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Opinión del Lector

La esclavitud transatlántica: tan lejos pero tan cerca

Germán Castelli

Por Germán Castelli

Desde 2007, Naciones Unidas conmemora cada 25 de marzo el Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos

Cuando Brasil finalmente abolió la esclavitud como último país de América en 1888, apenas transcurrieron tres décadas para que ocurriera el nacimiento de mi viejo, lo cual me renovó la conciencia del poco tiempo pasado entre ese mojón histórico y mi propia historia personal de vida, común, entiendo, a unos cuantos millones de personas. Tan pequeño es el periodo que uno mismo puede sentir el cálculo temporal por ir camino a duplicar ese lapso de años. Y la primera visita a Salvador de Bahía permitió conocer el barrio tristemente famoso por su nombre: “Pelourinho”, que, como es sabido, significa picota o columna de castigo para azotar a los esclavizados.

La caminata sobre el casco histórico culminó en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los Negros, con su impresionante historia de haber sido construida por personas negras esclavas o libertas a quienes se les impedía ingresar a los templos de las personas blancas opresoras, y que duró casi un siglo inaugurarla precisamente por la falta de tiempo y recursos para hacerlo. En su simpleza y sencillez, se encuentra no solo su poderosa luminosidad, sino la identidad, el temple, y el carácter decidido de la comunidad protagónica, que reflejaba, en definitiva, su fe en ese Dios omnipotente y misericordioso, con sus lógicas influencias africanas.

Fue inevitable, entonces, acompañar esos días de descanso con la inmersión en esa tragedia denominada como uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad.

Las potencias coloniales traficaron aproximadamente entre 12 y 17 millones de esclavos que fueron secuestrados del continente africano (según distintas voces de la ONU; imprecisión que acarrea dolor en homenaje a la verdadera cantidad de víctimas), ello sin contar las personas cautivas que murieron en el camino, que pudo alcanzar el 20 por ciento. Del total, un 40 por ciento del tráfico transatlántico de esclavos fue destinado a Brasil.

El desarrollo en las artes de la navegación de Portugal y su carácter de pioneros en la exploración de la costa africana, contemporánea al descubrimiento de América, lo colocaron en un lugar de vanguardia en ese funesto comercio destinado principalmente a su colonia americana, para la explotación, entre otras, de las plantaciones de azúcar.

Salvador de Bahía, fue capital de la colonia por unos doscientos años. Y las islas de Cabo Verde, Sao Tome y Príncipe, frente al continente africano y colonizadas por Portugal, eran lugares de abastecimiento, almacenamiento y redistribución de personas esclavizadas. La travesía por el océano se hacía en barcos acondicionados a tal fin por parte de las potencias colonizadoras, que, en promedio, trasladaban entre 200 y 600 esclavos en condiciones infrahumanas, que generaban un lógico porcentaje de muertes por enfermedades, desnutrición y condiciones sanitarias.

Portugal habría traficado la mayor cantidad de esclavos, seguido por el imperio británico, y continuando Francia, el imperio español, los Países Bajos, y Dinamarca-Noruega.

Las personas sometidas tenían un precio de acuerdo a la edad, sexo, salud, y capacidad de trabajo. El solo hecho de pensar cómo se producían los secuestros masivos de familias enteras o bien, parte de ellas, sumado al calvario que le seguía, causa conmoción actual. La reciente película “Emancipación”, protagonizada de manera consistente por Will Smith, da cuenta artística de ello. Y genera igual estupor memorar el encuentro de civilizaciones en el Río Congo, que dio lugar al intercambio cultural y comercial con los portugueses, porque al cabo de unos años, el nuevo rey congoleño cursó una misiva al rey de Portugal en el año 1526, lamentando que el intercambio comercial, se haya desviado hacia la captura y venta de hombres y mujeres libres, reclamando que no era propio de aquellos que profesan la fe cristiana, la venta de sus semejantes.

Este monumental negocio capitalista enriqueció rápidamente a sus principales protagonistas, sobre la base del sufrimiento humano; lo cual permite entender su extensión por cerca de cuatro siglos.

La esclavitud tuvo sus primeros espasmos abolicionistas de la mano de la Ilustración, que pregonaba la libertad, igualdad y derechos humanos, de modo que Portugal, a través del Marqués de Pombal, la abolió en su metrópoli, aunque continuó con fuerza en sus colonias. El caso judicial en el Reino Unido de James Somerset en 1772, impulsado por el fervoroso abolicionista Granville Sharp, fue un poderoso precedente porque no se justificó su esclavitud en suelo inglés.

Poco tiempo después de la Revolución Francesa, una de sus colonias, Haití, produjo la única revolución exitosa de esclavos en 1804. Chile inició el proceso de prohibición de la esclavitud en 1811, Argentina en 1813, Gran Colombia 1821, México en 1829, Uruguay 1830, siendo otro ejemplo el de EE. UU., que finalmente cesó la esclavitud luego de la guerra de Secesión en 1865.

La alarmante cifra de esclavitud que padeció Brasil, refleja la magnitud de su impacto en la composición demográfica y cultural del país. Y tiene razones para justificar la severidad de sus normas antidiscriminatorias actuales (sin entrar a considerar aquí su proporcionalidad), tal como padecieron, por ejemplo, algunas jugadoras de futbol femenino de River Plate, por sus gestos ofensivos en su partido contra Gremio, que derivaron en sus encarcelamientos en la Navidad de 2024.

Hoy la mayoría de la población de Salvador de Bahía es afrodescendiente, en tanto las personas blancas son minoría, y su histórico barrio “Peolurinho”, fue designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. Su gente se caracteriza por su hospitalidad, calidad y fuerte sentido de comunidad, con gran conexión con la música, danza y religión, donde el carnaval es una gran celebración, y destacan comidas como el acarajé, de origen africano

Con justicia, a impulso de Naciones Unidas desde 2007, cada 25 de marzo se conmemora el Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos.

Los Estados castigan normativamente ese tipo de conductas execrables, pero la memoria es indispensable para sensibilizar sobre la historia de la trata transatlántica de esclavos. Porque su rentabilidad hizo que durara cerca de 400 años. Porque no ha pasado mucho tiempo desde que Brasil abolió la esclavitud. Porque la pulsión de enriquecerse rápidamente a costa de otros seres humanos, o de traficar sus órganos, se encuentra latente en ciertos porcentajes delincuenciales de la sociedad, que, a su vez, no reconocen niveles socioeconómicos. ¿Acaso nuestros menores o adultos vulnerables no son mirados a veces como simples objetos de un proyecto económico delictivo?

¿Qué pasó con Loan, el niño correntino de 5 años? La justicia argentina aún trabaja en establecerlo. Voces calificadas que conocen los recovecos de las miserias humanas dan entender que el negocio predominó en contra de la Humanidad. La república democrática debe redoblar los esfuerzos para prevenir, sancionar y castigar, con la mayor eficacia posible, estos crímenes aberrantes que tienen al enriquecimiento desalmado como móvil.

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