Por Daniel Caran
“Francisco no tuvo una sola sonrisa con Macri”, cuentan coincidentemente los periodistas apostados en el Vaticano, luego de la visita protocolar de nuestro Presidente al Papa.
La visita, breve y fría, bien puede catalogarse como “estrictamente formal”.
¿Puede esta situación tener sus derivaciones en nuestro país?.
No pasa solamente por decisiones políticas ni cuestionamientos institucionales. Sí se pueden analizar gestos, reacciones, particularidades concretas que podrían no determinar crisis ni mucho menos conflictos, pero sí implican particularidades innegables en una relación que se da entre –hoy por hoy- dos de los argentinos más importantes en el planeta.
Macri, con sus decisiones e indecisiones (que paradoja) se ganó ésta especie de limbo que le depara no solo Nuestra Santidad. Hay muchas razones por las cuáles se lo observa con más preocupación que expectativa, a menos de tres meses de iniciado su mandato.
No somos ni seremos, desde este espacio, definidores de estrategias ni pretendemos influenciar en la política internacional, pero la respetuosa opinión que expresamos debe manifestar un llamativo malestar en el colectivo social que bien puede llevarse y mostrarse a partir de la actitud distante de Francisco con el Presidente.
Por estos lares, cuando nos visitó en la semana que culminó, ya aparecieron ciertos mensajes que deberán ser tomados en cuenta.
Se aclara: no es irrespetuoso comparar el encuentro entre ambos líderes con la reciente llegada a nuestra tierra. Por el contrario, el “mensaje difuso” (textual del intendente Ríos) manifiesta una impronta a tener en cuenta.
Serio y adusto en todo momento, el Santo Padre saludó con un apretón de manos a Macri.
Y de acuerdo a lo que se informa desde Roma, la reunión a solas fue corta, protocolar y duró tan solo 22 minutos.
Fuentes internacionales recalcan que “la distancia y frialdad del encuentro contrasta con el tiempo y el trato que le dedicó Francisco a otros mandatarios de la región como Horacio Cartes, de Paraguay, o Raúl Castro, de Cuba, con quienes mantuvo encuentros que duraron entre 40 minutos y una hora”.
El Presidente, entre otras cosas, le regaló al Su Santidad seis compactos de chamamé. Eso sí es una buena señal… dentro de todo.