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Crédito: 6008
Daniel Caran

Por Daniel Caran

Las inimaginables relaciones que vienen mostrando los gobiernos de la Provincia y de la Municipalidad, instalan temas de variada urgencia que merecen prioridad absoluta.

 

Es en ese contexto donde adquiere primordial trascendencia la cuestión seguridad, que engloba muchos aspectos: desde la necesidad imperiosa de salvaguardad la vida hasta en la justificada intencionalidad de mostrar capacidad de gestión.

 

En las últimas horas surgieron datos estremecedores sobre ataques increíbles de delincuentes (en su mayoría muy jóvenes) en motos en distintos barrios de la ciudad. Las características de éstos hechos son llamativos: por el grado de violencia, por la absoluta falta de códigos de los precoces asaltantes, y por el escaso temor que tienen a ser detenidos o apresados.

 

Todo, está claro, implica un peligroso cóctel que tiene por finalidad dramática la mismísima muerte, de uno y otro lado. Así de duro.

 

Es ahí, en materia de seguridad en las calles, donde debería estar uno de los puntos primarios de interacción entre la administración provincial, a través de la Policía, y de la Municipalidad de Corrientes, con sus inspectores de tránsito.

 

Es que los delincuentes viven una especie de inmunidad absoluta que le da una calle casi sin control, por dejadez, por impericia, por falta de disponibilidad, o por todas esas cosas juntas.

 

Y entonces, tal lo cuentan las propias víctimas, aparecen datos concretos: por caso, el papá de una nena discapacitada que fue asaltada en inmediaciones de la Terminal contó en los medios que en esa zona acecha una banda de ladrones en motos que son armadas y desarmadas en cuestión de minutos, y con esos vehículos imposible de identificar, atacan a destajo.

 

Es así: atacan, desarman la moto, la arman de nuevo, y vuelven a atacar.

 

¿Cómo puede terminarse con esto?. Con estrictos controles de tránsito, para minimizar la circulación descontrolada de éstos vehículos.

 

Pero en condiciones adversas, en tierras a merced de chorros y maleantes, ningún agente público puede hacer mínimamente su trabajo. Sería mandarlo casi a la muerte.

 

Por eso el intendente Ríos pidió en su discurso ante el Concejo lo que es obvio que se necesite: “queremos reforzar la presencia de agentes de tránsito en los barrios, pero vamos a tener que trabajar en conjunto con el gobierno de la provincia. Porque no es que nos agentes no quieran ir a los barrios, pero si no hay policías es imposible que controlen el tránsito. El desborde es de seguridad en términos personales para nuestros agentes y no podemos exponerlos a situaciones de violencia que se presentan cuando se pretende parar motos o autos en los barrios”.


Está claro que hay prioridades, y se comprenden las urgencias. Estos son casos de vida o muerte.

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