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Rosario sin secretos: el Curato del Pago de los Arroyos cumple 294 años

 

Cuando en 1730, un día como hoy, 23 de octubre, el Cabildo Eclesiástico erigió canónicamente al Curato del Pago de los Arroyos, otra historia comenzó a gestarse por estos lares que, al decir del Caballero de la Orden de Calatrava y gobernador del Río de la Plata, Bruno de Zabala, no tenía “pasto espiritual”, aunque sí, impresionantes extensiones de pasto y tierra rasa regada por muchos cursos de agua, tantos que arrancó llamándose Pago de los Arroyos.

Sin dudas que la fe mueve montañas… de personas. ¿Qué, si no, fue lo que llevó a los primeros pobladores a aquerenciarse en esta zona 300 años atrás, para empezar a darle a la ciudad que habitamos y nos habita, la personalidad y fisonomía que hoy presenta?

Simbiosis de ciudad y pueblo, Rosario tiene la escala perfecta que nos permite conocer y conocernos. En eso estamos.

Los primeros datos recogidos por historiadores nos hablan del cordobés Luis Romero de Pineda como “el primer poblador”. Algunos sostienen que es difícil que así sea, porque la condición para recibir la Merced Real era “recorrer la tierra y defender el camino en tránsito trazado por los conquistadores” y convertirse en un guardia permanente de la zona que comunicaba los dos puntos importantes de entonces: Buenos Aires y Santa Fe de la Vera Cruz.

Don Luis falleció seis años después y fue enterrado en el convento San Francisco, en Santa Fe, víctima de una enfermedad infecciosa que, al mes, llevaría a la muerte también a Antonia Álvarez de Vega, su mujer. Sí puede considerarse, sin dudas, “el primer propietario”.

Fue el gobernador general y capitán de las Provincias del Río de la Plata, José de Herrera y Sotomayor quien lo decretó en agosto y puso en posesión en diciembre de 1689: “Concédele la merced real para el ilustre capitán de caballos, sus hijos y descendientes por sus méritos y servicios y por ser hijo, nieto y bisnieto de los primeros conquistadores y pobladores de estas tierras» (puerto de Buenos Aires) y así mismo por ser noble y casado con mujer de igual calidad». Es fácil ser generoso con el bolsillo ajeno, diría Mordisquito.

No es de extrañar, entonces, que cuando se fijó el edicto en las puertas de la Catedral de Buenos Aires para llamar a concurso de oposición con el fin de proveer de párroco al flamante curato, sea  Ambrosio de Alzugaray, a la sazón primer maestro ya que con el catecismo enseñaba las primeras letras, quien obtuviera el cargo. Eso sí, cuenta la historia, que este joven sacerdote, ilustrado y virtuoso, había estudiado en Chuquisaca y no dudaba en arremangarse la sotana para enfrentar peligros y vicisitudes. Dicho por él mismo: “además de q. en corredurías y emboscadas, que se han hecho al oposito del enemigo abipón, q. imbade aquella ciudad y su jurisdicción, e salido de capellán voluntario sin reparo de temporales y de todas aquellas inclemencias  que ofresen el tiempo, la ocasión y la campaña, llevando a mis expensas cavalgaduras, armas y demás necesario”.

Ambrosio, que falleció siendo aún joven, a los 44 años, era sobrino de Domingo Gómez Recio, el que levantó la primera capilla, e hijo de Bartolina, nieta a su vez del primer propietario del extenso territorio que iba desde el Cará-cará-añá (Río del Carancho Diablo), devenido hoy en una hermosa localidad con balneario y Parque Sarmiento incluído, hasta el Arroyo de las Hermanas, pasando por el Blanco, Ludueña, Saladillo, Frías, del Medio y Ramallo.

Como signo de la Providencia y amparados por la imagen de María, primero de la Concepción y luego del Rosario, fueron dos mujeres, las hijas de Luis Romero de Pineda, Francisca y Juana, quienes al dividir su herencia protagonizaron el primer mojón de agrimensura del que tiene noticias la historia: el arbolito de la Cruz.

Mientras tanto, en 1725, justo el año en el que el Cabildo de Santa Fe nombra como primera autoridad oficial de la aldea a Francisco de Frías, designándolo como alcalde de la Santa Hermandad, otro Francisco, el vasco Godoi, llegaba a estas tierras para poblarlas junto a aborígenes calchaquíes ya evangelizados, para convivir en paz y armonía.

Que Francisco de Frías murió en la extrema pobreza y fue sepultado de limosna, a pesar de haber sido en cuatro oportunidades quien regía la administración y los destinos de nuestra urbe, será tema de un próximo Rosario Sin Secretos…

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