Por Daniel Caran
Ya pasaron muchas horas y se dijeron cientos de cosas respecto a la tragedia de la Time Warp de Costa Salguero, donde murieron cinco jóvenes y otros cuatro continúan graves.
El drama, que parece lejano y ajeno, debería servirnos para abrirnos los ojos y despertarnos de un letargo que preferiríamos evitar.
A sabiendas que la tragedia tiene bemoles comunes con la cotidianeidad de otros lugares como en la provincia de Corrientes, bien podríamos preguntarnos qué sucede entre nosotros, qué peligros acechan a nuestros hijos, ¿es posible evitar algo así por estos lares?.
Como cualquier problema lo mejor es no negarlo. Aceptarlo como tal nos permitiría saber cómo estamos y qué podemos prever.
Y aunque nuestras costumbres parecen nada similares a las que se viven en Buenos Aires, nadie puede ni debe minimizar el drama de la droga, en cualquiera de sus formas.
No obstante, el circunscribir el peligro solo al consumo de estupefacientes puede al menos ser inadecuado. ¿Y el alcohol?, ¿Y la violencia?, ¿Y el descontrol absoluto?.
Las fiestas privadas en Corrientes suelen caracterizarse por el absoluto descontrol, y esta apreciación no solo está destinada a pedir y reclamar acción estatal adecuada, sino también a definir nuestro papel como sociedad.
¿Es posible cumplir un rol social adecuado sin caer en la visión ‘vigilante’ de la cosa?
Claro que sí. Con responsabilidad y compromiso, y apreciando cada espacio que a veces nos negamos a ocupar.
Hace unos años, con suma determinación y seriedad, un grupo de personas creó e hizo funcionar una Escuela de Padres, que tenía por finalidad establecer reglas comunes de convivencia para – al menos- ser actores directos en la problemática de la noche correntina.
Como tantas cosas que implican compromiso (de horarios, de presencias, de acompañamiento) la iniciativa fracasó. En síntesis, caímos nuevamente en la visión facilista del ‘cada uno se arregla como puede’.
“Hay que dejar de ser padres, y ser mamá… papá, tener otra dimensión de relación, y no tiene nada que ver con el romanticismo, ser papá y mamá significa educar al niño enseñándole a quererse no a querer destruirse, poner límites, cuidar la vida de los hijos”, manifestó Esteban Miroli, reconocido profesional que se dedica a la problemática.
Parecerá cursi… pero por ahí estaría el camino. El tema es saber afrontar el desafío… por nuestros hijos… por nuestro futuro.