Se cumplen 9 años del inicio de la causa que terminó con la condena al intendente de Dean Funes, Germán Facchín. La investigación involucró también a cinco empleados municipales. Todos fueron acusados de intoxicar intencionalmente a cientos de animales.
En 2013 se produjo la mayor y más siniestra matanza masiva de perros de la que se tenga registro en la Argentina. Durante la noche del 27 de abril de ese año, 211 perros fueron masacrados por desconocidos en la localidad de Dean Funes, en el noroeste de Córdoba.
Las investigaciones demostraron que los animales fueron exterminados con cebos hechos con bolas de carne que contenían Metomil, un peligroso insecticida. Esa misma noche, una camioneta Traffic blanca con el logo de la municipalidad fue vista recorriendo misteriosamente las calles.
Luego de una larga investigación el intendente de la localidad, Germán Facchín, fue sentenciado a 4 años de prisión. En los fundamentos del fallo que se conoció esta semana hay detalles tristes, crueles y siniestros.
Los jueces cerraron la sentencia con la frase de Mahatma Gandhi que dice: “La grandeza de una Nación y su progreso moral puede ser juzgada por la forma en que sus animales son tratados”. Si es así, estamos jodidos. Estos son algunos detalles que se conocieron ahora.
La tarde anterior a la masacre (un sábado durante la siesta) los vecinos se sorprendieron al ver a la pala mecánica de la Municipalidad cargando gasoil en la estación de servicio Shell. Luego entendieron: querían dejar el vehículo listo y preparado para el atroz trabajo que le esperaba: levantar los cuerpos de cientos de perros en las calles.
La pala mecánica de la Municipalidad empezó a levantar los cuerpos de los animales muertos a las 3 de la mañana. Según los testimonios de los vecinos, la pala levantaba decenas de perros muertos por tanda.
Una vecina declaró bajo juramento que también se llevaban perros que todavía estaban vivos. Luego tiraban a todos juntos en un container ubicado frente al corralón municipal.
La muerte por envenenamiento es horrorosa. A los pocos minutos de haber comido el cebo, los perros empezaban a convulsionar. Al rato les salía espuma por la boca y los ojos se les daban vuelta. En pocos minutos morían retorcidos de dolor.
Aunque esta matanza fue la más grande y cruel, era común que en Dean Funes se envenenen a los perros. Tanto es así que una vecina, llamada María Claudia, guardaba en el freezer de su casa dosis de “atropina”. Usaba esa droga para salvar a los perros de las intoxicaciones.
Los vecinos también vieron a las 23:00 del sábado, bajo una oscura arboleda de la calle Sarmiento, una Traffic blanca con dos personas en su interior. Era la camioneta de la Municipalidad. Estaban esperando su momento para entrar en acción.
Este dato revela que los implicados seguían un plan siniestro. La camioneta estaba esperando que empiece la pelea de box entre Maravilla Martínez y Martin Murray por la corona mundial de los medianos para ponerse en acción. A esa hora no iba a haber nadie en la calle.
A las 23:30 sonó el teléfono de Liliana López. Ella es miembro de una Asociación Protectora de Animales y por eso la llamaron: había un perro agonizante en la plaza. Llegó enseguida, el animal tenía espuma en la boca y los ojos desorbitados. En ese momento la llamaron de la ferretería donde había otro y después fue corriendo al correo en donde había uno más. Cuando volvió a la plaza el primer perro ya estaba muerto. Al rato, cientos de cadáveres inundaron las calles.
El veneno era muy poderoso. ML, una nena de 7 años debió ser trasladada a la ciudad de Córdoba con síntomas de intoxicación grave. Su mamá contó que la chiquita había estado jugando en la vereda cerca de los contenedores.
No solo murieron perros callejeros. También gatos, pájaros, gallinas y perros con dueño. Stella declaró en el expediente: “Pasó la Traffic blanca por la puerta de mi casa y a los 10 minutos mi perro ya estaba muerto”.
Antonia vio cuando dos hombres bajaron de una Traffic blanca y dejaron en el piso una bolsa con lo que ella creía que era “carne con chicharrón”. Cuando ella le preguntó qué estaban haciendo, los hombres subieron a la camioneta y se fueron a gran velocidad. No se imaginaba lo que se venía.
Los perros de Antonia, Jacobo, cruza con manto negro; Nico, raza cruza coli color marrón canela; Roque, cruza de galgo y Dana, una perra cruza labrador, comieron esa carne. Los tres machos casi instantáneamente. Dana fue la única que se salvó. Antonia dice que fue porque le dio aceite con leche.
La superpoblación de perros era importante en la ciudad. Antes de esta se habían producido otras matanzas. El comisario Villaverde estaba a cargo de la investigación, pero en un momento todo quedó paralizado. El Comisario comentó que su superior le dijo que “se dejara de joder con la investigación y no quería conflictos con la Municipalidad”.
Los jueces llegaron a la conclusión que la matanza se trató de un “plan coordinado para exterminar perros de tenencia responsable y otros vagabundos que deambulaban por la ciudad”. Asimismo, calificaron a los perros como “personas no humanas” que tienen la capacidad de sentir, de sufrir por dolor y disfrutar por placer, y ello es independiente de que tengan o no capacidad de razonar como un humano. Son “seres sintientes”.
En el proceso se probó que los animales “sufrieron al morir, sufrieron de una manera cruenta, retorciéndose de dolor, con convulsiones, despidiendo excreciones”. Es por eso que resultó aplicable la Ley contra los malos tratos y actos de crueldad a los animales.