pudo haber sido lo que ofendido a estas organizaciones terroristas".
Y a continuación agregó que el envío de dos buques durante la Guerra del Golfo con motivo de la invasión de Irak a Kuwait, buscando reforzar a la coalición liderada por Estados Unidos, sería también otra de las razones por las que la Argentina fue declarada un objetivo.
Minutos antes de desatarse el caos en plena zona porteña de Once, una camioneta que se teoriza era una Renault Traffic estacionó en las cercanías de la sede. En su interior, 300 kilogramos de nitrato de amonio y gasolina, materiales que desencadenaron el estallido.
Sobrevivientes, que permanecían tanto dentro como en las inmediaciones del edificio, describieron haber escuchado un enorme estruendo. Luego, escombros y una polvareda predominaban en la zona. Gritos y llantos desgarradores completaron una escena aterradora.
"Parecía la guerra. Los edificios caídos como castillos de naipes. Las madres llamando a sus hijos. Los maridos llamando a sus esposas. Todos gritando sin entender que era lo que pasaba, con desesperación", reconstruyó Mirta Satz, empleada de la AMIA.
La explosión dejó un cráter de al menos dos metros en el lugar y pudo ser escuchada a varios kilómetros de la sede violentada. A la espera de la llegada de agentes de las fuerzas de seguridad y rescatistas, miles de personas ofrecieron su ayuda.
Comenzaron a buscar desesperadamente a las víctimas así como libros, documentos y esculturas que constituían una parte importante de la memoria de la comunidad judía argentina. Poco después, helicópteros podían ser vistos sobrevolando el lugar.
Acto seguido, los rescatistas hicieron también presencia. "A penas empezamos, buscamos sobrevivientes durante 24 horas sin parar. Después, en turnos de seis horas. Así durante diez días", Nati Guefen, integrantes de la brigada israelí en Buenos Aires.
"Fue terrible. Un edificio de cinco pisos que se había convertido en una montaña de escombros. Cuando empezamos a cavar estaba claro que no había ninguna posibilidad de encontrar supervivientes", recuerda Gamir Golánolán, comandante de la unidad.
Tras de varios días de intensificar esfuerzos en búsqueda de vida, el balance de personas que perdieron la vida no solo reflejaba a solo miembros de la colectividad hebrea, si no también personas que trabajaban cerca de la sede de la mutual o que pasaba por allí.
Hasta 2001, año en el que tuvo lugar el primer juicio oral por el atentado, se había informado que las víctimas fallecidas eran 86, sumado al autor del delito. Oficialmente, la AMIA terminó contabilizando 85, aunque hasta 2016 solo mencionaba 84.
La Justicia argentina atribuyó la responsabilidad de lo ocurrido en la mutual israelita como el cometido contra la embajada de Israel a la organización islámica libanesa Hezbolá y al entonces gobierno de Irán. Ambos niegan cualquier tipo de implicancia.
Entre el 19 y 27 de julio, tendrían lugar otros atentados terroristas contra la comunidad judía en el mundo. Entre ellos, un pequeño avión que realizaba un vuelo interno en Panamá estalló en el aire. Murieron las 21 personas a bordo, de las cuales 12 eran judías.
Asimismo, un artefacto explosivo estalló frente a la embajada de Israel en Londres, dejando 20 heridos y al día siguiente otro frente a una organización caritativa judía en el norte de la capital británica, donde cinco personas fueron heridas.