Por Daniel Caran
Suele pasar, aún dentro de los sistemas democráticos, y en el marco de procesos internos que pretenden y/o buscan objetivos políticos concretos. La obligación a callarse, por convencimiento propio… o convencido por otros.
Por ese camino parece haber llegado la “instrucción” al locuaz y siempre irónico Noel Breard, legislador del oficialismo que “se puso la armadura” en el Senado Provincial, y buscó convertirse en el defensor acérrimo de los intereses del oficialismo, aun pasando por encima de las reales intencionalidades.
Lo marcamos ayer, en estas líneas, al recordar la fuerte negativa de Breard a aceptar algunas imposiciones opositoras, como la Presidencia de Nora Nazar en una estratégica comisión de trabajo.
Lo que no sabía el bueno de Noel (o lo sabía muy bien) era que la dureza de sus posturas contradecía con el esperado acuerdo que abrirá – sin dudas- nuevas y renovadas especulaciones.
Entonces, la advertencia le llegó cual una orden: a llamarse a silencio.
Breard decidió entonces arriar las velas y dejar todo en manos de sus pares Flinta y Dos Santos para acordar con los opositores. Un detalle: no es un dato menor que ni siquiera Flinta (el más ‘ricardista’ de los legisladores) tuvo una defensa tan dura como Breard al posicionamiento oficial.
“Terminó el tiempo del tiroteo y llegó la hora del diálogo”, graficó Breard, siempre atento a entregar frases periodísticamente útiles y vendibles.
Y aunque negó enojos internos, bien se recuerda lo ya apuntado ayer, respecto a los reproches que tiene (aunque los niegue) al no llegar ‘su’ delfín Carlos Casella al PAMI local. “No es Casella…. Es el tiempo de los Pérez”, dijo, con mucho de perspicacia.
En fin. Hay tiempos en los cuales es mejor callar. Silencio Noel…