Por Daniel Caran
Tiene por costumbre, el Gobernador, reclamar “más amor por el trabajo, más vocación, más compromiso… y si no, que se vayan”.
En las últimas horas cumplió con su faena mediática de reclamarle a los médicos de Salud Pública, en oportunidad de un acto oficial en las remozadas instalaciones del Servicio de Emergencias.
“La salud pública, como en la docencia, se requiere mucha vocación. Por eso les llamo a la reflexión para que hagan honor a la actividad. El que no quiera seguir, que se vaya. El trabajo de doctor de Salud Pública es insaluble. No es fácil, pero hay que reafirmar el compromiso de los profesionales porque quien va a un hospital es un ser humano y debe ser atendido y como corresponde”, manifestó, en directa alusión a los profesionales médicos que cumplen sus tareas en los hospitales públicos.
Sus dichos, además de enervar los ánimos de la comunidad médica en general al tratar a todos los profesionales con un –supuesto- poco interés por cumplir con su trabajo, imponen además una respuesta de la sociedad misma, que sabe y entiende lo que los médicos dan en sus tareas.
Las cosas, si se miraran desde la otra vereda, tendrían una visión absolutamente distinta si se evalúa lo que cada profesional merece de acuerdo a su formación y posterior entrega.
Dicho de otra manera: no puede reclamársele más compromiso cuando tienen sueldos indignos, y trabajan en condiciones casi peligrosas en hospitales que se caen a pedazos, sin insumos y con el peligro latente de mala praxis.
Y aunque nadie puede negar que seguramente habrá profesionales poco responsables, la mayoría de los que ocupan cargos en hospitales públicos deben andar ‘a las corridas’ para tener otros ingresos que les permitan vivir dignamente. Y ni hablar de la posibilidad de una capacitación permanente, o de otras actividades formativas.
El ejercicio es fácil: solo hay que preguntarle a un médico si puede vivir con el sueldo de un hospital.
Por eso pide mucho. Y da poco.