Por Daniel Caran
La situación merece una respuesta concreta e inmediata, y en ese contexto es saludable que las autoridades de Salud Pública hayan formalizado la cuestión como una problemática real y preocupante. Dimensionar y admitir el problema implica empezar a buscar soluciones.
Los accidentes viales (siniestros, para los que saben más sobre el tema) implican un verdadero drama social, que trasciende el dolor directo ante pérdidas humanas, y se puede bien trasladar en costos económicos millonarios no solo para el estado, sino para las propias familias implicadas y hasta para las empresas cuyos empleados llegasen a sufrir un hecho.
Por eso, al admitir números, definiciones y referencias, el drama empieza a tener al menos tratamiento lo que (se insiste) es un paso adelante.
Los datos dados a conocer por el área que encabeza Ricardo Cardozo determinan que los accidentes de tránsito provocan a los hospitales un costo estimado en 6 millones de pesos por mes para la atención de los accidentados. Una barbaridad.
Ahora, ¿se puede cambiar la historia solamente admitiendo el problema?. Está claro que no.
Y también es absolutamente cierto que la pata política se instala como elemento sustancial para resolver o no la cuestión.
¿Qué tiene que ver la política?. Como bien lo dicen los especialistas en la problemática, la lucha contra la inseguridad vial implica tomar acciones preventivas inmediatas. Y éstas, sin un programa político que equipare acciones de diferentes gobiernos, serán un fracaso anticipado.
Desde los operativos de alcoholemia, hasta las tramitaciones administrativas para acceder a una licencia…. Todo debe tener un eje político conductor que asimile efectos y resultados de acuerdo a parámetros preestablecidos. Si cada uno hace el esfuerzo por su lado (como hasta ahora) nunca se llegará a nada.
Por caso: un efectivo control de alcoholemia en el centro, o un control vehicular en un barrio de Capital necesitan sí o sí el apoyo irrestricto de la Policía.
Y ni hablar de las decisiones políticas que deban tomarse.
En Goya, por ejemplo, el Concejo Deliberante falló recientemente por unanimidad para definir la circulación en sentido único de la avenida Rolón, llamada justamente ‘de la muerte’ por los innumerables casos fatales ocurridos en su traza, con doble mano. Es un dato para tener en cuenta. Son detalles que sirven.
“Esta es una epidemia que estamos sufriendo toda la sociedad y que repercute en la camilla del médico”, graficó el ministro Cardozo.
Es así: una epidemia. Llegó el momento de asumir el problema como tal, y es auspicioso al menos empezar con admitirlo.