Por Patricio Fay
El "home office" fue una práctica habitual en muchas compañías para motivar y mejorar la productividad de las personas. Hoy esa realidad ha cambiado. Ya no podemos elegir cuando quedarnos en casa y cuando ir a la oficina. Todos tuvimos que quedarnos en casa por la pandemia.
Probablemente todos estuvimos ahí. Tarde de viernes: tres reuniones virtuales por Zoom, sumadas a cuatro conversaciones telefónicas que duraron más de una hora, y las respuestas a innumerables mensajes por Whataspp, dejaron una marca en el cuerpo y en la mente. Y me olvidaba. El día de ayer terminó pasadas las 11 de la noche, con respuestas a emails que siguieron llegando hasta la medianoche. Nada extraño si parte de mi trabajo consiste en interactuar con algunos integrantes del equipo en Australia, China, Japón y Corea del Sur. Y todo esto sin contar los mensajes de los grupos. ¿Cómo hago para “bajarme” de algunos grupos de Whatsapp?
La tecnología ha sido el gran disparador de las nuevas formas de trabajo desde hace varias décadas. Trabajar algunos días desde la propia casa fue considerado por muchos como un premio. El “home office” fue una práctica habitual en muchas compañías para motivar y mejorar la productividad de las personas. Hoy esa realidad ha cambiado. Ya no podemos elegir cuando quedarnos en casa y cuando ir a la oficina. Todos tuvimos que quedarnos en casa.
La aceptación de la realidad debería ser el punto de partida de este modo nuevo de vivir la vida y de trabajar. “Si no puedes vencer al enemigo, únete a él”. El enemigo en este caso es el trabajo virtual generalizado como fruto de una pandemia. Lo ideal, sería tratar de amigarnos con esta realidad, para trabajar y pasarla mejor.
No soy futurólogo y no sé cómo trabajaremos en el futuro, pero me animo a hacer una afirmación. Si pensábamos que no podíamos ir más rápido trabajando de modo remoto estábamos equivocados. Pudimos en este tiempo probarnos que podíamos hacerlo más rápido y lo hicimos.
El proceso y el resultado de cómo lo hicimos será necesariamente variado. Para algunos es molesto trabajar virtualmente, otros pueden sentirse tristes por no ver a personas con las que les gusta encontrarse, hay quienes se encuentran cansados por tantas horas frente a la computadora, y probablemente para varios el resultado es ineficiente. Otros pueden describir situaciones de acomodamiento a la realidad, mejoras en la organización del trabajo, y aumentos de productividad.
Las regulaciones de salud en cada país son distintas, y aún en distintas regiones dentro de cada país con el objetivo de asegurar salud pública. Independientemente de las situaciones particulares parece haber una tendencia de las compañías a continuar trabajando de modo remoto, especialmente debido a las preocupaciones potencialmente duraderas respecto al nuevo virus. Es el momento, entonces, de rescatar algunas ideas y buenas prácticas que puedan contribuir a mejorar el trabajo virtual.
En primer lugar, el cuidado del cuerpo y la mente. Es común escuchar el comentario del cansancio que se siente luego de varias horas de trabajo virtual. Dado que la mente no está diseñada para interactuar a través de una pantalla, es importante descansar, evitando largas horas de trabajo. En lo posible, tener un horario para empezar y terminar, e intercalar la actividad laboral con momentos de relajación. Es tanta la atención de la mente y los sentidos en lo que se ve en la pantalla, que los niveles de cansancio son superiores a la interacción presencial.
En el proceso del trabajo hay que adaptar el modelo de comunicación. Probablemente el mayor problema de la comunicación virtual es la falta de auténtica conexión personal. En este caso es recomendable ajustar el modo de narrar historias, acontecimientos y decisiones. Es importante dar espacio para que cada uno pueda participar incluyendo ámbitos probablemente desconocidos como la propia casa, familia, mascotas, hobbies. He escuchado comentarios favorables sobre la organización del trabajo, y las reuniones en particular, cuando se hacen de modo virtual. Grandes ganadores son los introvertidos, quienes pueden beneficiarse con ámbitos aptos para aportar sus ideas.
Bajo esta modalidad, la toma de decisiones es más rápida y menos burocrática, con una forma más descentralizada de trabajar. Esto requiere un cambio cultural donde la confianza sea la estrella. Si hay confianza es más fácil delegar y tomar decisiones más rápido. Crear confianza lleva tiempo, pero es la única forma de trabajar efectivamente cuando no nos podemos ver cara a cara.
Finalmente, hay que pensar en la vuelta a la oficina y definir quiénes podrán volver y quiénes no. La frase en inglés “people to work” o “work to people” podría ayudar a definir quienes estarán en cada grupo. Algunos mantendrán su estatus de trabajadores remotos, otros podrán mantener una condición híbrida, y finalmente algunos tendrán que volver físicamente al trabajo.
Algunos buenos hábitos a nivel de equipos y organizaciones pueden hacer que el trabajo sea aún mejor que en la oficina. Si a esto le sumamos el ahorro de tiempo en viajes, la flexibilidad para hacer el trabajo, el tiempo para otras actividades y el redescubrimiento del placer de estar en casa, parecería que podremos no solamente aceptar la realidad, sino también ser más efectivos y disfrutar del proceso.