Por Daniel Caran
Los temas son muy sensibles a la opinión pública, y no es para menos: tienen que ver con heredados sistemas que involucran al poder económico y que están íntimamente relacionados con lo que se denomina ‘el tráfico de influencia’.
Y aunque se intentó cambiar las formas, éstas persisten aunque disimuladamente.
Ya está: con el hecho consumado ahora solo se deberá reiterar la necesidad extrema de poner en marcha verdaderos mecanismos de control para evitar descontroles.
El Concejo Deliberante aprobó hoy los pliegos para la licitación de los servicios de Transporte Urbano de Pasajeros y de Recolección de Residuos, con una votación por mayoría simple que exigió una votación a doble vuelta, tras el empate 9 a 9 entre oficialistas y opositores. Y fue Salinas quien “desempató” la cuestión.
Ambos temas, se reitera, tienen directo impacto social, y es la población de mayor vulnerabilidad económica quien siente el efecto con mayor dureza. Aún más: se sabe que el aumento del transporte urbano es algo inevitable.
En ese escenario, como ciudadanos nos compete la obligada razón de saber los porqué, los cómo, los hasta cuándo.
Nuestros ediles tendrán sus argumentos, lo bueno sería conocerlos.
Porque la especulación lógica nos lleva a la irremediable sospecha de favores y favorecidos.
En todo caso, habrá que reclamar hasta obtener mejores servicios, aún en el contexto de haber perdido nuevamente una batalla en la guerra que la sociedad establece con quienes ejercen el poder a partir de sus conocidos intereses económicos.
Lo triste de todo es que se repiten escenarios que muchos decían detestar. Y se copian estrategias siempre destinadas a sostener a los más poderosos.
O sea, no cambia nada.
Por eso solo nos queda controlar… aunque nos permitan muy poco.